cossimo, why?
(Menos mal que existe la caché de google)
31 de dec. de 2008
manifiesto político para 2009 (III)
El discurso dominante opone simplemente la anarquía de los deseos individuales al sentido de la comunidad. Esta simple oposición permite identificar el principio político con el mero primado de lo universal sobre lo particular y asimilar la comunidad política al poder de una instancia de la autoridad común que se impone a la anarquía de los deseos individuales. Reduce la política a lo que yo llamo "la policía", es decir, la simple ordenación del cuerpo social bajo la autoridad de una competencia que distribuye lugares y funciones. La política como "poder del pueblo" es otra cosa totalmente distinta. No es el poder común, es el poder de cualquiera, la afirmación de la ausencia de fundamento del poder. Ésta es la "anarquía" que hay en el fundamento de la política y que el discurso antidemocrático quiere rechazar tras la visión piadosa del bien común opuesto a los apetitos individuales: la política significa que no hay "competencia" que dé derecho al gobierno de las comunidades. La política siempre es ese suplemento del poder de todos que se opone a cualquier identificación de la potencia común con el poder de los que están autorizados a gobernar por su nacimiento, su ciencia, etc. No hay un bien común. La política empieza cuando este bien común se encuentra puesto en litigio, cuando es sustraído al poder de los que pretenden encarnarlo.
[Extraído de la entrevista a Jacques Rancière "el nuevo discurso antidemocrático" aparecida en el número 72 de la revista Archipiélago "Nueva derecha: ideas y medios para la contrarrevolución" de octubre de 2006]
El discurso dominante opone simplemente la anarquía de los deseos individuales al sentido de la comunidad. Esta simple oposición permite identificar el principio político con el mero primado de lo universal sobre lo particular y asimilar la comunidad política al poder de una instancia de la autoridad común que se impone a la anarquía de los deseos individuales. Reduce la política a lo que yo llamo "la policía", es decir, la simple ordenación del cuerpo social bajo la autoridad de una competencia que distribuye lugares y funciones. La política como "poder del pueblo" es otra cosa totalmente distinta. No es el poder común, es el poder de cualquiera, la afirmación de la ausencia de fundamento del poder. Ésta es la "anarquía" que hay en el fundamento de la política y que el discurso antidemocrático quiere rechazar tras la visión piadosa del bien común opuesto a los apetitos individuales: la política significa que no hay "competencia" que dé derecho al gobierno de las comunidades. La política siempre es ese suplemento del poder de todos que se opone a cualquier identificación de la potencia común con el poder de los que están autorizados a gobernar por su nacimiento, su ciencia, etc. No hay un bien común. La política empieza cuando este bien común se encuentra puesto en litigio, cuando es sustraído al poder de los que pretenden encarnarlo.
[Extraído de la entrevista a Jacques Rancière "el nuevo discurso antidemocrático" aparecida en el número 72 de la revista Archipiélago "Nueva derecha: ideas y medios para la contrarrevolución" de octubre de 2006]
23 de dec. de 2008
manifiesto político para 2009 (II)
La postura de la izquierda convierte la igualdad en un programa social. En el fondo, piensa que la igualdad también es imposible [como la derecha], pero apuesta por introducir algunas mejoras para limitar la desigualdad. Es un concepto limitativo de la desigualdad. Fundamental y subjetivamente, izquierdas y derechas están de acuerdo en que la igualdad es imposible. En la economía, la sociedad, la cultura, pero también en las relaciones transnacionales, etc. Llamaremos aquí postura de derechas a la que considera que las cosas están bien así y llamaremos postura de izquierdas a la que le incomoda esta situación y pretende limitar los efectos más devastadores de la desigualdad.
La tercera postura es la que yo sostengo y afirma que la igualdad es la situación normal. Por consiguiente, la desigualdad es una situación patológica y como tal hay que tratarla: examinar las causas, los síntomas, aportar un diagnóstico y un remedio. Como si fuera una enfermedad del cuerpo colectivo. Un terrible virus que mina el cuerpo de la colectividad y que hay que erradicar para que la igualdad funcione absolutamente como principio en las relaciones personales y entre las distintas colectividades humanas. [...] Hay gente que está a favor de la igualdad y gente que está en contra. Pero no es ésa la situación, se trata de algo más complejo. El problema no es saber si se está a favor o en contra, sino en como se aborda el tema: ¿consideramos la igualdad como un principio que nos dice lo que es una sociedad normal o la consideramos como un objetivo más o menos ilusorio y lejano al que quizá dentro de un millón de años podremos acercarnos mediante mil pequeños esfuerzos reformistas?
[Alan Badiou, "la potencia de lo abierto: universalismo, diferencia e igualdad", fragmento del artículo aparecido en la revista Archipiélago nº 73-74 de diciembre de 2006]
La postura de la izquierda convierte la igualdad en un programa social. En el fondo, piensa que la igualdad también es imposible [como la derecha], pero apuesta por introducir algunas mejoras para limitar la desigualdad. Es un concepto limitativo de la desigualdad. Fundamental y subjetivamente, izquierdas y derechas están de acuerdo en que la igualdad es imposible. En la economía, la sociedad, la cultura, pero también en las relaciones transnacionales, etc. Llamaremos aquí postura de derechas a la que considera que las cosas están bien así y llamaremos postura de izquierdas a la que le incomoda esta situación y pretende limitar los efectos más devastadores de la desigualdad.
La tercera postura es la que yo sostengo y afirma que la igualdad es la situación normal. Por consiguiente, la desigualdad es una situación patológica y como tal hay que tratarla: examinar las causas, los síntomas, aportar un diagnóstico y un remedio. Como si fuera una enfermedad del cuerpo colectivo. Un terrible virus que mina el cuerpo de la colectividad y que hay que erradicar para que la igualdad funcione absolutamente como principio en las relaciones personales y entre las distintas colectividades humanas. [...] Hay gente que está a favor de la igualdad y gente que está en contra. Pero no es ésa la situación, se trata de algo más complejo. El problema no es saber si se está a favor o en contra, sino en como se aborda el tema: ¿consideramos la igualdad como un principio que nos dice lo que es una sociedad normal o la consideramos como un objetivo más o menos ilusorio y lejano al que quizá dentro de un millón de años podremos acercarnos mediante mil pequeños esfuerzos reformistas?
[Alan Badiou, "la potencia de lo abierto: universalismo, diferencia e igualdad", fragmento del artículo aparecido en la revista Archipiélago nº 73-74 de diciembre de 2006]
22 de dec. de 2008
7 de dec. de 2008
27 de nov. de 2008
23 de nov. de 2008
acción y decisión
En la novela "el lector", Bernharnd Schlink pone en boca del narrador la siguiente reflexión.
A lo largo de mi vida, he hecho muchas veces cosas que era incapaz de decidirme a hacer y he dejado de hacer otras que había decidido firmemente. Hay algo mí, sea lo que sea, que actúa; algo que se pone en camino para ir a ver a una mujer a la que no quiero volver a ver más, que le hace a un superior un comentario que me puede costar la cabeza, que sigue fumando aunque yo he resuelto dejar de fumar, y deja de fumar cuando ya me he resignado a ser fumador para el resto de mis días. No quiero decir que el pensamiento y la decisión no influyan para nada en la acción. Pero la acción no se limita a llevar a cabo lo que he pensado y decidido previamente. Surge de una fuente propia, y es tan independiente como lo es mi pensamiento y lo son mis decisiones.
[Yo añadiría: ese algo que nos mueve a actuar, además, igual que nace en nosotros en algún momento puede enfermar, debilitarse o incluso llegar a morir.]
Me ha costado tiempo llegar a la conclusión de que pensar las cosas no basta. Hace falta una relación más intensa con el mundo que la simple contemplación distanciada para actuar en/sobre él. La idealización de la racionalidad conduce a un callejón sin salida en un trayecto que, encima, carece de interés, de épica, de dramatismo, o, siquiera, de un poco de misterio. Es como seguir una señal de tráfico de "carretera sin salida". Relacionarse con el mundo requiere un adiestramiento del que, me temo, carezco de forma casi total. Envidio a todos aquellos que, simplemente, actúan, sin tomas de decisión racionales, sin análisis previos de ningún tipo, empujados por esa relación de inclusión en la realidad que los convierte en parte del juego con naturalidad. Y no es una forma de inconsciencia lo que añoro, sino un modo de reventar los diques de contención que separan mi pensamiento de la realidad. Diques de contención levantados con tanto ahínco y energía que no sé por donde empezar a derribar. Envidio a todos aquellos capaces de materializar sus ideas o, al menos, de trasladarlas al terreno de juego de los hombres para pelearse por ellas. Envidio a los que se atreven a tirarse al vacío, sabiendo que llevarse una hostia siempre será mejor que permanecer preguntándose perpetuamente "que hubiera pasado sí...". Envidio a casi todos. Supongo.
En la novela "el lector", Bernharnd Schlink pone en boca del narrador la siguiente reflexión.
