Arquivos

A poesía como arte insurxente, Lawrence Ferlinghetti

 

Ás veces -contadas- podemos dicir en voz alta: Believe the Hype! Esta tradución ao galego por parte da editorial Rodolfo e Priscila (a cargo de Daniel Salgado) do célebre libro de aforismos de Lawrence Ferlinghetti é unha invitación a crer, non só no hype, senón na poesía e, por extensión na vida. O prólogo fala desta obra como "o manual de instrucións, a caixa de ferramentas do poeta moderno". A súa profundidade e agudeza desbordan o poético-literario e asulagan o campo do puramente vital. Son aforismos para deterse neles e saborealos con calma, para perderse nesa densa urda de fondo e forma no que baixo a apariencia de afirmacións rotundas ás veces se atopan interrogantes sutís, chamadas a acción ou desafíos persoais e colectivos.

Persegue a balea branca mais non a arpoes. No canto, atrapa a súa canción.
Permítete un voo cegador, voos de imaxinación escandalosa.
Excede todas as grandes expectativas e as máis horribeis profecías.

Ás veces intercala proclamas políticas e mesmo cita a Gramsci abertamente


Resiste moito, obedece menos.
Desafía o capitalismo que se enmascara na democracia.
Desafía todas as crenzas políticas, mesmo o populismo radical e o socialismo hooligan.
Gloria ao pesimismo do intelecto e ao optimismo da vontade.


Por riba de todo, o libro está cheo de arroutadas líricas nas que a beleza non consiste nesta identificación contemporánea co "bonito". Máis ben, o seu concepto e o seu uso inscríbense naquel programa desenvolto polo filósofo Friedrich Schiller en "Cartas sobre a educación estética da humanidade" na cal o autor avogaba por tal educación (en vez da racional vehiculada polo entendemento) para que a humanidade acadara un comportamento realmente ético:

Poesía unha procesión de aves acuáticas en voo mesturada con accidentes de motor.
A poesía é o zanate de esteiro cantando ao solpor no curuto das árbores de xacarandá na praza de San Miguel de Allende.
E todos os paxaros do universo arrexuntados nun libro inmenso.


A poesía pode sentirse nos sumidoiros, ecoando a saída de incendios de Dante.
Recoñece o totalitarismo da mente racional e atravésao.
Un poema é un batel saíndo ao mar desde o barco da sociedade que afunde.
Un poema é a sombra dun avión fuxindo sobre o chan como unha cruz escapando dunha igrexa.


A poesía aínda pode salvar o mundo transformando as conciencias


O libro remata cos dous manifestos populistas (de 1976 e 1978), dúas poderosísimas chamadas á insurreción, á acción poética e política, ao compromiso co mundo e coa liberdade. Non é esta, por certo, a liberdade neoliberal destilada do egoísmo economicista que enarbolan os novos fascismos, senón a vella liberdade que vai soldada á responsabilidade, esa potencia que crece en común cando nos xuntamos entre nós, e que, entre outras cousas, apela a facerse cargo tanto dun mesmo como da vida e do existente que nos rodea. Este libro de Ferlinghetti é ar fresco nos pulmóns do noso ánimo, alimento para os nosos intelectos esnaquizados, combustible para unha socialidade reventada por dous anos de pandemia e mesmo, iluminación e alento para calquera que se lance á aventura de escribir.


(Nota final: que marabilla de tradución!)

Franco "Bifo" Berardi, La segunda venida: neorreaccionarios, guerra civil global y el día después del Apocalipsis

 



El sentimiento de superioridad, innombrable pero profundamente arraigado en el inconsciente y la cultura occidentales, ha sido refutado y humillado por la realidad del capitalismo financiero, por la experiencia diaria de impotencia que destruyó la autoestima de las personas y su confianza en el futuro.

El Manifiesto futurista de 1909 fue una exaltación de la potencia sexual y la agresividad política, y el fascismo sacó su fuerza de la mitológica virilidad de Mussolini. Es más, el fascismo históricos fue la expresión de un verdadero sentimiento de pertenencia: el sentimiento de comunidad se basaba en la mitología de la sangre y la nación, pero la comunidad en aquellos tiempos era algo real, algo experimentado a diario y que moldeaba profundamente el comportamiento social.

El retorno posmoderno del fascismo se basa en una antropología totalmente diferente. La comunidad es solo la memoria nostálgica de una pertenencia pasada que ya no existe. Es lamento, no experiencia viva. La vida social ha sido pulverizada en el espacio metropolitano pospolítico, desterritorializado, y la potencia no es más que un mito, un contrapunto de la presente impotencia. La potencia sexual está en declive, ya que la población blanca envejece, y el estrés, la depresión y la ansiedad perturban la esfera erótica. La autonomía de las mujeres fue la amezana definitiva al poder masculino y alimentó un sentimiento reprimido de venganza machista que hace erupción cada vez más a menudo en actos de violencia.

La demografía ha transformado el paisaje antropológico y social de nuestro tiempo: la senilidad, la soledad y la adicción a los psicofármacos están empujando a los hombres blancos del mundo occidental al caos mental, el autodesprecio y la agresividad. El nuevo modelo de fascismo no surge de una euforia futurista juvenil, sino de un sentimiento extendido de depresión y de un impotente deseo de venganza.

Esta tendencia es especialmente visible en los Estados Unidos: la multitud deprimida de hombres blancos echa raíces en la era del individualismo campante: creyeron en las promesas del egoísmo neoliberal, adoptaron la filosofía del ganar, y luego se descubrieron perdedores. Se engañaron a sí mismos al creer en las promesas neoliberales del éxito individual. Ahora es demasiado tarde para abrazar una nueva esperanza, una nueva imaginación: lo único que pueden compartir es su odio, su deseo de venganza.

Este fue el trasfondo antropológico del trumpismo, "Make America Great Again" es una súplica patética al Dios Supremacista: devuélveme mi juventud, mi fuerza, mi energía sexual, devuélveme la fe en algo. Pero el Dios Supremacista no está escuchando.

El racismo de nuestro tiempo no es una continuación de la ideología racista de la era colonial. Este viejo racismo era una expresión de la superioridad de la raza dominante que poseía la tecnología para explotar y las armas para someter a los pueblos de color del Sur global. Ahora las armas están a disposición de cualquiera, sin distinciones de raza.

Ahora los blancos pobres se ven obligados a tolerar la superpoblación de sus espacios vitales a medida que los inmigrantes se agolpan en los suburbios pobres de las metrópolis. El nuevo racismo es el racismo de los perdedores.

El viejo racismo era compartido por la clase alta y los proletarios; era la marca de la superioridad de los colonizadores blancos sobre los colonizados globales.

Ahora el racismo es dejado a los desposeídos en ignorantes, mientras que la clase alta se indigna ante el racismo de los pobres y, desde las zonas residenciales ricas y bien protegidas de la ciudad, mira con desdén los barrios bajos donde viven los inmigrantes, mezclándose con los marginalizados y empobrecidos.

El antirracismo oficial de la clase alta europea está lleno de hipocresía y desprecio hacia aquellos que están obligados a compartir los espacios de sus zonas desfavorecidas con los inmigrantes, que no paran nunca de llegar y provocan la sensación de estar siendo invadidos.

No obstante la diferencia antropológica entre el fascismo histórico y su reaparición contemporánea, existe un rasgo común que vincula el trumpismo con el viejo fascismo: el culto racista de la supremacía. La raza es el elemento deifinitorio de la autoidentificación de las personas.

[...]Aún careciendo de sentido científico, el concepto de raza actúa como una autoidentificación fantasmática. Esta identificación jugó un papel crucial en la historia del colonialismo moderno y está jugando un nuevo papel en la actual catástrofe del capitalismo.

El ascenso de Donald Trumpo a la presidencia de los Estados Unidos ha revelado exactamente esto: empobrecida por la globalización del mercado de trabajo, aturdida por la cerveza y las drogas, furiosa por la derrota estratégica provocada por George W. Bush y su consejero maldito Dick Cheney, la raza blanca reclama su primacía tambaleante. "Make America Great Again" significa: que la raza blanca vuelva a ser la raza superior, al viejo estilo del Ku Klux Klan, enfurecido por el hecho de que un presidente negro (culto, urbano y bello, en contraste con los idiotas de sus integrantes) haya osado ocupar la Casa Blanca.

Odön von Horváth, juventud sin dios

 



O nazismo, esa ideoloxía psicopática que arrasou Alemaña e Europa fai casi un século, non apareceu da noite a mañá. No periodo de entreguerras do século XX unha xeración enteira foi educada nas coordenadas morais da preparación para a guerra en base á delirante idea da superioridade racial. A incubación de tales fantasías realizouse paseniñamente ao longo dunha década, nun proceso que transformou as escolas xermánicas nun viveiro de sociópatas incapaces de entender nada que non fora  apretar o gatillo dun arma ou desfilar ao paso da oca diante do pequeno paiaso dictador. Alimentados polo odio, a ignorancia, as penurias económicas e a nacente industria da manipulación de masas a través da radio, millóns de persoas acolleron con entusiasmo unha ideoloxía que aproveitaba os síntomas dunha grave crise económica e social para propoñer "solucións" simples e unha mirada sobre o mundo totalmente deshumanizada. A etapa da economía desregularizada que inauguraron os anos vinte do século XX daría paso ao nazismo nunha especie de carreira de relevos entre ideoloxías tanáticas. É ben coñecido, por poñer un exemplo emblemático, o papel do empresario norteamericano Henry Ford no seu apoio ao partido nazi alemán: ademais dos cartos aportados para financiar o nazismo contribuiu ao deseño dos campos de exterminio e patrocinou a propaganda antisemita de forma activa. Fascismo e capitalismo terminal sempre na mesma equipa, compartindo substrato moral e métodos autoritarios.

A novela de Horväth encarna un vello principio benjaminiano: se unha característica do fascismo é a estetización da política (para -baixo a apariencia da "revolución"- deixar sin tocar os privilexios da sociedade de clases), a resposta da arte debe ser a politización da estética. "Juventud sin dios" é unha novela política que mantén unha distancia saudable co panfleto (un xénero complicado de manexar) e que aproveita os resortes do roman para encarar os dilemas políticos do seu tempo dende o espanto producido polo ascenso nazi. O protagonista, un profesor de educación secundaria, enfróntase a unha xeración de adolescentes alemáns criados entre soflamas patrióticas, exaltación da guerra e supremacismo ario. Malia os seus intentos de contemporizar na medida do posible para non complicarse a existencia, acaba envolto nunha historia criminal nun campamento de milicias que pon sobre a mesa as pulsións asasinas dos seus alumnos, aprendices nazis intoxicados de patriotismo belicista. O que comeza como un relato costumbrista sobre a vida e a educación na Alemaña dos primeiros anos trinta evoluciona con rapidez cara á radiografía descarnada dunha parte da súa sociedade entregada aos delirios imperialistas dos dirixentes fascistas. A complicidade das elites económicas, o conformismo dunhas clases medias que se suben ao carro dos gañadores e, tamén, a resistencia subterránea ao estado de cousas, conforman o contexto que sirve de soporte á trama.

A novela é, ante todo, a testemuña estupefacta de quen viu vir unha onda de nihilismo reaccionario capaz de barrer todo o existente en nome dos vellos privilexios de clase e dos delirios raciais do século XX. Estos, alimentados polos incipientes medios de comunicación de masas, substanciaríanse na noxenta "solución final" de 1942, materialización da ignominia máis grave cometida nunca contra a especie humana en forma de campos de exterminio. O camiño ata chegar a ela comezara case dúas décadas antes, coa intoxicación ideolóxica levada a cabo de forma lenta pero sostida en todas as capas do tecido social alemán, en especial sobre a súa mocidade. Horváth utiliza frases curtas e secas, sen adxectivos apenas. A súa prosa está reducida ao mínimo, os pensamentos do protagonista mestúranse con descricións breves dos acontecementos que o asaltan configurando un todo que é pura estrutura ósea. O armazón novelístico vai facendo unha especie de espiral na que se repite o tema central ampliando as súas circunstancias contextuais: da escola pásase ao campamento de milicias e, deste, ao xulgado e ao tecido social do seu pobo. As mesmas conductas, o mesmo clima moral, o mesmo pánico ante as dimensións que toma a enfermidade colectiva.

Lido dende 2021 o texto produce un estremecemento considerable. É evidente que o fascismo non está educando á nosa mocidade cun programa autoritario e proclamas racistas explícitas transmitidas dende os colexios. Pero mentras as escolas esmorecen atascadas no modelo educativo deseñado para formar man de obra na sociedade industrial, a rapazada é educada polas redes sociais, o infinito de datos contidos en internet e o mercado. E este último, en especial, non funciona a base de ordes e disciplina, senón de seducción e fetichismo da mercancía. As mensaxes, porén, son sinxelas: egoísmo economicista, cultura do éxito, desprezo do diferente -en especial se é pobre, está racializado ou non é heteronormativo- e negación do colectivo en calquera das súas formas, excepto cando se trata de cuestións patriótico-identitarias de aspecto brando e festivo pero de fondo duro e serio (ese patriotismo deportivo no que todo son risas ata que un despreza abertamente os sentimentos patrióticos maioritarios). Non son as coordenadas morais do nazismo pero prefiguran un orde social que reverbera con el. Se lle sumamos a isto a onda neoreaccionaria contemporánea que enfoca a carraxe das clases sociais perdedoras da globalización sobre as clases subalternas, atopamos un cóctel estrano no que os intereses dos máis ricos (penso nun Trump, un Boris Johnson e similares) son defendidos violentamente por aqueles que se asoman ao abismo da precariedade, a pobreza e o desenganche social. Con estes materiais, que tería escrito Odön von Horváth de ter vivido hoxe?

Como Stephen King anticipou a aparición de Donald Trump na súa novela de 1979 "A zona morta" na figura do candidato Greg Stillson

Na parte 2 do capítulo XIX, o protagonista de "A zona morta", John Smith, asiste a un dos mítines do candidato á Camara de Representantes Greg Stillson -antes do seu ascenso meteórico como candidato á presidencia de EEUU- e escoita o programa electoral deste:

"Que faremos en Washington? Por que queremos ir a Washington? -oubeu Stillson-. Cal é o noso programa? O noso programa consta de cinco puntos, amigos e veciños, cinco vellos puntos! E cales son? Direino de entrada! Primeiro punto: FORA OS CAMANDULEIROS!"
A multitude lanzou un tremendo ruxido de aprobación. Alguén lanzou ao ar unha manchea dobre de confetti e alguén máis oubeu: "YAAAAAHO!". Stillson inclinouse sobre a súa tribuna.
"Queren saber por que uso este casco de obreiro amigos e veciños? Direilles por que. Úsoo porque cando me envíen a Washington, vou pasar a través deles como vos-xa-sabedes-que a través dun canaval! Acometereinos así!"
E ante os ollos incrédulos de Johnny, Stillson baixou a cabeza e botou a correr como un touro mentres lanzaba un agudo gallamouto reverberante. [...] A multitude púxose frenética. Stillson cargou de novo en dirección á tribuna, quitouse o casco e botouno cara á multitude xirando polo ar. Inmediatamente desatouse un pequeno tumulto para atrapalo.
"Segundo punto! -berrou Stillson fronte ao micrófono-. Imos botar a calquera funcionario do Goberno, dende o máis alto ata o máis baixo, que se deite cunha muller que non sexa a súa esposa. Se queren ir pasando de cama en cama que non o fagan amarrados á chucha pública!"
[...]
"Terceiro punto! -ruxiu Stillson-. Imos lanzar toda a contaminación ao espazo. Meterémola en bolsas do lixo! Dispararémola a Marte, a Xúpiter, aos aneis de Saturno! Teremos ar puro e teremos auga pura... e terémolos en SEIS MESES!"
[...]
"Cuarto punto! Dispuxermos de toda a gasolina e o petróleo que nos faga falta! Deixaremos de coquetear con estes árabes e puxermos serios! O vindeiro inverno non haberá vellos conxelados en New Hampshire como o inverno anterior."
Isto desencadeou un clamor unánime de aprobación. O inverno anterior atoparan a unha anciá morta de frío no seu apartamento aparentemente despois de que a compañía do gas lle cortara o subministro por falta de pago.
"Somos fortes, amigos e veciños, e podemos facelo! Hai aí alguén que opine o contrario?"
"Non!", bruou a multitude
"Último punto! -dixo Stillson e achegouse ao carriño de metal. Levantou a tapa de bisagras e un bafo de vapor saiu cara afora-. SALCHICHAS!"
Comezou a sacar do carriño mancheas dobres de salchichas. Johnny deuse conta de que o carriño era unha cociña portátil. Arroxou as salchichas á multitude e colleu máis. As salchichas voaban en todas direccións.
"Salchichas para todo home, muller e neno de América! E cando senten a Greg Stillson na Cámara de Representantes, exclamarán, SALCHICHAS! POR FIN ALGUÉN LÉMBRASE DE NÓS!"

 

Agás na tontada do Make America Great Again e no uso ladino das redes sociais  que faría o clown laranxa (na época na que escribiu a novela non existía nin o internet explorer), penso que o bó de Stephen acertou en todo o demais: propostas absurdas, escenografías chocantes, uso dos media como bufón hiperhistriónico e apelacións ridículas ao orgullo nacional. Coma se o escritor fora o vidente que protagoniza o libro, Stephen King adiviñou con case catro décadas de adianto o tipo de monstros que estaba a parir o imperio americano. Igual que en "O misterio de Salem´s Lot", onde a responsable de levar a un grupo de vampiros a unha tranquila vila do Leste americano é unha promotora inmobiliaria. (É moi tentador sacarlle partido a isto último. Queda para outra.)

Mitch Epstein, Property Rights

 Grazas á lista de correos de The Atlantic descubro a obra do fotógrafo estadounidense Mitch Epstein. Revisando a súa web atopo un libro de fotografías adicado aos procesos recentes de confiscación de terras nos Estados Unidos por parte do seu goberno e as comunidades resistentes que xurdiron para facerlle fronte. Unha imaxe en concreto captura a miña atención:

 

Nela pode verse ao adolescente Ahston Clatterbuck recreando para a cámara do fotógrafo o momento de ser detido durante as protestas de 2018 para impedir que un oleoducto atravesara as súas terras en Lancaster, Pennsylvania. O xesto de abrazar/protexer/ligarse á arbore está acompañado por unha mirada de determinación absoluta tinguida de tristura e cansanzo que conmove e produce unha carraxe considerable ao tempo.

Na web da editorial do libro recóllese con exactitude o espírito das imaxes recopiladas nel:


Who owns the land, by whose authority, and with what rights? These questions led Mitch Epstein to make Property Rights, a collection of photographs and short texts examining the American government’s ongoing legacy of property confiscation, and how communities gather to resist. Epstein began this series in 2017 at Standing Rock, where thousands protested the installation of the Dakota Access Pipeline on Sioux land. Over four years, he charted other contested lands from Pennsylvania and Hawaii to the Mexican border, as well as land loss through wildfires and flooding due to egregious environmental negligence.


(Esta entrevista e esta reportaxe sobre a obra de Mitch Epstein tamén están moi ben)

Emily Atkins, novos termos para os tempos do cambio climático

 Encántame "Heated", a lista de correo de Emily Atkins adicada a dar conta das transformacións climatolóxicas que estamos a experimentar de maneira acelerada como consecuencia do aumento da concentración dos gases de efecto invernadoiro na atmosfera.

No seu último mail aparece un glosario dalgúns termos aparecidos en 2020 e 2021 para poder nomear non so as alteracións do clima senón tamén algunhas conductas humanas asociadas. Traduzo coa axuda do collins dictionary e o linguee:

  • Petromasculinidade, a palabra da investigadora Cara Daggett para describir un tipo de masculinidade abundante nos Estados Unidos demostrou ser unha forza motriz do movemento negacionista do cambio climático. (Outubro 2020).
  • Oilsplaining, a nosa palabra para cando un tipo ao chou que non entende completamente o cambio climático explica os beneficios dos combustibles fósiles. (Abril 2021).
  • Meatposting, o noso termo para publicar fotos de carne nas redes sociais con textos que glorifican o seu consumo. (Abril 2021).
  • Greentrolling, a palabra da escritora Mary Heglar para nomear directamente ás compañías de combustibles fósiles nas redes sociais cando intentan facer un greenwashing. (Decembro 2020).
  • Ecofascismo, unha palabra que usamos antes no boletín e certamente non unha que acuñamos, senón unha importante coa que volver familiarizarnos a medida que é abrazada polos conservadores. (Xaneiro 2021).

Aquí, o enlace á súa web para subscribirse á lista de correo: https://heated.world/

K-punk Volumen 3. Escritos reunidos e inéditos (Reflexiones, Comunismo ácido y entrevistas), Mark Fisher


SPINZA, K-PUNK, NEUROPUNK [13 de agosto de 2004]