A lo largo de mi vida, he hecho muchas veces cosas que era incapaz de decidirme a hacer y he dejado de hacer otras que había decidido firmemente. Hay algo mí, sea lo que sea, que actúa; algo que se pone en camino para ir a ver a una mujer a la que no quiero volver a ver más, que le hace a un superior un comentario que me puede costar la cabeza, que sigue fumando aunque yo he resuelto dejar de fumar, y deja de fumar cuando ya me he resignado a ser fumador para el resto de mis días. No quiero decir que el pensamiento y la decisión no influyan para nada en la acción. Pero la acción no se limita a llevar a cabo lo que he pensado y decidido previamente. Surge de una fuente propia, y es tan independiente como lo es mi pensamiento y lo son mis decisiones.
[Yo añadiría: ese algo que nos mueve a actuar, además, igual que nace en nosotros en algún momento puede enfermar, debilitarse o incluso llegar a morir.]
Me ha costado tiempo llegar a la conclusión de que pensar las cosas no basta. Hace falta una relación más intensa con el mundo que la simple contemplación distanciada para actuar en/sobre él. La idealización de la racionalidad conduce a un callejón sin salida en un trayecto que, encima, carece de interés, de épica, de dramatismo, o, siquiera, de un poco de misterio. Es como seguir una señal de tráfico de "carretera sin salida". Relacionarse con el mundo requiere un adiestramiento del que, me temo, carezco de forma casi total. Envidio a todos aquellos que, simplemente, actúan, sin tomas de decisión racionales, sin análisis previos de ningún tipo, empujados por esa relación de inclusión en la realidad que los convierte en parte del juego con naturalidad. Y no es una forma de inconsciencia lo que añoro, sino un modo de reventar los diques de contención que separan mi pensamiento de la realidad. Diques de contención levantados con tanto ahínco y energía que no sé por donde empezar a derribar. Envidio a todos aquellos capaces de materializar sus ideas o, al menos, de trasladarlas al terreno de juego de los hombres para pelearse por ellas. Envidio a los que se atreven a tirarse al vacío, sabiendo que llevarse una hostia siempre será mejor que permanecer preguntándose perpetuamente "que hubiera pasado sí...". Envidio a casi todos. Supongo.
19 de nov. de 2008
bono maravillas
Hay políticos que no merecen tal nombre (bueno, diría un cínico, si tenemos en cuenta lo que es la política de partidos hoy día, sí que lo merecen). El actual presidente del parlamento español es un ejemplo de esa indignidad que recorre la vida política de arriba abajo y que contribuye de manera decisiva a que las personas no políticas la política termine pareciéndoles una historia de cretinos protagonizada por ladronzuelos de poca monta e ignorantes satisfechos de su condición. Que un político que se dice de izquierdas promueva el reconocimiento público de una monja, que se queje delante de sus rivales del rechazo que concita tal cosa en su partido y que, en tono "jocoso" les llame hijos de puta, es algo que entra de lleno en esa categoría tan extendida de política de república bananera. ¿Qué habría pasado si hubiera dicho en el mismo tono "jocoso", "esa monja hija de puta"? Al menos no sentiríamos la vergüenza ajena que nos ha producido toda esta historieta. Claro que, un tipo así, ¿puede producir alguna otra clase de sentimiento?
Hay políticos que no merecen tal nombre (bueno, diría un cínico, si tenemos en cuenta lo que es la política de partidos hoy día, sí que lo merecen). El actual presidente del parlamento español es un ejemplo de esa indignidad que recorre la vida política de arriba abajo y que contribuye de manera decisiva a que las personas no políticas la política termine pareciéndoles una historia de cretinos protagonizada por ladronzuelos de poca monta e ignorantes satisfechos de su condición. Que un político que se dice de izquierdas promueva el reconocimiento público de una monja, que se queje delante de sus rivales del rechazo que concita tal cosa en su partido y que, en tono "jocoso" les llame hijos de puta, es algo que entra de lleno en esa categoría tan extendida de política de república bananera. ¿Qué habría pasado si hubiera dicho en el mismo tono "jocoso", "esa monja hija de puta"? Al menos no sentiríamos la vergüenza ajena que nos ha producido toda esta historieta. Claro que, un tipo así, ¿puede producir alguna otra clase de sentimiento?
15 de nov. de 2008
manos de topo
El pasado miércoles fui a ver a manos de topo dentro del ciclo de conciertos sonorama que organiza la universidad de Vigo junto a Sinsalaudio. El concierto me resultó algo plano, quizás el auditorio de la Universidad no fuera el lugar adecuado: las canciones me sonaron todas muy parecidas (cosa que no me pasaba antes de verlos en directo) y, en general, eché de menos momentos de locura como éste:
(En breve telonean a Wedding Present en Santiago, quizás vuelva a intentarlo)
El pasado miércoles fui a ver a manos de topo dentro del ciclo de conciertos sonorama que organiza la universidad de Vigo junto a Sinsalaudio. El concierto me resultó algo plano, quizás el auditorio de la Universidad no fuera el lugar adecuado: las canciones me sonaron todas muy parecidas (cosa que no me pasaba antes de verlos en directo) y, en general, eché de menos momentos de locura como éste:
(En breve telonean a Wedding Present en Santiago, quizás vuelva a intentarlo)
14 de nov. de 2008
13 de nov. de 2008
más fragmentos para una teoría sobre algo que no sabría como llamar
Leo en uno de los Archipiélagos que me compré la semana pasada -el nº 72 (2006), Nueva derecha: ideas y medios para la contrarrevolución- un artículo bastante divertido sobre Gabriel Albiac, nihilista primario de orientación ultra-izquierdista y ahora mismo teórico de faes y palmero de Aznar, Fedeguico&Co.
Tras dejar claro que la gran obsesión de Albiac es el marxismo al que entiende como fuente de todos los males posibles de la historia del siglo XX y cuya culminación lógica es el estalinismo y los gulags soviéticos, el autor cita con inteligencia un fragmento de la invectiva que Deleuze dirigió en 1977 a los nuevos filósofos franceses los cuales, tras la resaca de mayo del 68 se dedicaban a disparar contra todo lo que oliera ligeramente a subversión desde una especie de postura nihilista-burguesa desencantada de cualquier veleidad emancipadora.
Como principio general, uno tiene tanta más razón cuantas más veces se ha equivocado a lo largo de su vida, puesto que siempre puede decir "he pasado por eso". De ahí que los estalinistas sean los únicos que pueden dar lecciones de antiestalinismo. [...] Lo que me da asco es sencillo: los nuevos filósofos [se refiere a Bernard Henry Ley y André Glucskmann] hacen una martirología, el Gulag y las víctimas de la historia. Viven de cadáveres. [...] Pero nunca habría habido víctimas si éstas hubieran pensado como ellos, o hablado como ellos. [...] Quienes ponen en peligro su vida suelen pensar en términos de vida, y no de muerte, amargura y vanidad mórbida. Antes bien, los resistentes son gentes llenas de vida. Nunca se ha metido a nadie en la cárcel por su impotencia y su pesimismo. Más bien todo lo contrario.
La última frase contiene una radiografía brutal de nuestro tiempo. Todos los impotentes y pesimistas que "llenamos" el espacio político -a base de nuestra ausencia, claro- nunca iremos a cárcel alguna por nuestras ideas. Porque, básicamente, no las tenemos. Y si las tuviéramos ¿sabríamos qué hacer con ellas? Somos las piezas perfectas para que el sistema siga funcionando con soltura, crisis incluídas. Inofensivos. Inodoros. Invisibles. Indolentes. Insignificantes. Inocuos. Viva.
Leo en uno de los Archipiélagos que me compré la semana pasada -el nº 72 (2006), Nueva derecha: ideas y medios para la contrarrevolución- un artículo bastante divertido sobre Gabriel Albiac, nihilista primario de orientación ultra-izquierdista y ahora mismo teórico de faes y palmero de Aznar, Fedeguico&Co.
Tras dejar claro que la gran obsesión de Albiac es el marxismo al que entiende como fuente de todos los males posibles de la historia del siglo XX y cuya culminación lógica es el estalinismo y los gulags soviéticos, el autor cita con inteligencia un fragmento de la invectiva que Deleuze dirigió en 1977 a los nuevos filósofos franceses los cuales, tras la resaca de mayo del 68 se dedicaban a disparar contra todo lo que oliera ligeramente a subversión desde una especie de postura nihilista-burguesa desencantada de cualquier veleidad emancipadora.
Como principio general, uno tiene tanta más razón cuantas más veces se ha equivocado a lo largo de su vida, puesto que siempre puede decir "he pasado por eso". De ahí que los estalinistas sean los únicos que pueden dar lecciones de antiestalinismo. [...] Lo que me da asco es sencillo: los nuevos filósofos [se refiere a Bernard Henry Ley y André Glucskmann] hacen una martirología, el Gulag y las víctimas de la historia. Viven de cadáveres. [...] Pero nunca habría habido víctimas si éstas hubieran pensado como ellos, o hablado como ellos. [...] Quienes ponen en peligro su vida suelen pensar en términos de vida, y no de muerte, amargura y vanidad mórbida. Antes bien, los resistentes son gentes llenas de vida. Nunca se ha metido a nadie en la cárcel por su impotencia y su pesimismo. Más bien todo lo contrario.
La última frase contiene una radiografía brutal de nuestro tiempo. Todos los impotentes y pesimistas que "llenamos" el espacio político -a base de nuestra ausencia, claro- nunca iremos a cárcel alguna por nuestras ideas. Porque, básicamente, no las tenemos. Y si las tuviéramos ¿sabríamos qué hacer con ellas? Somos las piezas perfectas para que el sistema siga funcionando con soltura, crisis incluídas. Inofensivos. Inodoros. Invisibles. Indolentes. Insignificantes. Inocuos. Viva.