Ser spinoziano es la cosa más fácil y más difícil del mundo.
Fácil porque solo es cuestión de actuar de forma tal de producir encuentros alegres. Difícil porque las condiciones de base del Sistema Operativo (SO) Humano van en contra de ello, en uno de los trucos más deliciosamente crueles de la naturaleza. La pregunta central que se proponía contestar El Anti-Edipo de Deleuze y Guattari era profundamente spinoziana: "¿Por qué combaten los hombres por su servidumbre?". Por otra parte, el modelo de la adicción de Burroughs, spinoziano y abstracto (es decir, PARA NADA metafórico: ¿qué podría ser más literal?), describe cómo la humanidad es esclava de una máquina de producir miseria, cuyos intereses no son los propios.
[...]
Según Spinoza, ser libre es actuar de acuerdo con la razón. Actuar de acuerdo con la razón es actuar de acuerdo con tus propios intereses. Pero finalmente tenemos que reconocer que, siguiendo a Spinoza, el mayor interés de la especie humana coincide con volverse inhumano.
Muchos de los problemas del SO humano provienen de la ineficiencia de su soporte bio/neurológico. A diferencia de organismos muy simples que están organizados para ser atraídos hacia aquello que es beneficioso para ellos y huir de lo que les resulta hostil, los seres humanos tienen un sistema de procesamiento de estímulos exógenos y endógenos enrevesado, que se aloja en el arborescente sistema nervioso central que sale de la espina dorsal, y es supervisado por el cerebro. De hecho, según los neurólogos, el cerebro en realidad está compuesto por tres cerebros distintos: el "cerebro reptiliano", responsable de las funciones básicas de supervivencia como respirar, dormir, comer; el "cerebro mamífero", que abarca unidades neuronales asociadas con las emociones sociales; y el cerebro "homínido", que es específico de los seres humanos e incluye gran parte de nuestro córtex, es decir, la capa delgada y plegada que cubre el cerebro y es responsable de funciones "superiores" como el lenguaje, la conciencia y la planificación a largo plazo. La neurología también tiene un relato rigurosamente materialista de las configuraciones tanáticas entre el deseo y la prohibición descritas por Lacan y Zizek,
De una manera que es clave para el análisis de Burroughs, esto provee una explicación de por qué los humanos tienen una inclinación por los comportamientos adictivos. Esto es porque de hecho hay dos circuitos separados, uno para lo que te motiva y otro para lo que te gusta. En las últimas fase de la adicción, uno quiere consumir la droga, pero es poco probable que también le guste inyectarse. Si se reúne todo esto, se obtiene la receta neurológica para la miseria, el odio y la violencia que han caracterizado la historia humana de forma implacable. Nietzsche dijo que si los animales pudieran describir a la especie humana, la llamarían "la criatura triste".
Sin embargo, a causa de este horrible ensamblaje mórbido, el ser humano contiene un potencial para desestratificar del cual carecen los organismos simples de funcionamiento optimizado. Allí es donde Spinoza converge con el cyberpunk y por ende con Deleuze y Guattari, autores del programa teórico principal del cyberpunk. Como dije antes, una de las consecuencias del análisis de Spinoza es que se puede usar el mismo marco casual que se aplica al llamado mundo natural para entender el hardware de generación de emociones de los seres humanos. En el siglo XX, la cibernética hará el mismo descubrimiento.
[...]
Ahora vemos por qué devenir inhumano es lo que más conviene a la humanidad. El organismo humano está organizado para producir tristeza. Lo que nos gusta nos puede lastimar. Lo que se siente bien puede ser veneno.
El fascinante potencial desestratificador de la neuroeconomía, entonces, consiste en su capacidad de ser usado contra sus propósitos más ostensibles. Como uno de los tantos programas de esclavitud del Kapital, el propósito de la neuroeconomía es inducir la clase de compulsión de repetición idiota que describen Burroughs y Mark Downham. Según Rita Carter: "Cuando el pensamiento entra en conflicto con la emoción, los circuitos neurales del cerebro prevén que esta última prevalezca". El programa spinoziano de un cuerpo sin organización pretende revertir esta prioridad, ofreciendo mapas abstractos para imponer el objetivo de la razón sobre la condición de base emocional. Por eso, el k-punk es también neuropunk: un recableado intenso de los circuitos neurales de la humanidad.
Todas las culturas entenedieron que ser un sujeto es ser un mono torturado en el infierno, aunque muchas veces reprimieran este conocimiento. Por eso la religión, las prácticas chamánicas, etc., buscaron la producción del CsO [Cuerpo sin Órganos]. Paradójicamente, el mayor interés de cualquier cuerpo es no tener interés alguno, es decir, identificarse con el cosmos en sí como el CsO, el dios spinoziano, el cuerpo lemuriano de uttumul.
[...]
Para el CsO todo es positivo: ¿qué se puede hacer con este aullido de subjetivismo escandalizado? Bueno, en este momento [2004], Marcello Carlin [autor del blog sobre música The Church of Me] está funcionando como un ejemplo morbosamente convincente de cómo no ser un buen spinoziano. El riguroso análisis de la tristeza que hace Spinoza muestra que las personas tristes no se relacionan de manera directa y sensible con el mundo, sino con sus propias imágenes congeladas (piensen en ellas como en viejas memorias de datos caché). Si lo pueden aguantar, fíjense en el modo en que Marcello se inclina ante los molinos de viento de sus propios fantasmas, con un patético deseo de atención que es un ejemplo de cómo producir encuentros tristes. Es la exhibición de un fetichismo romántico de la autodestrucción que, lejos de ser subversivo o transgresor, es el Sistema Operativo Humano en persona. (Atención: es clave distinguir entre el intrincado arte del desensamblaje y los horrendos procesos tanatrópicos de autodestrucción.)
Aún así, en palabras de la fórmula spinoziana preferida por Deleuze, nadie sabe lo que puede un cuerpo. Quizá llegue un momento en el que incluso Marcello se nos una en este experimento de apagado de la identidad que recién empieza. ¿Qué persona razonable no lo haría?

 

COMUNISMO ÁCIDO. INTRODUCCIÓN INCONCLUSA [El libro que Mark Fisher no terminó de escribir]


La idea central de este libro es que en los últimos cuarenta años no se ha buscado otra cosa que exorcizar "el fantasma de un mundo que puede ser libre". Adoptar la perspectiva de este mundo nos permitiría revertir algunos énfasis en los que han insistido tantas de las batallas recientes de la izquierda. En vez de intentar una superación del capitalismo, deberíamos enfocarnos en lo que el capital debe obstruir siempre: la capacidad colectiva de producir, cuidarnos y disfrutar. En la izquierda llevamos mucho tiempo equivocándonos: no es que nosotros semaos anticapitalistas, sino que el capitalismo, con sus policías munidos de máscaras y gases lacrimógenos, con todas las sutilezas teológicas de su economía, se propone bloquear la emergencia de una Abundancia Roja [referencia al libro de Francis Spufford en el que se relata el instante en que la utopía del comunismo soviético tomó por asalto la realidad]. La superación del capital debe estar fundamentalmente basada en la comprensión básica de que, lejos de "crear riqueza", el capitalismo siempre y necesariamente bloquea la producción de una riqueza común.

El agente principal dedicado al exorcismo del espectro de un mundo que puede ser libre es el proyecto que se ha llamado neoliberalismo, pero no es el único. Y el verdadero objetivo del neoliberalismo no fueron sus enemigos oficiales, es decir, el monolito decadente del bloque soviético, y las ruinas de la democracia social y el New Deal, los cuales ya se desmoronaban por el peso de sus propias contradicciones. Entenderemos mejor el neoliberalismo si lo pensamos como un proyecto orientado a la destrucción de los experimentos de socialismo democrático y comunismo libertario que afloraban a finales de los sesenta y principios de los setenta al punto de volverlos impensables.

La consecuencia más importante de la eliminación de estas posibilidades fue la condición que yo llamé realismo capitalista: la aceptación resignada de que no hay alternativa al capitalismo. Si hubo un acontecimiento fundador del realismo capitalista, se trató de la violenta demolición del gobierno de Salvador Allende en Chile por parte del general Pinochet, apoyado por los Estados Unidos. Allende estaba experimentando con una forma de socialismo democrático que ofrecía una alternativa real tanto al capitalismo como al estalinismo. La destrucción militar de la presidencia de Allende, y las encarcelaciones y torturas masivas que vendrían después, son apenas el ejemplo más violento y dramático de los esfuerzos del capitalismo para aparecer como el único modo "realista" de organizar la sociedad. En Chile no solo se terminó con una nueva forma de socialismo; el país, además, se transformó en un laboratorio en el que se ensayaron las medidas que luego se lanzarían en otros centros del neoliberalismo (desregulación financiera, apertura de la economía al capital extranjero, privatización). En países como los Estados Unidos y el Reino Unido, la implementación del realismo capitalista fue mucho más gradual y, además de la represión, incluyó incentivos y tentaciones. Pero el efecto final fue el mismo: extirpar la idea de un socialismo democrático o un comunismo libertario.

Exorcizar "el fantasma de un mundo que puede ser libre" no era una cuestión estrictamente política, sino además cultural. Fue la cultura la que cultivó con mayor ímpetu este fantasma, y la posibilidad de un mundo más allá del trabajo duro; incluso, o quizás especialmente, la cultura que no se pensaba a sí misma como dotada de orientación política.

[...] En gran medida, repensar los setenta es más importante que revisar los sesenta. La década del setenta fue aquella en la que el neoliberalismo empezó un ascenso que luego narraría, retrospectivamente, como irresistible. Pero trabajos recientes sobre los setenta (entre ellos Stayin´ Alive: The Last Day of the Working Class, de Jefferson Cowie; When the Lights Went Out, de Andy Beckett; y That Option No Longer Exists, de John Medhurst) han subrayado que la década no consistió únicamente en el drenaje de las posibilidades que habían explotado en los años sesenta. Los setenta fueron años de lucha y transición, durante los cuales el significado y el legado de la década anterior fueron campos de batalla cruciales. Algunas de las tendencias emancipatorias que habían surgido en los sesenta se intensificaron y proliferaron en la década siguiente. "Para muchos británicos politizados", escribe Andy Beckett, "la década no fue la resaca después de los sesenta; fue el momento en que la gran fiesta de los sesenta empezó de verdad". La exitosa Huelga de Mineros de 1972 implicó una alianza entre mineros y estudiantes en huelga, que hacía eco de una convergencia similar en París en 1968, cuando los mineros usaron el campus de la Universidad de Essex en Colchester como base en la zona de Anglia Oriental.

Al apuntar mucho más allá del relato facilista que repite que "los sesenta condujeron al neoliberalismo", estas nuevas lecturas de los setenta nos permiten entender mejor la habilidad, la feroz energía y la imaginación improvisadora que debió desplegar la contrarrevolución neoliberal. La instalación del realismo capitalista no consistió de ninguna manera en la restauración de una situación anterior: el individualismo obligatorio impuesto por el neoliberalismo era una nueva forma de individualismo, una definida en oposición a diferentes formas de lo colectivo que se habían proclamado en los sesenta. Este nuevo individualismo estaba diseñado para dejar atrás aquellas formas colectivas, y hacer que las olvidáramos. Por eso, recordarlas es menos un acto de rememoración que un gesto de des-olvidar, un contra-exorcismo del espectro de un mundo que puede ser libre.

Ali Smith, Otoño



Hace un instante era junio. Y ahora hace tiempo de septiembre. La mies está alta, lista para la siega, brillante, dorada. ¿Noviembre? Inconcebible. Solo a un mes de distancia. Los días todavía son cálidos, pero en la sombra el aire es más frío. Las noches llegan antes, más frescas, más breve la luz. Oscurece a las siete y media. Oscurece a las siete y cuarto. Oscurece a las siete. El verde de los árboles lleva apagándose desde agosto, desde el mismo julio. Pero las flores siguen brotando. Y aún susurran los setos. Las manzanas llenan el cobertizo y todavía quedan muchas en el árbol. Hay pájaros en el tendido eléctrico. Hace semanas que se marcharon los vencejos. Ahora están a cientos de kilómetros de distancia, sobrevolando el océano.


Hai unha insistencia algo molesta nas reseñas deste marabilloso libro coa teima de circunscribilo ao Brexit. Coma se fora o eixo temático e argumental do que nel se conta. A miña sensación é que máis que centro estrutural, tal Brexit, máis ben, ven sendo paisaxe, lenzo, contexto, quizais atmosfera ou mesmo estado de ánimo. Polas súas páxinas desfilan os grandes temas da humanidade e un amor infinito polas posibilidades da linguaxe. Posibilidades expresivas, comunicativas, artísticas, ideolóxicas, sentimentais, guerreiras e mesmo absurdas. Polas súas páxinas cabalgan varias historias de amor e amizade. Están trazadas con delicadeza e complexidade e fannos rir e chorar e as dúas cousas ao tempo ás veces. Tamén saen Christine Keller e o caso Profumo, e Pauline Boty -a Bardo de Wimbledon nun dos memorables xogos de palabras do libro- e a arte pop inglesa dos anos 60, e, por suposto, si, o Brexit e o clima moral envilecido asociado a el. E tamén lémbrasenos como a vida neste man´s world no que vivimos e que cantaba James Brown é unha catástrofe para as mulleres (imaxinemos fai seis décadas) (e mesmo para os supostos gañadores do sistema, por motivos e con consecuencias moi distintas, claro). É un libro que cita con maestría (e de novo, con amor infinito) a Shakespeare e a Dickens e a Huxley e a Keats. É un libro no que cada páxina é un tesouro e un lume quente e mesmo xeado de chocolate negro con pepitas de chocolate. Un recordatorio dos poderes da linguaxe e das historias e de como rachar as reglas sobre ambas cousas para facelas máis poderosas aínda. É un libro para quedarse nel e lerse a un mesmo as súas páxinas en voz alta, unha vez ao día polo menos. Para sentirse menos tonto. Para pensarse a un mesmo con algo de calma, iluminado polas verbas precisas das súas páxinas, como velas temblorosas que amosaran unha sombra vacilante na que nos recoñecemos parcialmente. Ou con algo máis de precisión. Según o día.

David Lynch home do tempo

 De 2005 a 2010 e dende marzo de 2020 en adiante

Catro anos sen a miña tía Mariló

 En novembro de 2017 faleceu a miña tía Mariló aos 63 anos de idade como consecuencia do rebrote dun cancro que superara tres anos atrás. Este verán de 2021, como os anteriores dende entón, boto de menos a súa presenza na casa dos meus pais, o seu estar como un balbordo de alas de bolboreta, a sensación de froita fresca recén recollida que daba sempre a súa conversa. A miña tía Mariló entraba sempre na casa dos meus pais co sorriso posto. A ledicia natural de rencontrarse coa súa irmá maior, co seu cuñado -o meu pai- cos seus sobriños e con quen estivera alí nese momento. Sen finximentos nin reparos: o feito de estar xuntos sempre era un motivo de celebración, e a súa aportación de partida comezaba obligatoriamente por estar de bó humor, por transmitirnos o grato que lle resultaba o momento de reunirnos de novo.

Nos veráns, na casa dos meus pais, deixaba as cousas na mesa da cociña (sempre traía algo para acompañar o xantar), revisaba os acontecementos que se perdera dende a última vez que nos miráramos e comentaba con paixón e ironía as novas que traían os xornais, entre escandalizada e divertida, xogando cos titulares e esaxerando un pouco a súa reacción ante a barbarie xeralizada que percorría o mundo.

O seu último verán connosco, en 2017, non foi como os demais. A metástase avanzaba imparable polo seu organismo. O seu corpo, atravesado por dores incalmables, encollíase a ollos vista dun día para outro. A transparencia do seu sofrimento conmovíanos tan profundamente que eramos case incapaces de dicirlle nada. A miña tía Mariló, que sempre traía o consolo da súa presenza consigo, esvaraba paseniñamente con cada hora, nun traxecto que non admitía compaña. A miña nai, ao seu lado, sempre pendente de cada xesto, sofría silenciosamente coa desaparación progresiva da súa irmá. Acostumada a manterse en pé pese a todo, esforzábase por gardar a súa dor nalgún lugar remoto da súa alma, procurando mantela a distancia, expulsada a outro país do que, sabía perfectamente, pronto voltaría como unha besta desbocada.

Así, no verán de 2017 todos contíamos a respiración nas comidas coa miña tía Mariló. Acostumados ao seu caudal de risas e á súa conversa, a vernos mellorados no espello da súa mirada, contemplabamos o seu silencio como quen mira arder unha paisaxe. No seu lume persoal ardíamos tamén nós, a distancia, afogados polo fume que deixaban as súas queixas en voz baixa, as súas miradas doentes, o seu corpo fráxil que se facía pequeno case cada hora de agosto, como se o sol daqueles días non quentase e ao seu arredor sempre fixera un frío de aire acondicionado averiado.

Lembro a súa figura envolta nunha toalla sentada nunha tumbona tratando de acumular raios de sol sen éxito no seu corpo preso dun enfriamento incomprensible. Dando cabezadas nun estado intermedio entre a vixilia e o sono, nun rictus que condensaba o tránsito que estaba a experimentar. Cando tiña unha sesión dura de quimioterapia ou de radioterapia chegaba esgotada como se lle tiveran quitado todas as forzas que aínda lle quedasen, mentras ela, aínda así, trataba de racionalizar a dor inexplicable que se extendía como un exército imparable por todos e cada un dos osos do seu corpo. Pese as boas palabras e ás frases de consolo referidas a unha próxima melloría, que, según os médicos chegaría máis adiante, o noso silencio compartido, o noso silencio estupefacto, o noso silencio abraiado pola experiencia que estaba a atravesar, creaba un espazo angustioso ao seu arredor so fracturado por comentarios esporádicos sobre as cousas do día, as do mundo ou mesmo as nosas, tan nada nese momento.

Cara a setembro xa albiscabamos o desenlace que ía ter lugar. A velocidade dos procesos, a fractura do seu organismo. A desaparición total das risas, dos comentarios. As bolboretas que deixaran de sacudir as alas. A froita fresca que xa non estaba. Contíamos a respiración e esperabamos o milagre. O medicamento axeitado, o tratamento correcto, algo que se lle tivera escapado á mediciña e que actuase no último momento.

Nada foi posible.

A miña tía Mariló morreu un par de meses despois dese verán de 2017. O noso mundo familiar xa non volveu a ser igual. A miña nai afanándose en vivir coa dor pola perda, unha esfera escura de densidade infinita albergada nalgún punto do seu corpo.

A miña nai segue a falar da miña tía Mariló en presente. É a súa unha presenza que continúa entre nos con insistencia e dozura. Unha presenza que, de cando en vez, lémbranos os días de todos os veráns anteriores a 2017. Cando estaba con nós e ao seu arredor habitaba permanentemente unha ledicia atmosférica, unha celebración continua de estar xuntos que boto de menos con frecuencia matemática. Desexaría ter sido doutra maneira todos os anos anteriores para terlle transmitido explicitamente o feliz que me sentía na súa compaña. O dichoso que me facía compartir horas con ela. As risas e as bromas. Toda a lixeireza que acompañaba o tempo xunto a ela. A sensación danzarina de estirar as horas cociñando e conversando e indo á praia tomar o sol, como se os días de estío foran os grans de area dun areal inacabable que sempre foran a estar aí, á nosa disposición, e nós pudieramos pasear por el indefinidamente. Deixándonos ir coa confianza inconsciente que temos na durabilidade de todo o que é bó, de todo o que está ben.



Faber cóntalle a Montag as tres cousas que lle faltan no seu razoamento sobre a importancia dos libros en Fahrenheit 451

˝Dase conta agora de por que os libros son odiados e temidos? Amosan os poros da faciana da vida. A xente comodona so desexa caras de lúa chea, sen poros, sen pelo, inexpresivas. Vivimos nunha época na que as flores tratan de vivir de flores, en lugar de medrar grazas á choiva e o negro esterco. Mesmo os fogos artificiais, pese á súa beleza, proceden da química da terra. Así e todo, pensamos que podemos medrar manténdonos con flores e fogos artificiais, sen completar o ciclo, de regreso á realidade. Coñecerá vostede a lenda de Hércules e de Anteo, o loitador xigantesco, cuxa forza era incrible en tanto estaba chantado en terra. Pero cando Hércules o sostivo no ar, sucumbiu facilmente. Se nesta lenda non hai algo que pode aplicarse a nos, hoxe, nesta cidade, entón é que estou completamente tolo. Bo, aí, está o primeiro do que dixen que necesitabamos. Calidade, textura de información
- E o segundo?
- Ocio
- Oh, dispoñemos de moitas horas despois do traballo
- De horas despois do traballo, si, pero, e tempo para pensar? Se non se conduce un vehículo a cento cincuenta quilómetros por hora, de modo que so pode pensarse no perigo que se corre, estase intervindo nalgún xogo ou se está sentado nun salón, onde é imposible rifar co televisor de catro paredes. Por que? O televisor é "real". É inmediato, ten dimensión. Diche o que debes pensar e dino a berros. Ha de ter razón. Semella tela. Asobállate tan apremiantemente para que aceptes as túas propias conclusións, que a túa mente non ten tempo para protestar, para berrar: "Que parvada!"
- So a "familia" é xente [refírese ás persoas que aparecen no televisor de catro paredes]
- Que dis?
- A miña esposa afirma que os libros non son "reais"
- E grazas a Deus por iso. Un pode pechalos, dicir: "agarda un momento". Un actúa como un deus. Pero, quen se ten arrincado algunha vez da garra que o suxeita unha vez instalado nun salón con televisor? Dalle a un a forma que desexa! É un medio ambiente tan auténtico como o mundo. Convírtese e é a verdade. Os libros poden ser combatidos con motivo. Pero, con todos os meus coñecementos e escepticismo, nunca fun capaz de rifar cunha orquesta sinfónica dun centenar de instrumentos, a toda cor, en tres dimensións, e, formando parte, ao mesmo tempo, deses incribles salóns. Como ve, o meu salón consiste unicamente en catro paredes de xeso. E aquí teño isto -amosoulle dous pequenos tapóns de goma-. Para as miñas orellas cando viaxo no "Metro".
- "Dentífrico Denham"; non mancha nin se reseca- dixo Montag cos ollos pechados-. Onde iremos a parar? Poderían axudarnos os libros?
- So se a terceira condición necesaria puidera sernos concedida. A primeira, como dixen, é a calidade da información. A segunda, ocio para asimilala. E a terceira: o dereito a emprender accións baseadas no que aprendemos pola interacción ou pola acción conxunta das outras dúas. Cústame crer que un vello e un bombeiro arrepentido poidan facer gran cousa nunha situación tan avanzada.

Un diálogo sobre libros na obra de teatro "Fahrenheit 451" entre Montag e Beatty que non aparece na película homónima

[...] Beatty, o xefe de bombeiros-queimalibros, leva ao protagonista Guy Montag á súa casa, un apartamento. Ao entrar, Montag descobre atónito que nas paredes hai aliñados miles de libros, toda unha biblioteca oculta! Vólvese cara ao seu superior e exclama:

- Pero ti es o incinerador xefe! Na túa casa non pode haber libros!

Ao cal o xefe, cun sorriso seco, replica:

- O delito non é ter libros, Montag, é lelos! Si, estou dacordo. Eu teño libros. Pero non os leo!

Perplexo, Montag agarda a explicación de Beatty.

- Non ves a beleza, Montag? Eu non leo nunca. Nin un libro, nin un capítulo, nin unha páxina, nin un párrafo. Pero sei xogar coa ironía, non é certo? Ter miles de libros e non abrilos nunca, darlle as costas á morea e dicir: non. É como ter unha casa chea de fermosas mulleres e sorrir e non tocar... nin unha soa. De modo que, xa ves, non son ningún delincuente. Se algunha vez me cachas lendo, si, entrégame! Pero este lugar é tan puro como o dormitorio dunha rapaza virxe nunha leitosa noite de verán. Estes libros morren nos andeis. Por que? Porque eu o digo. Nin a miña man nin os meus ollos nin a miña lingua lles dan alimento ou esperanza. Non valen máis que o po.

Montag protesta:

- Non entendo como non te sintes...

- Tentado? -exclama o xefe de bombeiros-. Oh, foi fai moito. A mazá foi comida e xa non existe. A serpe volveu á árbore. O xardín é malas herbas e mofo.

- Nun tempo... -Montag dubida e logo segue-: Nun tempo ti debiches ter querido moito os libros.

- Touché! -responde o xefe-. Por debaixo do cinto. Na queixada. Co corazón partido. As tripas abertas. Oh, Montag, mírame. O home que amaba os libros; non, o muchacho disparatado, tolo por eles, que gabeaba polos montóns como un atolado chimpancé.

"Comíaos como se foran ensalada; os libros eran para min o sandwich do almorzo, a merenda, a cea e o bocado da media noite. Arrincaba as páxinas, comíaas con sal, ensoupábaas con deleite, dentaba as costuras, pasaba capítulos coa lingua! Deceas, centos, billóns de libros. Levei tantos a casa que rematei corcovado. Filosofía, historia da arte, política, ciencias sociais; nomea o poema, o ensaio, a obra de teatro que queiras: cominos todos. E despois... despois... -A voz do xefe de bombeiros amortece.