9 de nov. de 2008
coincidencias
El viernes paso la tarde en Santiago d.C. Callejeando por la zona nueva tropiezo con una librería de segunda mano que está saldando por próximo cierre. El cartel de fuera dice: "10 libros, 8 euros". Entro, claro. En el interior hay dos personas revisando estanterías y un hombre al lado de la caja registradora de edad indefinida que parece una mezcla de Eduardo Punset y un director de orquesta recién despedido. Miro con calma los estantes en busca de alguna joya, pero -pienso para mí- macho, no me extraña que te haya ido mal, a quién pensabas venderles todos estos descartes de bibliotecas familiares suscritas al círculo de lectores. Me aburro con rapidez de ver ediciones cutrillas de clásicos-de-siempre y libros de cocina para solteros y obras integrales de Antonio Gala y gente por el estilo (afines a mí). Casi a punto de marcharme, mi mirada se detiene en una ordenadísima fila de revistas que reconozco instantáneamente. Ostia -pienso para mí- la colección completa de "Archipiélago". Me acerco y hago cuentas, los ochenta números entre diez cada ocho saldrían por ochenta euros en vez de los casi seiscientos reales. Me tiembla la parte inferior de la mandíbula cuando me acerco a Punset recién despedido de la filarmónica de Viena. ¿Las revistas están dentro de la oferta? Sonríe con esa sonrisa de esperaba-esa-pregunta-buitre. No. Siete euros con cincuenta cada Archipiélago. Quince los números dobles. Encajo la mandíbula y selecciono tres, uno doble y dos normales. Cuando voy a pagar entablamos conversación sobre el panorama de las revistas culturales. Punset es pesimista y apunta a que sin subvenciones ninguna sobrevivirá. Yo le digo, venga hombre, tiene que haber una masa crítica suficiente. Con que el 0,1% de los casi cincuenta millones que somos compre alguna la supervivencia está asegurada. Me mira en contrapicado cuanto estoy a punto de irme. Dice, Archipiélago es bimensual y el último número que han mandado es de marzo, ésto no tiene buena pinta. Me marcho con mis tesoros mientras pienso, va, hombre, qué dices. Fuera, como no, llueve y hace frío. En la autopista de vuelta nos echamos unas risas en el coche. Olvido rápidamente a Punset, hasta que en un comentario de la entrada anterior Santi me dice que Archipiélago, efectivamente, se ha ido a la mierda. Buf. Tendré que volver a Santiago. A darle la razón.
El viernes paso la tarde en Santiago d.C. Callejeando por la zona nueva tropiezo con una librería de segunda mano que está saldando por próximo cierre. El cartel de fuera dice: "10 libros, 8 euros". Entro, claro. En el interior hay dos personas revisando estanterías y un hombre al lado de la caja registradora de edad indefinida que parece una mezcla de Eduardo Punset y un director de orquesta recién despedido. Miro con calma los estantes en busca de alguna joya, pero -pienso para mí- macho, no me extraña que te haya ido mal, a quién pensabas venderles todos estos descartes de bibliotecas familiares suscritas al círculo de lectores. Me aburro con rapidez de ver ediciones cutrillas de clásicos-de-siempre y libros de cocina para solteros y obras integrales de Antonio Gala y gente por el estilo (afines a mí). Casi a punto de marcharme, mi mirada se detiene en una ordenadísima fila de revistas que reconozco instantáneamente. Ostia -pienso para mí- la colección completa de "Archipiélago". Me acerco y hago cuentas, los ochenta números entre diez cada ocho saldrían por ochenta euros en vez de los casi seiscientos reales. Me tiembla la parte inferior de la mandíbula cuando me acerco a Punset recién despedido de la filarmónica de Viena. ¿Las revistas están dentro de la oferta? Sonríe con esa sonrisa de esperaba-esa-pregunta-buitre. No. Siete euros con cincuenta cada Archipiélago. Quince los números dobles. Encajo la mandíbula y selecciono tres, uno doble y dos normales. Cuando voy a pagar entablamos conversación sobre el panorama de las revistas culturales. Punset es pesimista y apunta a que sin subvenciones ninguna sobrevivirá. Yo le digo, venga hombre, tiene que haber una masa crítica suficiente. Con que el 0,1% de los casi cincuenta millones que somos compre alguna la supervivencia está asegurada. Me mira en contrapicado cuanto estoy a punto de irme. Dice, Archipiélago es bimensual y el último número que han mandado es de marzo, ésto no tiene buena pinta. Me marcho con mis tesoros mientras pienso, va, hombre, qué dices. Fuera, como no, llueve y hace frío. En la autopista de vuelta nos echamos unas risas en el coche. Olvido rápidamente a Punset, hasta que en un comentario de la entrada anterior Santi me dice que Archipiélago, efectivamente, se ha ido a la mierda. Buf. Tendré que volver a Santiago. A darle la razón.
6 de nov. de 2008
yes, we can
El número de noviembre de Le Monde Diplomatique abre en su página tres con un gran artículo de Amador Fernández-Savater (sí, el hijo del ganador del planeta 2008) titulado "la nueva derecha española" (a la que denomina "el Contragolpe"). Después de diseccionar con inteligencia y preocupación la mímesis hispana del movimiento neocon americano y de trazar con exactitud sus coordenadas básicas, el autor termina lanzando algunas reflexiones altamente inquietantes/sugerentes:
1) "La nueva derecha es también una reacción horizontal y desde abajo que, en lugar de abrir preguntas críticas sobre la sociedad en la que vivimos, captura la rabia en el tablero de ajedrez de la política-espectáculo".
2) "La revuelta de la política populista ocupa el vacío de lo político y el vacío de las calles. Tanto en Estados Unidos como en España. Hace tiempo que la izquierda oficial decidió que habían llegado los tiempos post-políticos de la mera administración de los efectos de la economía global. Se volvió retórica, cínica, autista, hipócrita, elitista, pija o simplemente gestora".
3) "[...] así, no es de extrañar que las frustraciones cotidianas sintonicen mejor con la onda agresiva de la nueva derecha que con el talante soporífero de la izquierda retórica. Si la política es espectáculo que al menos tenga algo de acción!"
4) "La nueva derecha instrumentaliza malestares reales que no se politizan autónomamente, que no encuentran espacios colectivos para hacerlo, que no elaboran una voz propia. Explota la victimización y a su vez revictimiza. Anger is an energy (la ira es una energía)".
5) "[una de las tareas del Contragolpe] consistirá en reconvertir la desesperación y el miedo [consecuencia de la crisis actual] en guerra contra los chivos expiatorios externos e internos (anomalías geoestratégicas, inmigrantes, disidentes), distraer la atención mientras se reconstruye la hegemonía neoliberal, en definitiva: despolitizar".
y 6) "¿Podrá la gente declinar la crisis en otra dirección, inventar los lenguajes, las estéticas, los tiempos y los modos colectivos de organización capaces de politizarla autónomamente? En suma, ¿se podrá reinventar la conflictividad social más allá de la forma clásica de la lucha de clases?"
Voy a ponerme optimista: yes, we can!
El número de noviembre de Le Monde Diplomatique abre en su página tres con un gran artículo de Amador Fernández-Savater (sí, el hijo del ganador del planeta 2008) titulado "la nueva derecha española" (a la que denomina "el Contragolpe"). Después de diseccionar con inteligencia y preocupación la mímesis hispana del movimiento neocon americano y de trazar con exactitud sus coordenadas básicas, el autor termina lanzando algunas reflexiones altamente inquietantes/sugerentes:
1) "La nueva derecha es también una reacción horizontal y desde abajo que, en lugar de abrir preguntas críticas sobre la sociedad en la que vivimos, captura la rabia en el tablero de ajedrez de la política-espectáculo".
2) "La revuelta de la política populista ocupa el vacío de lo político y el vacío de las calles. Tanto en Estados Unidos como en España. Hace tiempo que la izquierda oficial decidió que habían llegado los tiempos post-políticos de la mera administración de los efectos de la economía global. Se volvió retórica, cínica, autista, hipócrita, elitista, pija o simplemente gestora".
3) "[...] así, no es de extrañar que las frustraciones cotidianas sintonicen mejor con la onda agresiva de la nueva derecha que con el talante soporífero de la izquierda retórica. Si la política es espectáculo que al menos tenga algo de acción!"
4) "La nueva derecha instrumentaliza malestares reales que no se politizan autónomamente, que no encuentran espacios colectivos para hacerlo, que no elaboran una voz propia. Explota la victimización y a su vez revictimiza. Anger is an energy (la ira es una energía)".
5) "[una de las tareas del Contragolpe] consistirá en reconvertir la desesperación y el miedo [consecuencia de la crisis actual] en guerra contra los chivos expiatorios externos e internos (anomalías geoestratégicas, inmigrantes, disidentes), distraer la atención mientras se reconstruye la hegemonía neoliberal, en definitiva: despolitizar".
y 6) "¿Podrá la gente declinar la crisis en otra dirección, inventar los lenguajes, las estéticas, los tiempos y los modos colectivos de organización capaces de politizarla autónomamente? En suma, ¿se podrá reinventar la conflictividad social más allá de la forma clásica de la lucha de clases?"