Montag apremouno:

- E despois?

- Bo, sucedeume a vida. -O xefe pecha os ollos para lembrar-. A vida. O acostumado. O mesmo. O amor que non marcha de todo, o sono que se volve agre, o sexo que se fai pedazos, as mortes demasiado rápidas de amigos que non o merecen, o asasinato dun, a loucura doutro, a lenta morte dunha nai, o suicidio brusco dun pai..., unha estampida de elefantes anoxados, un ataque total da enfermidade. E por ningunha parte, ningunha, o libro xusto no momento xusto para reencher a fenda do encoro que se ven abaixo e conter o asolagamento, ou recibir unha metáfora, perder ou atopar un símil. Cara o final dos trinta anos, no bordo xa dos trinta e un, recollín os meus anacos, cada oso roto, cada centímetro de carne escoriada, mazada ou ferida. Mireime no espello e perdido baixo a asustada faciana dun mozo vin un vello, vin odio por todo, por calquera cousa, nomea a que sexa e a maldicirei, e abrín as páxinas dos magníficos libros da miña biblioteca e que atopei? Que, que?

Montag aventúrase:

- Páxinas baleiras?

- Premio! Si, en branco! Bah, estaban as palabras, dacordo, pero esbaraban polos ollos como aceite quente, sen ningún significado. Sen ofreceren axuda, nin consolo, nin paz, nin abeiro, nin amor verdadeiro, nin cama nin luz

Montag lembra:

- Hai trinta anos... As queimas finais de bibliotecas...

- Acertado. -Beatty asente-. E como non tiña traballo, e era un romántico fracasado, ou o que fose, presenteime para a primeira clase de bombeiros. Primeiro en subir os chanzos, primeiro en entrar na biblioteca, primeiro nese forno, o corazón ardente dos seus compatriotas sempre en chamas, empápenme con queroseno, pásenme a lapa!

(Extraído e pasado ao galego daquela maneira de aquí:)

 


Xogos Olímpicos 2020

 Pásame continuamente. Toda a miña fobia a ese negocio inmenso que é o deporte profesional acaba aplastada polo peso do hábito. Case sen darme conta acabo atrapado polas imaxes do evento deportivo que estea a celebrarse: unha eurocopa, un mundial de algo, uns campeonatos europeos de atletismo ou de bádminton a cabalo facendo o pino. Dá igual. A miña educación como espectador deportivo é firme, pétrea, das poucas cousas sólidas que existen na miña vida. Un monumento granítico erixido en honor da capacidade de emocionarse coas virtudes diso que chaman "o que pode(n) un(s) corpo(s)". Mirando algo cara atrás penso que o momento fundacional (e polo tanto, inevitablemente falso) podería situarse nun Expaña-Iugoslavia de 1977 clasificatorio para o mundial de Arxentina no cal a miña familia extensa transmitiume o virus da espectadorcite, esa enfermidade que che leva a asistir fascinado tanto a unha partida de cuartos de final de ping-pong masculino como a un clasificatorio Expaña-Polonia de waterpolo feminino sen levantar os ollos da televisión. Dame a risa frouxa cando escoito falar de que se os adolescentes están enganchados aos seu móbiles e ás redes sociais e o perigo do youtube e do tiktok. Nós, os xa case (case?) vellos que nacimos a principios dos setentas do século XX, poderiamos dar unha masterclass sobre o que é estar enganchado a unha pantalla, dunha forma máis rudimentaria pero igual de insana, dos centos de miles de horas perdidas (perdidas?) contemplando toda clase de enfrontamentos, algúns poucos realmente sublimes, outros moderadamente interesantes e a maioría vergonzantes por completo, como a nosa propia condición de espectadores.

Sucedeume, unha vez máis, coa Eurocopa do pasado xuño e sucédeme agora cos Xogos Olímpicos de Tokio (a miña intención era escribir isto así: "Xogo$ Olímpico$", pero corteime). Deixado atrás o esforzo de lembrar nomes e resultados como facía anos ha, entrégome ao pracer idiota de ver correr, chimpar, súar, tremar, berrar e chorar a centos de monomaníacos hiperprofesionais. Os corpos movéndose baixo un control estrito, convertidos en robots de carne, "máquinas brandas" que dicía William Burroughs. Iso tan básico que explica o éxito dos bós gags do cinema mudo. Os golpes, as carreiras, os saltos, as colisións: nada máis fascinante que a busca do límite físico alleo baixo circunstancias de presión extrema.

Sei de todo o negocio que hai detrás. Das transformacións -para mal- que sofren as cidades que soportan tales eventos baixo a presión dos grandes capitais internacionais e a servidume dos dirixentes políticos locais (penso nos degraciados habitantes desa Barcelona que xa non voltou a ser a mesma tras 1992). Das historias sórdidas que hai detrás dos dirixentes da cousa (como esquecer o pasado falanxista do funesto Samaranch). Da exaltación nacionalista inevitable asociada aos triunfos deportivos. Do blanqueamento de moitos dirixentes e reximes políticos grazas aos éxitos derivados da participación. Pese a todo iso, nas horas algo tristes de fraqueza que seguen ás comidas e ás ceas non poido evitar caer rendido. Uns cuartos de final de hípica no cal os cabalos fan cousas superantinaturais montados por unha banda de fillos de oligarcas económicos? Veña, estou dentro! Unha fase clasificatoria de Ping-Pong entre unha expañola de nome chinés que destroza a unha adversaria de Moldavia ou dun país próximo? Gimme more!!!

Non estou orgulloso, pero antes dábame certa vergoña e agora xa non. Imaxino que asumir que un sempre foi case todo o que odia forma parte do proceso de envellecer: xa non hai moito tempo para facerse ilusións sobre un mesmo. Iso si que é unha verdadeira olimpiada. E sen medallas.

 


Jeff Bezos saúda dende o espazo, un poema

 A cen kilómetros de altura

- pasada a liña de Kárman que marca a saída da atmosfera terrestre e saúda a entrada no baleiro cósmico do espazo exterior-

Dende unha das fiestras da súa nave espacial Blue Origin

Ollando con melancolía cara a esfera azul situada literal e metaforicamente aos seu pés

Jeff Bezos sorrí á cámara imaxinaria que leva toda a vida enfocándoo sen desmaio

E pensa nos mil millóns de dólares anuais que leva invertidos no proxecto dende 2003

E pensa nos salarios de entre quince e dezaoito dólares á hora que cobran os douscentos cincuenta mil traballadores dos seus warehouses (cifra obtida na súa web adicada á transparencia https://www.aboutamazon.es/centros-logisticos-de-amazon/)

E pensa nos millóns de horas extras non retribuídas que fan os seus repartidores oficiais e non oficiais

E pensa no exército de furgonetas azuis que enchen as rúas das cidades e no outro exército de furgonetas sen logos exteriores a cargo de traballadores sen contratos conducindo a reo por rúas máis escuras que o espazo exterior

E pensa nos millóns de unidades vendidas do Fire TV Stick Lite con mando por voz Alexa | Lite a trinta euros a unidade con dezasete mil catrocentas once valoracións positivas

E pensa nos millóns de unidades vendidas da BRITA MAXTRA+ – Pack 2 filtros para a agua, Cartuchos filtrantes compatibles con xerras BRITA que reducen a cal e o cloro a 18,90 € 

E pensa nos outros miles de millóns de obxectos absurdos-inútiles-ridículos-innecesarios que os seus empregados dos almacéns inmensos como países empaquetaron ao longo de xornadas interminables e os seus conductores de furgonetas repartiron en tempos record baixo a presión dunha valoración negativa na súa web

E pensa en como cada céntimo derivado deses obxectos absurdos-inútiles-ridículos-innecesarios transformouse nunha pinga no seu océano de douscentos mil millóns de dólares de fortuna persoal a xuño do ano dous mil vinte un

E non pode evitar que o seu sorriso adquira as dimensións da vía láctea ou do cúmulo local onde habita a nosa galaxia

E mentras ese xesto de ledicia infinita debúxase tratando de imitar o logo da súa empresa na súa faciana, el vai imaxinando cales van ser as súas verbas cando, dez minutos máis tarde, volte ao planeta do que lle gustaría fuxir para sempre

E vai dicindo en voz alta pero para si mesmo

"Grazas a todos os meus empregados"

"Grazas a todos os que comprades os obxectos absurdos-inútiles-ridículos-innecesarios por decenas de miles de millóns"

"Sen todos vós aupándome non sería capaz de ter chegado ata aquí"

"Non son máis listo, nin peor persoa que vos"

"Se acaso, teño ese punto espabilado que fai que un sexa moi bó facendo unha soa cousa na vida"

"Negocios"

"Acaso os faraóns déronlle as grazas aos centos de miles de escravos que levantaron as pirámides por eles? (man de obra realmente barata)"

"Eu son mellor que os faraóns"

"Saín ao espazo exterior grazas a vos. E todo fixéchedlo voluntariamente: traballar millóns de horas a reo por un salario de entre 15 e 18 $ á hora, mercar centos de miles de millóns de obxectos absurdos-inútiles-ridículos-innecesarios"

"Grazas, empregados e clientes"

"A miña riqueza débevos unha"

"Ups, non"

Aerócida, atmoterrorismo e o dereito a respirar nos tempos da COVID-19

Nun artigo de febrero de 2021 do artista Atsuhide Ito atopo estes dous termos, (o segundo obra do filósofo Peter Sloterdijk): aerócida (traducción aproximada do inglés aerocide) e atmoterrorismo. Dous termos para engadir á descrición do estado actual do noso mundo, no cal ata a posibilidade de respirar está comezando a converterse, para moitas persoas, nun motivo de preocupación. O artigo fala, ademais desas situacións extremas como o asasinato de George Floyd polo policía Derek Chauvin ou da morte da cidadana vietnamita Pham Thi Tra My nun contedor tratando de entrar a Inglaterra, e de como o acceso a un ar de calidade que posibilite levar unha existencia normal está a ser un problema político, ao estar este restrinxíndose lenta pero sostidamente a quen poida pagarse o feito de vivir nun lugar sen contaminantes. No seu párrafo final, Ito fai unha interesante conexión entre este dereito a respirar e o tema das máscaras que temos que levar por causa da COVID-19 dende fai xa máis dun ano:

En 2020, non só en Estados Unidos de América, senón tamén en Alemania e Inglaterra, houbo protestas contra o confinamiento nalgunhas prazas públicas. Aínda que proporcionalmente menor en número en comparación cos que se quedaron en casa, ou usaron máscaras e foron traballar, os manifestantes negáronse a usar máscaras. Desenmascarar foi un acto simbólico de desafío e tamén unha expresión da liberdade e os dereitos democráticos, como afirmaban estes manifestantes. Mentres tanto, a súa liberdade de expresión violaba a saúde e o benestar dos demais. Neste punto de tensión dialéctica, dilucídase unha ecuación simple e simétrica: a liberdade dun pode ser unha violación da dos demais. O virus coñecido como Covid-19 aproveitouse do hiperindividualismo que malinterpreta ao corpo como unha unidade individual sen a súa sociabilidade no aeródromo compartido. En lugar de facer que este campo sexa igualitario, a aeropolítica está producindo aos que poden respirar e falar, podendo así atender o proceso democrático e aos que se lles nega respirar. O aerocidio non é un síntoma do virus, senón a política que se nutre da desigualdade. Á vez que rende homenaxe á previsión de Sloterdijk na súa atención ao ar como tema central no contexto do terrorismo no cambio de milenio, é importante recoñecer os asasinatos asfixiantes resultantes das desigualdades estructurais. O chamamento de Achille Mbemebe ao dereito universal a respirar é un recordatorio de que o ar non está dispoñible para todos. O aerócida é un legado do século XX, un subproducto do desenvolvemento das armas químicas, pero non é necesariamente un método de crueldade intencional con asistencia tecnolóxica, senón unha violencia política que ten lugar nos espazos do cotián.