Voy a ponerme optimista: yes, we can!
5 de nov. de 2008
obama, claro
Ganó Obama. Lo más lúcido que he leído sobre el tema está en un comentario del blog de Juanjo:
Es interesante comparar el programa que ha llevado a Obama la victoria con el que llevó a McGovern a la derrota en el 72 frente a Nixon. Uno tiene la sensación de que Obama se encuentra a la derecha de Nixon. Ahí está el auténtico triunfo del neoconservadurismo americano.
(Reflexión de Gregorio Luri en el blog el café de Ocata)
Ganó Obama. Lo más lúcido que he leído sobre el tema está en un comentario del blog de Juanjo:
Es interesante comparar el programa que ha llevado a Obama la victoria con el que llevó a McGovern a la derrota en el 72 frente a Nixon. Uno tiene la sensación de que Obama se encuentra a la derecha de Nixon. Ahí está el auténtico triunfo del neoconservadurismo americano.
(Reflexión de Gregorio Luri en el blog el café de Ocata)
31 de out. de 2008
Día de fiesta
Hoy no tenemos clase. Es uno de esos festivos inesperados que abren el día a una interminable variedad de cosas posibles para no hacer. Aún así me levanto temprano -para ser festivo- y me asomo al termómetro, siete grados, y siento un microscópico escalofrío de placer. Desayuno con más calma de lo habitual mientras enciendo el portátil y me río un poco con las tonterías éstas de la reina. En la televisión mañanera, la teletienda ha montado un campamento permanente, todo son ofertas de productos milagrosos para elevar el placer derivado del confort doméstico hasta el nivel de, como mínimo, el sexo manual. Me abrigo a conciencia y salgo a "hacer recados". Si pudiera, viviría de esta actividad. Meto varios cds que tengo a prueba en el coche, pongo la calefacción a una temperatura moderada y asisto al milagro tecnológico del desempañamiento instantáneo del parabrisas. Voy por la autopista hacia Vigo mientras el primer CD va pasando con holgura mis requisitos-básicos-para-que-me-guste-un-CD. A la altura del túnel de Candeán, sobre la canción número cinco, ya estoy entusiasmado. Llego a la ciudad y, como siempre, me sorprende el hervir de la gente por las calles durante los días laborales. Todo el mundo con prisa. Parezco un marciano llegado al planeta del estrés. Desde el coche las cosas de fuera pasan con lentitud y me gusta pararme en los semáforos. Hago algunos de mis recados rodeado de gente acelerada, mi tiempo interno va con tanta calma que me da la impresión de estar dentro de Matrix o de algún videojuego de esos como Max Payne o FEAR con movimiento a ultracámara lenta. Hace frío cada vez que me bajo del coche. Da igual todo. Hoy es día de fiesta, puedo perder el tiempo a manos llenas. Fiesta, que fantástica fantástica esta fiesta.
Hoy no tenemos clase. Es uno de esos festivos inesperados que abren el día a una interminable variedad de cosas posibles para no hacer. Aún así me levanto temprano -para ser festivo- y me asomo al termómetro, siete grados, y siento un microscópico escalofrío de placer. Desayuno con más calma de lo habitual mientras enciendo el portátil y me río un poco con las tonterías éstas de la reina. En la televisión mañanera, la teletienda ha montado un campamento permanente, todo son ofertas de productos milagrosos para elevar el placer derivado del confort doméstico hasta el nivel de, como mínimo, el sexo manual. Me abrigo a conciencia y salgo a "hacer recados". Si pudiera, viviría de esta actividad. Meto varios cds que tengo a prueba en el coche, pongo la calefacción a una temperatura moderada y asisto al milagro tecnológico del desempañamiento instantáneo del parabrisas. Voy por la autopista hacia Vigo mientras el primer CD va pasando con holgura mis requisitos-básicos-para-que-me-guste-un-CD. A la altura del túnel de Candeán, sobre la canción número cinco, ya estoy entusiasmado. Llego a la ciudad y, como siempre, me sorprende el hervir de la gente por las calles durante los días laborales. Todo el mundo con prisa. Parezco un marciano llegado al planeta del estrés. Desde el coche las cosas de fuera pasan con lentitud y me gusta pararme en los semáforos. Hago algunos de mis recados rodeado de gente acelerada, mi tiempo interno va con tanta calma que me da la impresión de estar dentro de Matrix o de algún videojuego de esos como Max Payne o FEAR con movimiento a ultracámara lenta. Hace frío cada vez que me bajo del coche. Da igual todo. Hoy es día de fiesta, puedo perder el tiempo a manos llenas. Fiesta, que fantástica fantástica esta fiesta.
28 de out. de 2008
refundar el capitalismo sobre bases éticas
jajajaajajaajajajajajajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjajajajajaajajajajaja
jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaajajajajajajajajajajaj
aajajjajajajajajajajajajajajjajajajajajajajajjjajajajjajajajjajajjaj
va, venga, y después de éso, y ya que estamos, yo propongo:
- refundar la iglesia católica sobre bases éticas
- refundar la mafia sobre bases éticas
- refundar la banca sobre bases éticas
- refundar el tráfico de armas y de drogas sobre bases éticas
- ... (se admiten sugerencias)
jajajaajajaajajajajajajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjajajajajaajajajajaja
jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaajajajajajajajajajajaj
aajajjajajajajajajajajajajajjajajajajajajajajjjajajajjajajajjajajjaj
va, venga, y después de éso, y ya que estamos, yo propongo:
- refundar la iglesia católica sobre bases éticas
- refundar la mafia sobre bases éticas
- refundar la banca sobre bases éticas
- refundar el tráfico de armas y de drogas sobre bases éticas
- ... (se admiten sugerencias)
26 de out. de 2008
la revolución interior
En la vida de algunas personas, a veces, ocurre algo que va de dentro hacia afuera. Las coordenadas básicas en las que estaban inscritas sus emociones, de pronto, sufren una transformación. Ocurre una suerte de mudanza que, transcurrido un tiempo variable, deja como resultado a algo que podría ser una mezcla de lo que uno era y lo que va a ser más adelante. En el libro "el animal moribundo" de Philip Roth el protagonista habla de la segunda persona que todos llevamos con nosotros. No es la voz que habla dentro de nuestra cabeza ni el cuerpo que nos lleva, nos mece y dice con frecuencia que él es de verdad "yo". La segunda persona es la que se lleva los sufrimientos, la que se atraviesa con los éxtasis, la que arde y se consume y está perpetuamente en carne viva. Su vida íntima, tras cada revolución interior, se ve alterada por completo. Me interesa esa vida íntima de la segunda persona. Me interesa porque cada vez más soy más consciente de que lo único que merece la pena de uno mismo es aquello que está sin codificar, sin verbalizar, aquello que vive lejos de todos los intentos del lenguaje por llegar a él. Lo único que merece la pena de uno mismo es lo que resulta inasible, aquello que te hace ser un desconocido para tí mismo, aquello que te convierte en un salvaje territorio inexplorado. Aquello que es el motor de todas las revoluciones interiores. Incluso aunque esté medio gripado, es lo que nos queda para resistir a los intentos de alienación. La exterior, pero también la interior.
En la vida de algunas personas, a veces, ocurre algo que va de dentro hacia afuera. Las coordenadas básicas en las que estaban inscritas sus emociones, de pronto, sufren una transformación. Ocurre una suerte de mudanza que, transcurrido un tiempo variable, deja como resultado a algo que podría ser una mezcla de lo que uno era y lo que va a ser más adelante. En el libro "el animal moribundo" de Philip Roth el protagonista habla de la segunda persona que todos llevamos con nosotros. No es la voz que habla dentro de nuestra cabeza ni el cuerpo que nos lleva, nos mece y dice con frecuencia que él es de verdad "yo". La segunda persona es la que se lleva los sufrimientos, la que se atraviesa con los éxtasis, la que arde y se consume y está perpetuamente en carne viva. Su vida íntima, tras cada revolución interior, se ve alterada por completo. Me interesa esa vida íntima de la segunda persona. Me interesa porque cada vez más soy más consciente de que lo único que merece la pena de uno mismo es aquello que está sin codificar, sin verbalizar, aquello que vive lejos de todos los intentos del lenguaje por llegar a él. Lo único que merece la pena de uno mismo es lo que resulta inasible, aquello que te hace ser un desconocido para tí mismo, aquello que te convierte en un salvaje territorio inexplorado. Aquello que es el motor de todas las revoluciones interiores. Incluso aunque esté medio gripado, es lo que nos queda para resistir a los intentos de alienación. La exterior, pero también la interior.
21 de out. de 2008
partido gay heterosexual: vídeo de campaña
[Atención: este vídeo puede herir SU sensibilidad]
(Visto aquí)
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(Visto aquí)
19 de out. de 2008
la política de los mierdas
Mientras ando por internet viendo miles de noticias y rumores en foros y blogs sobre que lo peor de la crisis está aún por llegar, mientras descubro que los bancos están obligados a provisionar el 100% de los créditos impagados al banco de España, lo cual supone en la práctica que si alguien no paga su hipoteca al banco éste debe adelantar el importe adeudado antes de 90 días en concepto de provisión que será reintegrado cuando se recupere el valor de la deuda, mientras flipo con el apocalipsis que se prevé para 2010 y los años de racionamientos que en algunos sitios pronostican hasta el 2018, mientras examino la gráfica de la cotización bursatil de ING direct la última semana y leo cómo los bancos islandeses han contraído deudas superiores a 70 veces su capitalización, mientras en alguna página de opinión sobre burbujas alguien dice que la deuda real de los Estados Unidos ronda los 365 billones de dólares, mientras tanto, por la tele sin voz sólo pasan anuncios de minipelis porno para los móviles y programas de crímenes perfectos con imágenes de cámaras de vídeo que graban atracos y asesinatos y actos de violencia gratuita, mientras tanto, en marca.com 235 personas insultan a lewis hamilton y rodri_espa dice haminton=perdedor G0 MASSA, mientras tanto al lado del ordenador una revista pone en letras mayúsculas CINE Y TERRORISMO y un dibujo de una mano con una pistola deja sitio a otra frase que pone TIRO EN LA CABEZA Jaime Rosales, va y se me ocurre una ocurrencia y me digo, ya sé, voy a fundar un partido político, se llamará Partido de la Gente de Mierda. Y entonces apago la tele y me digo, al menos eres coherente, que es lo único que se puede ser cuando ya no se puede ser ninguna otra cosa.
Mientras ando por internet viendo miles de noticias y rumores en foros y blogs sobre que lo peor de la crisis está aún por llegar, mientras descubro que los bancos están obligados a provisionar el 100% de los créditos impagados al banco de España, lo cual supone en la práctica que si alguien no paga su hipoteca al banco éste debe adelantar el importe adeudado antes de 90 días en concepto de provisión que será reintegrado cuando se recupere el valor de la deuda, mientras flipo con el apocalipsis que se prevé para 2010 y los años de racionamientos que en algunos sitios pronostican hasta el 2018, mientras examino la gráfica de la cotización bursatil de ING direct la última semana y leo cómo los bancos islandeses han contraído deudas superiores a 70 veces su capitalización, mientras en alguna página de opinión sobre burbujas alguien dice que la deuda real de los Estados Unidos ronda los 365 billones de dólares, mientras tanto, por la tele sin voz sólo pasan anuncios de minipelis porno para los móviles y programas de crímenes perfectos con imágenes de cámaras de vídeo que graban atracos y asesinatos y actos de violencia gratuita, mientras tanto, en marca.com 235 personas insultan a lewis hamilton y rodri_espa dice haminton=perdedor G0 MASSA, mientras tanto al lado del ordenador una revista pone en letras mayúsculas CINE Y TERRORISMO y un dibujo de una mano con una pistola deja sitio a otra frase que pone TIRO EN LA CABEZA Jaime Rosales, va y se me ocurre una ocurrencia y me digo, ya sé, voy a fundar un partido político, se llamará Partido de la Gente de Mierda. Y entonces apago la tele y me digo, al menos eres coherente, que es lo único que se puede ser cuando ya no se puede ser ninguna otra cosa.
15 de out. de 2008
la opinión como forma de impotencia
A veces algunas personas me dicen que no tengo sangre. Es una acusación recurrente, bien en su forma cruda, bien mediante variantes que tratan de ser más corteses pero igual de dolorosas. No tener sangre equivale a no tener carácter. A ser un cobarde que elude el enfrentamiento. A ser, según las condiciones, dueño de una opinión o de otra. A ser, en fin, la clase de persona que sólo sabe relacionarse con los demás dentro de los precarios límites del buen rollo. Muchas veces me he preguntado donde están las claves que hacen que alguien pase de no tener sangre a estar sobrado de ella. Cuáles son las situaciones que obligan a marcar la diferencia, a dar el salto de la actitud complaciente que, como mucho, juega con la ironía o el sarcasmo para eludir cobardemente el enfrentamiento, a la actitud combativa de defender la opinión propia, a encarnarse en ella más concretamente y pelearla llegando a donde haga falta.
Mi respuesta a esta pregunta al principio recurría a los manidos factores psicologizantes. Una infancia satisfactoria. Una adolescencia absurdamente retraída o antisocial. Una juventud desconcertada. Esas cosas. Sin embargo, los trozos, al ser unidos, no daban cuenta de toda la imagen. La parte faltante es, claramente, sociológica, o, mejor, también política, e incluso, educacional.
Cuanto mayor me hago más evidente me parece que mi generación, salvando honrosas excepciones, es víctima y cómplice simultáneamente de los planes de educación de la generación anterior (la ley educativa de 1970) y de la cosmovisión que resultaba dominante en el último tramo del franquismo. Es víctima por haber mamado dos ideas que saturaban el ambiente: 1)aquí no ha pasado nada los últimos cuarenta años y 2)somos un país católico, así que respetemos tres cosas: la patria, la familia y la autoridad. Pese a la rebelión de corte intelectual o al enfrentamiento racional de cada uno con toda esa herencia ideológica, lo cierto es que alguien ha hecho realmente bien su trabajo. Mi generación, la que vivió su infancia entre los años setenta y ochenta, es un fiel reflejo en lo que se refiere a la vida pública de esa forma de vida. Hemos interiorizado que nuestro sistema político es el menos malo de los posibles hasta el punto de obviar "lo político". Hemos interiorizado que el modelo de nuestros padres pareja-trabajo-casa-familia no está tan mal, aunque cada cual haya hecho pequeños reajustes privados. Y finalmente, en cuestiones realmente graves como debería ser el entregarse a la recuperación de un idioma -el gallego, claro- sometido a un brutal proceso de liquidación desde la infancia de nuestros padres, hemos sido cómplices por omisión, por no querer complicarnos la vida. Somos los hijos perfectos del franquismo. La generación domesticada por completo. Los conservadores totalmente cínicos que en privado se creen mejores que sus padres. Los pequeños burgueses que aspiran a las soluciones individuales y que se consideran las honrosas excepciones a todas las normas. Somos unos mierdas y hemos encontrado en internet y los blogs y las redes sociales el mundo indoloro, incoloro, e irreal adecuado a nuestra falta de sangre y a nuestra incapacidad para tratar de articular la realidad entrando en conflicto con los que no están de acuerdo con nosotros. Opinamos porque no queremos pringarnos con lo real. Escribimos en blogs con nicks gilipollas porque no nos atrevemos a liarnos en combates dialécticos en los que se nos vaya algo. Hemos renunciado y creemos que no. Quiero creer que hay una salida honrosa.
A veces algunas personas me dicen que no tengo sangre. Es una acusación recurrente, bien en su forma cruda, bien mediante variantes que tratan de ser más corteses pero igual de dolorosas. No tener sangre equivale a no tener carácter. A ser un cobarde que elude el enfrentamiento. A ser, según las condiciones, dueño de una opinión o de otra. A ser, en fin, la clase de persona que sólo sabe relacionarse con los demás dentro de los precarios límites del buen rollo. Muchas veces me he preguntado donde están las claves que hacen que alguien pase de no tener sangre a estar sobrado de ella. Cuáles son las situaciones que obligan a marcar la diferencia, a dar el salto de la actitud complaciente que, como mucho, juega con la ironía o el sarcasmo para eludir cobardemente el enfrentamiento, a la actitud combativa de defender la opinión propia, a encarnarse en ella más concretamente y pelearla llegando a donde haga falta.
Mi respuesta a esta pregunta al principio recurría a los manidos factores psicologizantes. Una infancia satisfactoria. Una adolescencia absurdamente retraída o antisocial. Una juventud desconcertada. Esas cosas. Sin embargo, los trozos, al ser unidos, no daban cuenta de toda la imagen. La parte faltante es, claramente, sociológica, o, mejor, también política, e incluso, educacional.
Cuanto mayor me hago más evidente me parece que mi generación, salvando honrosas excepciones, es víctima y cómplice simultáneamente de los planes de educación de la generación anterior (la ley educativa de 1970) y de la cosmovisión que resultaba dominante en el último tramo del franquismo. Es víctima por haber mamado dos ideas que saturaban el ambiente: 1)aquí no ha pasado nada los últimos cuarenta años y 2)somos un país católico, así que respetemos tres cosas: la patria, la familia y la autoridad. Pese a la rebelión de corte intelectual o al enfrentamiento racional de cada uno con toda esa herencia ideológica, lo cierto es que alguien ha hecho realmente bien su trabajo. Mi generación, la que vivió su infancia entre los años setenta y ochenta, es un fiel reflejo en lo que se refiere a la vida pública de esa forma de vida. Hemos interiorizado que nuestro sistema político es el menos malo de los posibles hasta el punto de obviar "lo político". Hemos interiorizado que el modelo de nuestros padres pareja-trabajo-casa-familia no está tan mal, aunque cada cual haya hecho pequeños reajustes privados. Y finalmente, en cuestiones realmente graves como debería ser el entregarse a la recuperación de un idioma -el gallego, claro- sometido a un brutal proceso de liquidación desde la infancia de nuestros padres, hemos sido cómplices por omisión, por no querer complicarnos la vida. Somos los hijos perfectos del franquismo. La generación domesticada por completo. Los conservadores totalmente cínicos que en privado se creen mejores que sus padres. Los pequeños burgueses que aspiran a las soluciones individuales y que se consideran las honrosas excepciones a todas las normas. Somos unos mierdas y hemos encontrado en internet y los blogs y las redes sociales el mundo indoloro, incoloro, e irreal adecuado a nuestra falta de sangre y a nuestra incapacidad para tratar de articular la realidad entrando en conflicto con los que no están de acuerdo con nosotros. Opinamos porque no queremos pringarnos con lo real. Escribimos en blogs con nicks gilipollas porque no nos atrevemos a liarnos en combates dialécticos en los que se nos vaya algo. Hemos renunciado y creemos que no. Quiero creer que hay una salida honrosa.