Al final siempre ganan los monstruos, Juarma

 


Pude estudiar y vivir en la ciudad por las becas. No tenía mucha vocación de nada y tampoco me veía haciendo algo distinto en la vida que no fuese trabajar en el campo o en la construcción. Que no te cuenten patrañas, que no te bombardeen la cabeza con frases motivacionales o de superación personal. El puto dinero es lo que decide qué va a ser tu vida. Trabajar mucho no te sirve para nada. No puedes cambiar las cosas ni aspirar a tener un presente o un futuro digno si no tienes dinero. No puedes salir del agujero donde estás con sueños e ilusiones, con esfuerzo y trabajo. Eso es un cuento. Siempre he tenido que buscarme la vida para tener dinero. Por eso empecé a trapichear. Porque necesitaba el puto dinero. Y con dinero todo es más fácil. Si alguien te dice lo contrario, miente.
Mi madre me come la cabeza con que podría haber hecho una oposición, pero no sirvo para eso. Me imaginaba a mí mismo de maestro y pensaba: ¿pero qué hostias le voy a enseñar a los niños? El mundo es un asco, si son pobres nunca van a salir de ahí, y el esfuerzo y el trabajo duro es una necedad para convencernos a los tontos de que nos dejemos el lomo y pongamos nuestra vida al servicio de que unos pocos hijos de puta vivan bien. ¿Cómo les iba a mentir a los niños? ¿Convencerles de que estudiaran?
[...]
Que le jodan a la educación, a vuestros padres, a vuestros maestros. Si no teneis dinero, no hay ningún futuro. Haced todo el puto dinero que podais antes de que os puedan meter en la cárcel. Porque, de todas formas, si vuestros papis no tienen dinero, no teneis futuro por mucho que os esforcéis, y es muy probable que acabéis entre rejas.

Xunto a "Feria" de Ana Iris Simón, e "Panza de Burro" de Andrea Abreu, este sería o terceiro capítulo dunha imaxinaria triloxía sobre a cara B da Expaña dos últimos trinta anos: a que apodrece nas marxes das urbanizacións con piscina e no extrarradio das cidades da península (e dos pobos insulares, no caso de "Panza de burro"). A que busca o seu sitio nos espazos mortos que deixan o tedio vital e a ausencia de expectativas. A que busca desesperadamente solucións individuais á anomia social e á falta de lazos colectivos. Como as outras dúas, puro costumbrismo en vena escrito con pulso e intensidade. Como elas, de lectura absorbente e tensión extrema. E, igualmente, complicadas de situar política e ideolóxicamente. Esta, en concreto, co seu nihilismo ao estilo "Trainspotting" e as narracións en primeira persoa rollo fluxo de conciencia, co seu apuntamento a un horizonte de naufraxios persoais sen redención algunha, semella hacer bó o lema punk do "non hai futuro", e, polo tanto, remata apuntalando de forma involuntaria o estado de cousas actual. Pero este é un problema de case todos os relatos que denuncian o fracaso do noso sistema socioeconómico contemporáneo: ao recoñecer de forma doente a súa victoria aplastante sobre a maioría das persoas, so están enunciando que, fora del, non hai posibilidade doutra cousa, iso que Mark Fisher (citado polo autor nunha entrevista moi chula) chamou fai tempo xa "Realismo Capitalista".

Semillas, de David Aja e Ann Nocenti

 

Encántame David Aja. Dende a súa novela gráfica sobre Hawkeye -unha historia de superheroes cruzada coa paisaxe da xentifricación e os desfiuzamentos nun barrio neoiorquino- son fan deste autor vallisoletano convertido en estrela do panorama comiqueiro estadounidense. Ann Nocenti, pola súa banda, é unha guionista de longo percorrido (así de memoria lembro a súa etapa a cargo de Daredevil tendo como debuxantes a pesos pesados como Sal Buscema, Barry Windsor-Smith, John Romita Jr e outros) que, según conta o propio Aja, pasou de ser autora adorada por el a camarada de proxectos. A colaboración de ambos despois de varios intentos que non chegaron a nada rematou cristalizando nesta novela gráfica, síntese en clave distópica (o costumbrismo da nosa época) de moitas preocupacións e inquedanzas contemporáneas moduladas dentro dos parámetros da ciencia-ficción.

Para comezar, un muro divide en dúas metades aos Estados Unidos. Un que separa a aquelas persoas que decidiron vivir sen tecnoloxías dixitais das que prefiriron continuar enganchadas a elas. Dos dous lados deste, a mesma natureza agónica e un clima anti-vida acubillan aos seres humanos de ambas partes. Separados fisicamente polo uso ou rexeitamento dos dispositivos dixitais, ambos grupos de humanos atópanse unidos compartindo unhas invivibles condicións ambientais. As máscaras -e non as da covid precisamente- son necesarias para respirar un ar irreversiblemente contaminado e tóxico. A terra, exprimida máis alá das súas capacidades produtivas, esmorece precipitadamente. E como símbolo definitivo da apocalipse medioambiental, a historia sitúa no primeiro plano o papel decisivo das abellas, epítome de todo o ecosistema aque acolle a vida no noso planeta, aparentemente ao borde da extinción pero non completamente. Este contexto, tan coñecido xa para calquera lector de cómics ou novelas sci-fi, tan habitual mesmo para os amantes dos binge-watching nas plataformas de streaming, vai servir para presentar unha case imposible historia de amor entre especies distintas. Como se Ann Nocenti e David Aja tiveran lido a Donna Haraway e decidiran dar forma ás súas teses acerca de aprender a vivir e morrer no Antropoceno acompañando aos seres humanos e non humanos. A textura da historia establece conexións continuas coa obra da bióloga e filósofa norteamericana ao tempo que se lanza sen cinturón de seguridade a explorar as repercusións de semellante historia de amor. Outras narracións tecen arredor ligazóns sutís coa historia principal: un multimillonario extravíase no espazo tratando de chegar pola súa conta a Marte. Unha empresa de biotecnoloxía trata de reparar por medios tecnolóxicos as brutais consecuencias da actividade humana. Un grupo de autoaxuda para abducidos por extraterrestres serve para poñer enriba da mesa moitos medos e paranoias contemporáneas. Unha xornalista a soldo dun medio de comunicación aficionado ás fake-news ten que decidir entre contar mentiras para disparar as audiencias ou dicir a verdade e cargarse con elo aquilo do que está a falar.

O tapiz, abigarrado e complexo, vai describindo en paralelo estas tramas en apariencia inconexas, amosando pacientemente as ligazóns subterráneas entre elas. O debuxo e a planificación das páxinas de Aja, insertados nesa xenealoxía que vai de Alex Toth a David Mazzuchelli, proporcionan viñetas icónicas, dotadas dunha forza expresiva extraordinaria, capaces de funcionar simultaneamente como elos na cadea narrativa e como símbolos que recollen a perturbadora indescifrabilidade da nosa realidade contemporánea.


 

No seu final, aberto e anticlimático, o conxunto amósase difícil de descifrar, deixando a sensación de que a historia non está rematada, esixindo ao lector un esforzo non de interpretación senón de imaxinación. O fluxo de viñetas e o tempo da narración acaban deixando na nosa beira un feixe de materiais que, tralo seu desfrute sensorial e intelectual requiren dalgún tipo de ordeamento posterior. Esa tarefa, tan gozosa como a da lectura, constitúe a lección última deste cómic: non é preciso un final pechado e sintético para que un conxunto de historias teña un sentido. Pero para conseguir isto é necesario un dominio do medio ao alcance de poucos autores. Parabéns ao Ann Nocenti e David Aja por esta marabilla.



Conexións



Veño de ler fai pouco estes dous libros practicamente en paralelo. O primeiro explica nun ton xornalístico rigoroso como o planeamento urbanístico organizado arredor das figuras dos PAUs ven de converterse nunha poderosa máquina de xerar ideoloxía na España post-crise 2008 e post-pandemia 2020. A fuxida masiva das cidades por parte de fragmentos importantes das clases medias aspiracionais na busca dun lugar afastado dos riscos e perigos das urbes tivo, nesta última década, consecuencias políticas concretas. Así, nas eleccións de abril de 2019, moitas destas rexións foron cinturóns laranxas (votantes de Cidadáns) arredor das cidades españolas máis poboadas, virando a cinturóns verdes (votantes de Bocs) na seguinte convocatoria electoral. O PAU, co seu pack de servizos privatizados (saúde, educación, ocio) e a bunkerización da vida familiar asociada a eles, converteuse nunha forma de colonizar territorio no que chaman a España Baleira (ou Baleirada, que nunca me aclaro con isto) significada especialmente pola posesión dunha piscina en propiedade como símbolo dun (imaxinario) ascenso social ligado á mellora das condicións de vida. Máis alá de moralismos inútiles, o libro desprega unha serie de cuestións importantes sobre este modelo espallado de asentamento no territorio (tan similar nalgunhas cousas ao asentamento galaico que vai de Tui ata Ferrol nunha interminable sucesión de edificacións sen orde nen control). A máis importante, para min, máis aló do que supón esa migración da cidade ao "campo" e da deriva política dos seus moradores, é o custo medioambiental asociado a esta forma de vida baseada no uso intensivo do automóbil particular e no consumo de enerxía ligado a uns cantos millóns de vivendas de nova construción. Tamén, e como asuntos non menores, o gasto de auga nun país que anda xustiña dela e a xestión dos servizos públicos correspondentes. O espíritu dos PAUers seméllase moito ao dos colonos do antigo oeste: como se non houbera estado nin administración, a súa experiencia da vida colectiva pasa pola privatización de todas as actividades posibles. E, citando a Tony Judt, o autor sinala como esta impugnación da cousa pública conduce inevitablemente ao cuestionamento do ben público colectivo de maior calado que temos: as propias leis. O punto final desta lóxica de bunkerización da vida privada e privatización do público é a asunción de facto da lei do máis forte. A experiencia PAUer pode ser resumida nun cóctel no que se combinan o atentado medioambiental, o cuestionamento ilimitado do público e a involución democrática. Un éxito para os populismos de ultradereita que están en pleno apoxeo polo planeta adiante neste momento terrible da nosa historia colectiva.

O segundo libro, xa de 2016 e polo tanto desfasado en moitos dos seus datos sobre as consecuencias da apocalipse medioambiental, sinala tres dos elementos principais descritos por Jared Diamond como sintomáticos dun sistema civilizatorio que semella estar entrando nun proceso de colapso: degradacións medioambientais masivas e disminución de recursos, cambios climáticos e, sobre todo, fallos sociopolíticos. Asimesmo, para medir a gradación deste colapso, o autor bota man da chamada "Escala de Orlov", na cal aparecen detallados os colapsos financieiro, económico, político, social, cultural e ecolóxico. Como sinalan os autores con múltiples exemplo, elementos de cada un deles atópanse dende fai xa varios anos en maior ou menor medida ao longo de todo o planeta en diferentes graos de desenrolo. Como din na páxina 147:

El modelo de colapso sistémico, basado en un estudio mucho más preciso de las dinámicas de los sistemas complejos y las redes, atribuye a nuestra civilización el comportamiento de un sistema altamente complejo. Pero el traspaso de puntos de inflexión invisibles junto con una sucesión de pequeñas alteraciones puede provocar cambios considerables cuya magnitud es difícil de prever. Las relaciones de causalidad son no lineales, pues el sistema está mezclado con numerosos bucles de retroacción. La consecuencia de este tipo de dinámica es que resulta intelectualmente -y, desde luego, materialmente- difícil plantear una contracción progresiva y controlada del sistema económico global manteniendo el nivel de vida necesario para controlarlo. En otras palabras, este modelo predice el traspaso de umbrales desapercibidos en un primer momento, pero con posteriores efectos combinados, no lienales y terribles, en lugar de apacibles fluctuaciones o de un decrecimiento tranquilo y bajo control del sistema económico actual.