11 de out. de 2008
38
Este verano pasado estuvimos un par de semanas en Saint Tropez. Por las mañanas amanecían siempre unos días frescos que, a medida que avanzaban las horas, iban cogiendo temperatura progresivamente. Desayunábamos en una terraza pequeña en la que íbamos poniendo las cosas sobre la mesa hasta que no quedaba sitio para nada, momento en el cual deteníamos el proceso. Un espectáculo. Recuerdo en especial el café que utilizábamos, uno de esos nescafés instantáneos en sus variedades arábica y colombia que indefectiblemente generaban un debate sobre cual era mejor. Los desayunos se alargaban entre bostezos y gruñidos y risas, como algo que fluyera con mucha calma y sin preocupaciones. Después del viaje, los botes de café quedaron a medias y terminaron en mi casa. Algunos días en los que no me apetece poner la cafetera recurro a los instantáneos que volvieron de Saint Tropez. Y cuando abro el bote de arábica me pasa algo raro, estoy aquí en octubre y allí en Julio simultáneamente y por el suelo de mi cocina aparecen algunas hojas caídas de las plantas que rodeaban nuestra terraza y el aire otoñal que entra por la ventana que da a la avenida del aeropuerto se revuelve con las fragancias mediterráneas del sur de Francia y en los segundos que dura la ilusión olfativa que posibilita este entrecruzamiento del espacio-tiempo soy consciente de algo que después, al cerrar el bote de café, se desvanece con violencia mientras vuelvo al tedio del aquí y ahora. Y entonces digo, qué fue éso. Qué. Qué.
Este verano pasado estuvimos un par de semanas en Saint Tropez. Por las mañanas amanecían siempre unos días frescos que, a medida que avanzaban las horas, iban cogiendo temperatura progresivamente. Desayunábamos en una terraza pequeña en la que íbamos poniendo las cosas sobre la mesa hasta que no quedaba sitio para nada, momento en el cual deteníamos el proceso. Un espectáculo. Recuerdo en especial el café que utilizábamos, uno de esos nescafés instantáneos en sus variedades arábica y colombia que indefectiblemente generaban un debate sobre cual era mejor. Los desayunos se alargaban entre bostezos y gruñidos y risas, como algo que fluyera con mucha calma y sin preocupaciones. Después del viaje, los botes de café quedaron a medias y terminaron en mi casa. Algunos días en los que no me apetece poner la cafetera recurro a los instantáneos que volvieron de Saint Tropez. Y cuando abro el bote de arábica me pasa algo raro, estoy aquí en octubre y allí en Julio simultáneamente y por el suelo de mi cocina aparecen algunas hojas caídas de las plantas que rodeaban nuestra terraza y el aire otoñal que entra por la ventana que da a la avenida del aeropuerto se revuelve con las fragancias mediterráneas del sur de Francia y en los segundos que dura la ilusión olfativa que posibilita este entrecruzamiento del espacio-tiempo soy consciente de algo que después, al cerrar el bote de café, se desvanece con violencia mientras vuelvo al tedio del aquí y ahora. Y entonces digo, qué fue éso. Qué. Qué.
9 de out. de 2008
la hoguera de las novedades
Tiempo ha, las cosas nuevas que llegaban a mis manos me producían algo que entonces creía parecido a la excitación. Un tipo de emoción relacionada con la posibilidad de ver cumplidos algunos deseos menores. Nada importante por su importancia en sí, pero sí significativo por lo que suponía en la línea recta de los días, por la curvatura que creaba en ellos. Digamos que ayudaba a que esos mismos días fueran como más largos, a que la sensación de tiempo perdido no fuera tan aguda. Hoy he encontrado algunas viejas listas de deseos -anteriores al siglo XXI- en una libretita verde. Al verlas me he sonreído y he recordado los días en los que dedicaba tiempo y esfuerzos a pensar en las cosas que quería adquirir y en como ese proceso, finalmente, siempre era más satisfactorio que la consecución real de los objetos. Internándome a gran velocidad en la edad del aburrimiento he ido dejando atrás las libretas y los deseos menores hasta un extremo que me sorprende a mí mismo. Algunos momentos importantes de mi vida estaban colgados de esas pequeñas expectativas y ahora, sus restos, cuando los pienso, me traen a la memoria otra sensación anterior que también he perdido definitivamente: el instante, de niño, en el que rasgaba el papel de regalo de mis cumpleaños de hace un millón de años. Pensando la relación entre ambas sensaciones y su desaparición hallo un denominador común. Pertenece a cierta constelación del espanto que va creciendo con fuerza acá adentro mientras casi todas las demás constelaciones se extinguen con lentitud.
Tiempo ha, las cosas nuevas que llegaban a mis manos me producían algo que entonces creía parecido a la excitación. Un tipo de emoción relacionada con la posibilidad de ver cumplidos algunos deseos menores. Nada importante por su importancia en sí, pero sí significativo por lo que suponía en la línea recta de los días, por la curvatura que creaba en ellos. Digamos que ayudaba a que esos mismos días fueran como más largos, a que la sensación de tiempo perdido no fuera tan aguda. Hoy he encontrado algunas viejas listas de deseos -anteriores al siglo XXI- en una libretita verde. Al verlas me he sonreído y he recordado los días en los que dedicaba tiempo y esfuerzos a pensar en las cosas que quería adquirir y en como ese proceso, finalmente, siempre era más satisfactorio que la consecución real de los objetos. Internándome a gran velocidad en la edad del aburrimiento he ido dejando atrás las libretas y los deseos menores hasta un extremo que me sorprende a mí mismo. Algunos momentos importantes de mi vida estaban colgados de esas pequeñas expectativas y ahora, sus restos, cuando los pienso, me traen a la memoria otra sensación anterior que también he perdido definitivamente: el instante, de niño, en el que rasgaba el papel de regalo de mis cumpleaños de hace un millón de años. Pensando la relación entre ambas sensaciones y su desaparición hallo un denominador común. Pertenece a cierta constelación del espanto que va creciendo con fuerza acá adentro mientras casi todas las demás constelaciones se extinguen con lentitud.
2 de out. de 2008
oktapodi
El ingenio visual es como el champán. Durante unos instantes, todas esas burbujas te hacen cosquillas en la boca, pero cuando se terminan se olvidan inmediatamente. Aún así, el momento de disfrute uno no lo cambiaría por nada.
[vía señorita puri]
El ingenio visual es como el champán. Durante unos instantes, todas esas burbujas te hacen cosquillas en la boca, pero cuando se terminan se olvidan inmediatamente. Aún así, el momento de disfrute uno no lo cambiaría por nada.
[vía señorita puri]
30 de set. de 2008
28 de set. de 2008
los guapos también se mueren
(La armada invencible de los años del Hollywood clásico va desapareciendo. Los que crecimos comiendo bocatas los sábados por la tarde delante de la tele no podremos olvidar a actores como éste. En su lugar olvidamos a un millón de mediocridades sin capacidad para dejar huella en nosotros. Lagrimita. Fundido a negro.)
(La armada invencible de los años del Hollywood clásico va desapareciendo. Los que crecimos comiendo bocatas los sábados por la tarde delante de la tele no podremos olvidar a actores como éste. En su lugar olvidamos a un millón de mediocridades sin capacidad para dejar huella en nosotros. Lagrimita. Fundido a negro.)
26 de set. de 2008
robert crumb, recuerdos y opiniones
Hubo un tiempo en el que la palabra "underground" llegó a significar algo. Alguna clase de cosa nerviosa y agresiva. Un modo de vida diferente al oficial. Un martilleo continuado contra los cánones escritos y no escritos de cómo vivir, cómo trabajar, cómo amar, cómo follar y cómo morir. Uno de los que llegó hasta el final en esa epifanía personal en la que vida y creación resultaban indistinguibles (pues sí, va a ser que sí) fue Robert Crumb, autor de algunas de las mejores páginas no ya del underground sino de la breve historia de los tebeos durante el siglo XX.
En esta especie de recapitulación vital -que incluye un cd con las múltiples bandas por las que pasó tocando el banjo- se alterna una selección tipo "best of" de sus trabajos con reflexiones a propósito para la ocasión. Mr. Natural, El gato Fritz, Flakey Foont, la mujer yeti, el keep-on-truckin´ y todos sus grandes hits tienen un hueco entre sus obsesiones vitales: su odio a la modernidad, su afición a los sicotrópicos, su amor por los viejos discos de blues de principios de siglo XX, su fascinación por el sexo humillante y los culos de mujer abundantes, su agrio enfado con un mundo que le resulta incomprensible y odioso a partes iguales y, en general su denuncia de la gazmoñería imperante, de la falsedad de los mitos de la sociedad del espectáculo , y de la alienación colectiva camuflada de libertad de consumo. Como casi toda su obra, imprescindible totalmente.
Hubo un tiempo en el que la palabra "underground" llegó a significar algo. Alguna clase de cosa nerviosa y agresiva. Un modo de vida diferente al oficial. Un martilleo continuado contra los cánones escritos y no escritos de cómo vivir, cómo trabajar, cómo amar, cómo follar y cómo morir. Uno de los que llegó hasta el final en esa epifanía personal en la que vida y creación resultaban indistinguibles (pues sí, va a ser que sí) fue Robert Crumb, autor de algunas de las mejores páginas no ya del underground sino de la breve historia de los tebeos durante el siglo XX.
En esta especie de recapitulación vital -que incluye un cd con las múltiples bandas por las que pasó tocando el banjo- se alterna una selección tipo "best of" de sus trabajos con reflexiones a propósito para la ocasión. Mr. Natural, El gato Fritz, Flakey Foont, la mujer yeti, el keep-on-truckin´ y todos sus grandes hits tienen un hueco entre sus obsesiones vitales: su odio a la modernidad, su afición a los sicotrópicos, su amor por los viejos discos de blues de principios de siglo XX, su fascinación por el sexo humillante y los culos de mujer abundantes, su agrio enfado con un mundo que le resulta incomprensible y odioso a partes iguales y, en general su denuncia de la gazmoñería imperante, de la falsedad de los mitos de la sociedad del espectáculo , y de la alienación colectiva camuflada de libertad de consumo. Como casi toda su obra, imprescindible totalmente.
24 de set. de 2008
cormac mccarthy, todos los hermosos caballos
Leo a McCarthy al revés, primero "la carretera" y "no es país para viejos" y ahora este primer capítulo de la "trilogía de la frontera". Comparado con los dos últimos y su negrura casi absoluta en la que la tesis central se resume en violencia con sentido o violencia sin sentido o aniquilación total, este libro de 1992 casi casi es una novela pastoral. Están las grandes extensiones de terreno, las morosas descripciones de los paisajes que contribuyen a tejer una atmósfera, a prefigurar el terreno de las emociones, a diseñar el contenedor de lo vivido; está también el elogio nada camuflado de la naturaleza sin humanidad, la épica de los hombres solitarios que viven en ese territorio inhumano, la ausencia de acción durante doscientas páginas, la acumulación de escenas insignificantes y las explosiones secas y breves de violencia brutal. La escritura mccarthyana funciona por acumulación. Sus descripciones fluyen a lo largo de las páginas como los cauces de sus ríos desbocados o las ráfagas de viento que azotan a sus protagonistas. Frente a nosotros se teje un tapiz plagado de detalles infinitos, se construye un escenario de manera minuciosa. Sus protagonistas son como hormigas hasta que algo los saca de la cadena de la supervivencia material y les obliga a ser seres morales, a tomar una decisión vital que decide el resto de la historia. Sólo que, tras el sufrimiento, viene la redención. No la salvación pero sí cierta forma de paz, por llamarle algo. Por esta época aún era un optimista, McCarthy.
Deseaba ardientemente ser una persona de valía y tuve que preguntarme cómo sería ésto posible si no había algo como un alma o como un espíritu que existe en la vida de una persona y que puede soportar cualquier desgracia o desfiguración sin sufrir ningún menoscabo. Si uno tenía que ser una persona de valía, esa valía no podía ser una condición sujeta a los azares de la fortuna. Tenía que ser una cualidad que no pudiera cambiar. Fuera lo que fuese. Mucho antes de la mañana supe que aquello que ansiaba descubrir era algo que siempre había sabido. Que todo valor era una forma de constancia. Que lo primero que abandonaba el cobarde era siempre a sí mismo. Después de ésto todas las otras traiciones resultaban fáciles.
Leo a McCarthy al revés, primero "la carretera" y "no es país para viejos" y ahora este primer capítulo de la "trilogía de la frontera". Comparado con los dos últimos y su negrura casi absoluta en la que la tesis central se resume en violencia con sentido o violencia sin sentido o aniquilación total, este libro de 1992 casi casi es una novela pastoral. Están las grandes extensiones de terreno, las morosas descripciones de los paisajes que contribuyen a tejer una atmósfera, a prefigurar el terreno de las emociones, a diseñar el contenedor de lo vivido; está también el elogio nada camuflado de la naturaleza sin humanidad, la épica de los hombres solitarios que viven en ese territorio inhumano, la ausencia de acción durante doscientas páginas, la acumulación de escenas insignificantes y las explosiones secas y breves de violencia brutal. La escritura mccarthyana funciona por acumulación. Sus descripciones fluyen a lo largo de las páginas como los cauces de sus ríos desbocados o las ráfagas de viento que azotan a sus protagonistas. Frente a nosotros se teje un tapiz plagado de detalles infinitos, se construye un escenario de manera minuciosa. Sus protagonistas son como hormigas hasta que algo los saca de la cadena de la supervivencia material y les obliga a ser seres morales, a tomar una decisión vital que decide el resto de la historia. Sólo que, tras el sufrimiento, viene la redención. No la salvación pero sí cierta forma de paz, por llamarle algo. Por esta época aún era un optimista, McCarthy.
Deseaba ardientemente ser una persona de valía y tuve que preguntarme cómo sería ésto posible si no había algo como un alma o como un espíritu que existe en la vida de una persona y que puede soportar cualquier desgracia o desfiguración sin sufrir ningún menoscabo. Si uno tenía que ser una persona de valía, esa valía no podía ser una condición sujeta a los azares de la fortuna. Tenía que ser una cualidad que no pudiera cambiar. Fuera lo que fuese. Mucho antes de la mañana supe que aquello que ansiaba descubrir era algo que siempre había sabido. Que todo valor era una forma de constancia. Que lo primero que abandonaba el cobarde era siempre a sí mismo. Después de ésto todas las otras traiciones resultaban fáciles.
22 de set. de 2008
tarde de playa que no fue tal
Comemos en Menduiña, en el sitio que está al lado de la carretera, cerca del mar. Nos sentamos los ocho en perfecta formación desordenada, evitando el clásico desdoble que polariza las mesas en un grupo de hombres y otro de mujeres de manera misteriosa. Hace cierto bochorno y las conversaciones surgen como desde los platos y se cruzan y mueren antes de terminarse y estallan en forma de chorros verborreicos. Jugamos con las palabras porque probablemente ya no nos queda nada más con que jugar. Las conversaciones convergen inevitablemente en temas periféricos al tema de la salud. Es una epidemia, últimamente. Si no son los análisis de colesterol, son las intolerancias, el exceso de peso, la caida del cabello o las dificultades para conciliar el sueño o nuevas formas de cansancio impensables hasta hace poco. A pesar de la etapa "salud", la conversación se sobrepone y deriva hacia el absurdo cuanto más seria se pone. Hacia los postres son las seis de la tarde y ha entrado una brisa polar y han empezado a caer las primeras gotas y nos miramos entre risas y corremos hacia los coches. Arrancando, intercambiamos un par de sonrisas que contienen el rastro del presente reciente y de cierto pasado ligeramente remoto. Ha estado bien. Sí. Pon el limpiaparabrisas. Sí. Hacía tiempo que no me reía tanto. Yo tampoco. Sí.
Comemos en Menduiña, en el sitio que está al lado de la carretera, cerca del mar. Nos sentamos los ocho en perfecta formación desordenada, evitando el clásico desdoble que polariza las mesas en un grupo de hombres y otro de mujeres de manera misteriosa. Hace cierto bochorno y las conversaciones surgen como desde los platos y se cruzan y mueren antes de terminarse y estallan en forma de chorros verborreicos. Jugamos con las palabras porque probablemente ya no nos queda nada más con que jugar. Las conversaciones convergen inevitablemente en temas periféricos al tema de la salud. Es una epidemia, últimamente. Si no son los análisis de colesterol, son las intolerancias, el exceso de peso, la caida del cabello o las dificultades para conciliar el sueño o nuevas formas de cansancio impensables hasta hace poco. A pesar de la etapa "salud", la conversación se sobrepone y deriva hacia el absurdo cuanto más seria se pone. Hacia los postres son las seis de la tarde y ha entrado una brisa polar y han empezado a caer las primeras gotas y nos miramos entre risas y corremos hacia los coches. Arrancando, intercambiamos un par de sonrisas que contienen el rastro del presente reciente y de cierto pasado ligeramente remoto. Ha estado bien. Sí. Pon el limpiaparabrisas. Sí. Hacía tiempo que no me reía tanto. Yo tampoco. Sí.