Unha ollada rápida a algunhas das novas máis salientables do que levamos de verán apuntan a eses efectos non lineais: inundacións históricas no centro de Europa, incendios sen comparación con nada anterior en amplias zonas de Siberia e o noroeste de Estados Unidos, superación das temperaturas máximas en varios puntos do planeta con valores inimaxinables fai unha década, crises nas cadeas de suministros de chips, prezos disparados nas materias primas básicas, as olas que semellan non rematar do coronavirus coa conseguinte presión brutal sobre os sistemas sanitarios... o catálogo de sucesos non lineais descontrolados é interminable e debería poñer a todos os gobernos do mundo a actuar de forma coordinada para intentar salvar os mobles ante a espiral de catástrofes que se nos ven enriba. Porén, a resposta global, maioritaria e estupidamente ultradereitista e negacionista, adianta un futuro no cal a gran maioría da poboación do noso planeta vai (imos) sofrer con dureza unha mutación radical no seu modo de vida. Dous dos interrogantes pendentes para o que ven son 1) cal vai a ser a velocidade desa mutación e 2) cal vai ser a configuración que quede do sistema post-neoliberal que ten arrasado todo o planeta en todas as súas dimensións, esas que sinala a escala de Orlov para referirse ao colapso, baixo a bandeira dunha "liberdade" reducida a mera liberdade de consumo para os privilexiados que poidan acceder a ela.

Akelarre neofranquista nas xornadas do partido popular "Concordia, Constitución, Patriotismo y un toque de Franquismo"

 Así anda o extremo centro expañol: como polo sen cabeza e tratando de recuperar ao electorado que se pasou a Bocs




(A crónica do evento, narrada con humor e mala hostia, neste artigo descacharrante de Iñigo Sáenz de Ugarte no xornal eldiario.es)

El problema del trabajo: feminismo, marxismo, políticas contra el trabajo e imaginarios más allá del trabajo, Kathi Weeks

 


Como discurso individualizador, la ética del trabajo cumple la función ideológica consagrada en el tiempo de racionalizar la explotación y legitimar la desigualdad. Que todo trabajo es un buen trabajo, que todo trabajo es igualmente deseable e inherentemente útil, es, como William Morris ya señaló, "una creencia conveniente para aquellos que viven del trabajo de los otros". Max Weber observa que la ética protestante también "legalizó la explotación de esta disposición para el trabajo al interpretar el enriquecimiento del empresario como una ˝profesión˝ [vocación]". Desde la perspectiva de la ética del trabajo los gobiernos parecen proteger el bienestar de la ciudadanía al defender su derecho al trabajo, mientras que los empresarios no están extrayendo tanto plusvalor sino que están satisfaciendo las necesidades concretas de trabajo de sus empleados. Así como la ética protestante le dio al empresario burgués "la seguridad tranquilizadora de que el reparto desigual de los bienes de este mundo es obra de la providencia divina" (Weber), la ética del trabajo ofrece en cualquier época una poderosa racionalidad de la desigualdad económica. Del mismo modo, que "las pocas ganas de trabajar son síntoma de que se carece del estado de gracia" (íbidem), hoy el estado de pobreza levanta sospechas morales y puede atribuirse a la falta de esfuerzo y de disciplina individual. Después de todo, "Dios" -hoy podríamos agregar el mercado- "ayuda a quienes se ayudan a sí mismos" (íbidem). Como discurso individualizador, la ética del trabajo evita que haya apoyo institucional para lo que se supone que es una responsabilidad individual y oscurece los procesos estructurales que limitan los campos de oportunidades.
[...]
La ética del trabajo no solo aconseja cómo comportarse sino también quién ser; apunta no solo a la conciencia sino también a las energías y capacidades del cuerpo, y a los objetos y propósitos de sus deseos. El mandato de la ética no es simplemente inducir un conjunto de creencias o instigar una serie de actos sino también producir un yo [self] que continuamente se esfuerce hacia esas creencias y actos. Esto implica el cultivo de hábitos, la internalización de rutinas, la incitación de deseos y la adaptación de esperanzas, todo para garantizar la adecuación del sujeto a las demandas del tiempo de vida para el trabajo.
[...]
Con tanto en juego y con tantas expectativas, no es de extrañar que el discurso ético del trabajo se esté convirtiendo en algo cada vez más abstracto para las realidades de muchos empleos. Dentro de un mercado laboral dual, encontramos nuevos modos de "trabajo sobrevalorado" en un extremo de la jerarquía laboral y de "trabajo desvalorizado" en el otro (Peterson). Hacer que el trabajo sea cada vez más flexible resulta en un incremento de las formas de trabajo a tiempo parcial, temporales, puntuales y precarias. En un extremo, como señalan Stanley Aronowitz y William DiFazio, "la cualidad y la cantidad de trabajo remunerado ya no justifican -si es que lo hiceron alguna vez- la afirmación subyacente que deriva de fuentes religiosas y que se ha convertido en la base de la teoría social y la política social contemporáneas: la visión de que el trabajo remunerado debe ser el núcleo de la identidad personal". En el otro extremo de la jerarquía laboral, se espera que la totalidad de la vida sea trabajo, colonizando y eclipsando lo que queda de lo social. Al mismo tiempo, la ética del trabajo se defiende con más insistencia, quizás incluso con desesperación. Como observa André Gorz, "el trabajo nunca ha tenido la función ˝irreemplazable˝ e ˝indispensable˝ como fuente de ˝vínculos sociales˝, ˝cohesión social˝, ˝integración˝, ˝socialización˝, ˝personalización˝, ˝identidad personal˝, y ˝sentido˝ que tan obsesivamente se ha invocado desde el día en que ya no pudo cumplir ninguna de esas funciones". Hoy nuevamente oímos que debilitar la ética del trabajo puede tener consecuencias potencialmente drásticas en otra generación cuyos miembros, se teme, no logren ser interpelados exitosamente. Dadas las inestabilidades internas de la ética del trabajo, podemos concluir que sus defensores y promotores tienen motivos por los que estar preocupados. Existe un nuevo tipo de potencial subversivo cuando tenemos actitudes que no son productivas, hay una insubordinación a la ética del trabajo, un escepticismo respecto a las virtudes de la autodisciplina en aras de la acumulación de capital, una falta de voluntad para cultivar una buena "actitud profesional" respecto al trabajo y se da un rechazo a subordinar toda la vida al trabajo. Una vez descritas sus funciones, mi tesis es que la ética del trabajo debería ser cuestionada, y que, debido a su falta de consistencia, puede ser cuestionada.
[...]
A pesar del provocador tributo de Lafargue [en su libro "el derecho a la pereza" de 1880] a los méritos de la pereza, el rechazo del trabajo no es de hecho una repulsa de la actividad y la creatividad en general ni de la producción en particular. No es una renuncia de lo laboral tout court sino más bien un rechazo de la ideología del trabajo como la vocación y el deber moral más elevado, un rechazo de la ideología del trabajo como centro necesario de la vida social y como medio de acceso a los derechos y demandas de la ciudadanía, y un rechazo de la necesidad del control capitalista de la producción. Finalmente, es un rechazo del ascetimos de quienes -incluso en la izquierda- privilegian el trabajo sobre cualquier otro propósito, incluído el "consumo despreocupado". Sus objetivos inmediatos se presentan como una reducción del trabajo, tanto en términos de horas como de importancia social, y un reemplazo de las formas capitalistas de organización por nuevas formas de cooperación. No se trata solo de rechazar el trabajo explotado y alienado sino de rechazar "el trabajo en sí mismo como principio de realidad y racionalidad" (Baudrillard, 1975). En este sentido, "el trabajo que se libera es el que se libera del trabajo" (Negri, 1991). En vez de concebir estrechamente el rechazo del trabajo como un conjunto específico de acciones -como huelgas o desaceleraciones de producción, demandas por la reducción de la jornada, oportunidades más amplias de participación, o como un movimiento por unas condiciones mejores o distintas para el trabajo reproductivo- quiero sugerir, en una frase, que como mejor se entiende el rechazo del trabajo es en términos muy amplios como manera de designar un movimiento político y cultural general, o mejor aún, como un modo potencial de vida que desafía al modo de vida que hoy se define por el trabajo y se subordina a este.
[...]
El rechazo del trabajo puede ser desglosado analíticamente -si no en la práctica- en dos procesos, uno que es esencialmente crítico en su totalidad y otro que es fundamentalmente reconstructivo en sus objetivos. El primero de ellos, el proceso negativo, es el que más facilmente se transmite con la palabra "rechazo" e incluye la crítica y la rebelión contra el actual sistema de trabajo y sus valores. Si el sistema de trabajo asalariado es un mecanismo cultural e institucional crucial mediante el cual nos vinculamos con el modo de producción, entonces el rechazo del trabajo plantea un desafío potencialmente sustancial a este aparato de mayor alcance. Pero el rechazo del trabajo, como activismo y como análisis, no se plantea simplemente contra la organización actual del trabajo; también debería entenderse como una práctica creativa que busca reapropiarse y reconfigurar las formas existentes de producción y reproducción (Vercellone, 1996). Estas son las dos caras de la naturaleza especial del rechazo al trabajo en las que insiste Negri. La palabra "rechazo" quizás es poco afortunada en el sentido de que no refleja inmediatamente el elemento constructivo que resulta tan central en el pensamiento autónomo [se refiere a la autonomía italiana]. Negri describe el rechazo del trabajo a la vez como una lucha contra la organización capitalista del trabajo y como un proceso de autovaloración, una forma de "poder de invención". Más que un objetivo en sí mismo, "el rechazo del trabajo y de la autoridad, o realmente el rechazo de la servidumbre voluntaria, es el comienzo de la política de liberación" (Hardt y Negri)
[...]
El rechazo del trabajo en su sentido más amplio tiene el potencial de generar algunas perspectivas críticas y agendas prácticas oportunas. En particular, propone un desafío a los valores del trabajo que siguen sustentando nuestro consentimiento al actual sistema. Por citar la formulación de Baudrillard, el problema no solo es que el trabajador o trabajadora "sea cuantitativamente explotado como fuerza productiva por el sistema de la economía política capitalista sino que también está metafísicamente sobredeterminado como productor por el código de la economía política" (1975). La glorificación del trabajo como un empeño prototípicamente humano, como la clave tanto para la pertenencia social como para el logro individual, constituye la base ideológica fundamental del capitalismo contemporáneo: este fue construido sobre la base de esta ética, que sigue sirviendo a los intereses del sistema y a la racionalización de sus consecuencias. La fuerza contemporánea de este código, con su esencialismo y moralismo del trabajo, no debería subestimarse. Como Baudrillard defiende y quedó argumentado en el capítulo anterior "aquí es donde el sistema racionaliza su poder". En mi opinión, la metafísica y el moralismo del trabajo requieren un desafío más directo del que son capaces de plantear la crítica de la alienación y la ética humanista del trabajo. La lucha por la mejora de la calidad del trabajo debe ir acompañada de un intento de reducir su cantidad. En este contexto, la insistencia del rechazo del trabajo en una crítica más profunda y una ruptura más radical con los valores laborales existentes nos ofrece una perspectiva particularmente valiosa. Si la disposición es activa, el rechazo del trabajo -entendido como repulsa del trabajo como centro de la existencia social, deber moral, esencia ontológica y entendido como una práctica de "insubordinación a la ética del trabajo" (Berardi, 1980)- nos puede hablar enérgica e incisivamente de nuestra situación actual.

Qué es lo que esto puede ofrecer específicamente al feminismo se abordará en los dos próximos capítulos. Como prefacio de estas discusiones, propongo dos breves observaciones. La primera es que los desafíos que el rechazo del trabajo plantea en la actualidad son al menos tan relevantes para las realidades del trabajo como para las preocupaciones y agendas feministas. Los llamamientos feministas de un mejor trabajo para las mujeres, tan importantes como han sido, en su conjunto han dado como resultado más trabajo para las mujeres. Más allá de la intensificación de muchas formas de trabajo asalariado antes mencionadas, también han aumentado las cargas de trabajo doméstico y de cuidados no asalariados, tanto por la presión de la reestructuración neoliberal como por la doble jornada, y debido al modelo cada vez más dominante de crianza intensiva (que se presenta como imprescindible para desarrollar las capacidades comunicativas, cognitivas y creativas cada vez más necesarias para reproducir -si no elevar- el estatus de clase de una nueva generación de trabajadoras; véase Hays, 1996). Dado que la institución de la familia -en la que se ha basado y sostenido la privatización del trabajo reproductivo- claramente no puede asumir tanta responsabilidad en la crianza, en el cuidado de las personas mayores, de la enfermedad y la discapacidad, el rechazo de la actual organización del trabajo reproductivo podría tener mucho que decir al feminismo contemporáneo.

Sin embargo, mi segunda observación es que extender el rechazo del trabajo a las estructuras y la ética del trabajo reproductivo es un empeño mucho más complicado. Si bien es necesario explorar lo que puede significar rechazar el trabajo doméstico no asalariado, está claro que esto iría más allá de la reivindicación de que éste debe ser valorado de otra forma respecto del trabajo asalariado, sea más o menos de lo que es ahora. De hecho, extender el rechazo del trabajo al campo del trabajo doméstico no asalariado rebaja algunas de las posiciones críticas tradicionales del feminismo: la crítica de las expectativas normativas de domesticidad de las mujeres desde el punto de vista de los beneficios y las virtudes del trabajo asalariado, y la crítica del despiadado mundo del trabajador explotado desde la perspectiva de la ética de cuidado cultivado en lo doméstico o de la producción artesana no alienada, Más que criticar el trabajo desde la familia o la familia desde el trabajo, esta versión feminista del rechazo al trabajo abarca ambos lugares y ambos objetos de rechazo. Este proyecto más amplio de rechazo plantea desafíos tanto para la crítica contra el trabajo como para la imaginación más allá del trabajo. La crítica feminista contra el trabajo necesitaría conseguir varias cosas a la vez: reconocer el trabajo doméstico no asalariado como trabajo socialmente necesario, contestar a su distribución desigual (el hecho de que el género, la raza, la clase y la nación afecta a quien trabaja más o menos), y al mismo tiempo, insistir en que una valoración más alta y una distribución más equitativa no son suficientes, la organización del trabajo reproductivo no asalariado y su relación con el trabajo asalariado deben repensarse por completo. Para la imaginación feminista más allá del trabajo, emerge la siguiente pregunta: si rechazamos tanto la institución del trabajo asalariado como el modelo de la familia privatizada como las estructuras centrales de la organización de la producción y la reproducción, ¿qué querríamos en su lugar?
[...]
El rechazo del trabajo doméstico implica no solo el rechazo a su actual organización y distribución junto a su moralización sino también el rechazo de las dos alternativas más comunes al modelo de reproducción basado en la familia: primero, la mercantilización del trabajo doméstico, como un tipo diferente de privatización que continúa sirviendo como la solución por defecto del feminismo liberal dominante; y segundo, su socialización en lo público, esto es, que el trabajo doméstico se financie mediante servicios del Estado, como el cuidado infantil, lavanderías públicas y cantinas o comedores comunales como proponían algunas feministas radicales y socialistas (por ejemplo, véase Benston, 1995). Es decir, las feministas en el movimiento del salario por el trabajo doméstico rechazaron no solo las soluciones capitalistas sino también las socialistas que en ese momento defendían otras feministas. La campaña por un salario para el trabajo doméstico extendió la crítica marxista autónoma de la producción socialista -una visión que consideraban nada más que la sustitución del control privado por el control estatal sobre la misma estructura de producción- al campo de la reproducción. El socialismo se entendía como un programa destinado a racionalizar la producción en la fábrica social, para perfeccionar más que para transformar la sociedad del trabajo. Por supuesto, la crítica a los sevicios públicos como forma de apoyo al trabajo doméstico no era nueva en ese momento ni lo es ahora. Pero esta crítica no evocaba el fantasma de unas ciraturas huérfanas que provocan incendios en guarderías públicas, sino que más bien trataba de avanzar el argumento de que hacer públicos estos servicios no cambiaría realmente las cosas. Junto con otros autónomos, estas feministas vieron el socialismo como un proyecto más de gestión que revolucionario; en este caso, más como algo que apuntalaba el cuidado basado en la familia y que permitía que un creciente número de mujeres realizase un trabajo asalariado en vez de esforzarse por cambiar el actual régimen de cooperación productiva centrado en el empleado asalariado y la familia. Ellas no dejaron de incluir en su lista de demandas la prestación de diversos servicios estatales, incluido el cuidado infantil, pero estas fueron tratadas como reformas necesarias más que como demandas radicales que apuntaban en dirección a algo distinto. Estaban más interesadas en otro tipo de demandas: demandas de tiempo y dinero. Escribe Dalla Costa: "Queremos también comedores y guarderías, y lavadoras, y lavaplatos, pero también queremos opciones: comer en privado con poca gente cuando queramos, tener tiempo para la crianza, para estar con las personas mayores con los enfermos, cuando y donde elijamos". Tener opciones requiere tener tiempo, y, "˝tener tiempo˝ implica trabajar menos" (Dalla Costa y James, 1973). Al permitir que las mujeres eviten la doble jornada en el trabajo asalariado, el salario por el trabajo doméstico podría comprar una parte de ese tiempo.
[...]
No es simplemente que los trabajos productivo y reproductivo se superpongan cada vez más y la distinción entre lo que cada trabajo crea -ya sean mercancías o socialidades- sea más difícil de ver, sino que también es más complicado discernir las fronteras de cada actividad y quiénes realizan cada una de ellas. Por ejemplo, en una economía basada en los conocimientos acumulados -científicos, tecnológicos, informativos y comunicativos- de lo que Marx denomino en una ocasión general intellect [inteligencia compartida], los cirtcuitos de producción de valor se pueden extender cada vez más a través del espacio social y del tiempo histórico. Tal y como lo explica Paolo Virno, "la cooperación productiva en la que participa la fuerza de trabajo es siempre más amplia y rica que la pone en juego el proceso de trabajo". El trabajo de reproducir la fuerza detrabajo que requiere este sistema de producción está igualment disperso. Incluso cuando el trabajo reproductivo se concibe de maera estrecha como trabajo de crianza, es difícil limitarlo al espacio del hogar. Aunque podamos imaginarnos que la relación entre progenitores e hijos es una relación privada en el contexto de un modelo familiar donde madres y padres crían a "sus" hijos, está claro que en la medida en que se espera que con el tiempo dichos niños asuman su lugar como productores y consumidores, son también "bienes públicos". Lógicamente hoy en día es aún más difícil imaginar que se restrinja a los progenitores individuales el trabajo de producir trabajadores y consumidores con las orientaciones actitudinales, capacidades afectivas y habilidades comunicativas que requiere la producción y el consumo posindustrial. Los sujetos productivos se reproducen tanto dentro como fuera de la relación salarial, tanto dentro como fuera de la familia. Cuando la noción de reproducción se expande y abarca a la reproducción de las socialidades necesarias para la producción, la distinción entre producción y reproudcción se vuelve aún más amorfa. En una economía cada vez más basada en los servicios y la comunicación, lo que Dalla Costa llama "la comunidad" -lo exterior a la fábrica, que incluye los hogares- resulta todavía más esencial para la reproducción de la fuerza de trabajo. El punto es que en la economía actual, tanto el trabajo productivo como el trabajo reproductivo son difíciles de limitar a un conjunto identificable de trabajadores, y mucho menos a identidades tan específicas como los proletarios o las amas de casa.

Como nos indica el análisis de la fábrica social del movimiento por un salario para el trabajo doméstico, el tiempo de producción continúa mucho más allá de la jornada laboral formal, el espacio de la producción va más allá del espacio de trabajo en concreto y las relaciones de producción se extienden más allá de la relación específica de empleo. En lo que quiero hacer énfasis es que en el cambio del fordismo al posfordismo, estas tendencias se han multiplicado y amplificado, o al menos se han hecho más obvias. Como consecuencia, aunque los términos actuales de la sociedad del trabajo aún requieren trabajo, estas diferencias se vuelven cada vez más oscuras ya que una misma tarea podría ser una actividad asalariada o no asalariada. Como Virno dice acertadamente, la diferencia entre trabajo y no-trabajo parece asemejarse a la distinción más arbitraria entre "vida remunerada y vida no remunerada".

La perspectiva del salario para el trabajo doméstico sobre la fábrica social desmitificó el trabajo y la familia al cruzar algunos de los discursos económico-políticos, éticos y de género que subyacen a ambas esferas; también promovió un mapeo cognitivo de las relaciones entre los distintos sectores del trabajo. La demanda de renta básica tiene el potencial de conseguir algo parecido aunque pasando el enfoque de sus análisis de la fábrica social fordista a la posfordista. Aunque su pedagogía se inscribe de un modo menos nítido en el lenguaje de la demanda que el eslogan "salario para el trabajo doméstico", asumir la demanda de renta básica presupone un análisis de la economía política del sistema salarial contemporáneo que lleva a alterar nuestros razonamientos habituales. En vez de señalar el hecho de que algunas trabajadoras -concretamente las que desempeñan el trabajo doméstico no asalariado- no están debidamente incluidas en el sistema salarial, la renta básica apunta hacia una determinación aún menos precisa de quienes están o no incluidos. Esta demanda amplía la idea, que tenía la perspectiva de un salario para el trabajo doméstico, de que el ingreso de un individuo depende de una red de trabajo social y cooperación más amplia que la relación salarial individual (véase Robeyns, 2001). Mientras que un salario para el trabajo doméstico pretendía mostrar la dependencia del trabajo asalariado de las relaciones de reproducción basadas en el hogar, la renta básica entraña, como observan Alisa McKay y Jo Vanevery, "un reconocimiento implícito de que todos los ciudadanos contribuyen a la sociedad de formas muy variadas, incluyendo aquellas contribuciones que pueden tener o no un valor monetario o incluso ser medibles". La demanda de un salario para el trabajo doméstico trataba de mostrar algunas de las insuficiencias de la relación entre trabajo e ingreso al imaginar lo que podría implicar el hecho de reparar el sistema salarial; la renta básica propone romper el vínculo entre trabajo e ingreso visibilizando la arbitrariedad de las prácticas que se salarizan y las que no.

 

 

Este sitio está baixo as condicións dunha licencia Creative Commons.

RSS Feed. Feito con Blogger. Plantilla Modern Clix, deseñada por Rodrigo Galindez. Modern Clix blogger template por Introblogger.