20 de set. de 2008
elf power + vic chesnutt, festival sinsal 6.0 otoño
Nueva estación del festival sinsal. Otoño ya en su sexta edición. Aventurando las sensaciones que traerán los días venideros, una conjunción magnífica de optimismo y cierta desolación con tintes autoirónicos. A Elf Power no los conocía de nada, exceptuando los tres vídeos de youtube que veo antes de cada concierto sinsalero en el que no conozco a los integrantes. Ofrecieron un concierto en el que vi la sombra de yo la tengo en algunas canciones y el gusto por la exquisitez melódica de unos Belle&Sebastian supervitaminados y mineralizados en otras. Fan instantáneo desde la segunda canción para compensar la ignorancia, éxtasis de converso para sobreponerse a ese llegar tarde a todo en el que habito desde siempre. Luego salió Vic. En su silla de ruedas, mucho más estropeado de lo que hubiera podido imaginar. Inicialmente presencié con el ánimo encogido sus esfuerzos titánicos para hacerse con la guitarra, para ponerse ante el micro, para afrontar un show de hora y media de duración. La viva imagen de la fragilidad. Arropado por Elf Power comenzó su actuación, mostrando desde el principio un rasposo sentido del humor, una litúrgica puesta en escena y, por encima de todo, un registro vocal estremecedor. Alternando canciones de su próximo disco a punto de salir "Dark Developments" y del último publicado "North Star Deserter" (información detallada de todas las canciones que tocó aquí) consiguió cautivar a todo el público presente. No tocó ninguna canción de sus primeros discos, como aquel "where were you" de "west of rome" presente en un recopilatorio del RDL de hace mil años que fue banderín de enganche para mí. Tampoco se acercó a "drunk", el testimonio sonoro de una semana de alcohol e ira en el que se alternaban canciones de contenido terrible como "when I run off and left her" con estallidos de rabia eléctrica como el tema homónimo "drunk". Eché de menos también algún tema de "Is the actor happy", otro de mis discos favoritos. Una maravillosa versión de "Ruby Tuesday" con su no-banda Elf Power haciéndole unos coros impagables, y un par de bises que fui incapaz de reconocer sirvieron para cerrar casi dos horas de entrega total, de vaciamiento emocional y físico. Cuando salíamos del Teatro, lo vimos en un lateral observando como cargaban la furgoneta. La imagen de cansancio y fragilidad que extraímos de la escena fue desmentida por L. cuando nos comentó que tras el concierto cenó como un campeón en un conocido restaurante de la ciudad. Gracias Vic. Y Dios salve a sinsalaudio.
Munich, 3 de noviembre de 2007, pero podría ser Vigo, 19 de septiembre de 2008:
Nueva estación del festival sinsal. Otoño ya en su sexta edición. Aventurando las sensaciones que traerán los días venideros, una conjunción magnífica de optimismo y cierta desolación con tintes autoirónicos. A Elf Power no los conocía de nada, exceptuando los tres vídeos de youtube que veo antes de cada concierto sinsalero en el que no conozco a los integrantes. Ofrecieron un concierto en el que vi la sombra de yo la tengo en algunas canciones y el gusto por la exquisitez melódica de unos Belle&Sebastian supervitaminados y mineralizados en otras. Fan instantáneo desde la segunda canción para compensar la ignorancia, éxtasis de converso para sobreponerse a ese llegar tarde a todo en el que habito desde siempre. Luego salió Vic. En su silla de ruedas, mucho más estropeado de lo que hubiera podido imaginar. Inicialmente presencié con el ánimo encogido sus esfuerzos titánicos para hacerse con la guitarra, para ponerse ante el micro, para afrontar un show de hora y media de duración. La viva imagen de la fragilidad. Arropado por Elf Power comenzó su actuación, mostrando desde el principio un rasposo sentido del humor, una litúrgica puesta en escena y, por encima de todo, un registro vocal estremecedor. Alternando canciones de su próximo disco a punto de salir "Dark Developments" y del último publicado "North Star Deserter" (información detallada de todas las canciones que tocó aquí) consiguió cautivar a todo el público presente. No tocó ninguna canción de sus primeros discos, como aquel "where were you" de "west of rome" presente en un recopilatorio del RDL de hace mil años que fue banderín de enganche para mí. Tampoco se acercó a "drunk", el testimonio sonoro de una semana de alcohol e ira en el que se alternaban canciones de contenido terrible como "when I run off and left her" con estallidos de rabia eléctrica como el tema homónimo "drunk". Eché de menos también algún tema de "Is the actor happy", otro de mis discos favoritos. Una maravillosa versión de "Ruby Tuesday" con su no-banda Elf Power haciéndole unos coros impagables, y un par de bises que fui incapaz de reconocer sirvieron para cerrar casi dos horas de entrega total, de vaciamiento emocional y físico. Cuando salíamos del Teatro, lo vimos en un lateral observando como cargaban la furgoneta. La imagen de cansancio y fragilidad que extraímos de la escena fue desmentida por L. cuando nos comentó que tras el concierto cenó como un campeón en un conocido restaurante de la ciudad. Gracias Vic. Y Dios salve a sinsalaudio.
Munich, 3 de noviembre de 2007, pero podría ser Vigo, 19 de septiembre de 2008:
19 de set. de 2008
algunas palabras que nosotros nunca seremos capaces de decir: un homenaje a David Foster Wallace (y 2)
Pero incluso un novato sin ayuda de nadie puede darse cuenta enseguida de que una vida conducida, temporalmente o no, como una simple renuncia al valor se convierte en el mejor de los casos en algo atascado y en el peor de los casos en algo vacío: una vida de esperar lo que nunca ha de llegar. Sentarse y aceptar pasivamente (y sin hacer juicios) que las cosas sucedan y se terminen.
Esperaré a que lleguen aquellos cuya órbita he descompuesto. Esperaré mientras todo se hace público: la sanción colectiva, las consultas, las recriminaciones, las declaraciones de lealtad, las traiciones y las consecuencias. Y luego todo eso se terminará también. El dolor se llevará a los agraviados. Mi constelación se desplazará fuera de mi conocimiento.
[Extraído de "di nunca", relato incluído en el volumen "la niña del pelo raro", de DFW. Editorial Mondadori. Trad. Javier Calvo.
Más textos de DFW: las corrientes salvajes, el blog de Jose]
Pero incluso un novato sin ayuda de nadie puede darse cuenta enseguida de que una vida conducida, temporalmente o no, como una simple renuncia al valor se convierte en el mejor de los casos en algo atascado y en el peor de los casos en algo vacío: una vida de esperar lo que nunca ha de llegar. Sentarse y aceptar pasivamente (y sin hacer juicios) que las cosas sucedan y se terminen.
Esperaré a que lleguen aquellos cuya órbita he descompuesto. Esperaré mientras todo se hace público: la sanción colectiva, las consultas, las recriminaciones, las declaraciones de lealtad, las traiciones y las consecuencias. Y luego todo eso se terminará también. El dolor se llevará a los agraviados. Mi constelación se desplazará fuera de mi conocimiento.
[Extraído de "di nunca", relato incluído en el volumen "la niña del pelo raro", de DFW. Editorial Mondadori. Trad. Javier Calvo.
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18 de set. de 2008
algunas palabras que nosotros nunca seremos capaces de decir: un homenaje a David Foster Wallace
Todos tenemos nuestros pequeños engaños solipsistas, nuestras sospechas macabras de ser totalmente singulares: creemos ser los únicos que llenamos la cubitera, que retiramos los platos limpios del lavavajillas, que meamos ocasionalmente en la ducha, los únicos a quienes les tiemblan los párpados en las primeras citas. Que sólo nosotros convertimos la súplica en cortesía. Que sólo nosotros oímos el gemido dramático que se esconde tras el bostezo de un perro, el suspiro arcano que suena al abrir una jarra sellada herméticamente, la risotada estrepitosa al freír un huevo, el lamento en re menor al rugir la aspiradora. Que sólo nosotros sentimos al anochecer ese pánico que siente el niño novato en el jardín de infancia cuando su madre se marcha y lo deja solo. Que solo nosotros amamos el solo-nosotros. Que solo nosotros necesitamos el solo-nosotros. El solipsismo es lo que nos une, y J.D. lo sabe. Sabe que nos sentimos solos en la multitud; que evitamos reflexionar sobre qué es lo que ha creado la multitud. Que nunca somos otra cosa que caras en la multitud.
[Extraído de "todo es verde", relato incluído en el volumen "la niña del pelo raro", de DFW. Editorial Mondadori. Trad. Javier Calvo.
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Todos tenemos nuestros pequeños engaños solipsistas, nuestras sospechas macabras de ser totalmente singulares: creemos ser los únicos que llenamos la cubitera, que retiramos los platos limpios del lavavajillas, que meamos ocasionalmente en la ducha, los únicos a quienes les tiemblan los párpados en las primeras citas. Que sólo nosotros convertimos la súplica en cortesía. Que sólo nosotros oímos el gemido dramático que se esconde tras el bostezo de un perro, el suspiro arcano que suena al abrir una jarra sellada herméticamente, la risotada estrepitosa al freír un huevo, el lamento en re menor al rugir la aspiradora. Que sólo nosotros sentimos al anochecer ese pánico que siente el niño novato en el jardín de infancia cuando su madre se marcha y lo deja solo. Que solo nosotros amamos el solo-nosotros. Que solo nosotros necesitamos el solo-nosotros. El solipsismo es lo que nos une, y J.D. lo sabe. Sabe que nos sentimos solos en la multitud; que evitamos reflexionar sobre qué es lo que ha creado la multitud. Que nunca somos otra cosa que caras en la multitud.
[Extraído de "todo es verde", relato incluído en el volumen "la niña del pelo raro", de DFW. Editorial Mondadori. Trad. Javier Calvo.
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14 de set. de 2008
terence davies, entrevista en cahiers du cinema (septiembre 2008)
Supongo que el verdadero genio consiste en recrear la infancia con exactitud. La dificultad al hacerte mayor está en la pérdida de la pasión para ver el mundo, y en cómo las cosas ya no se revelan con tanta fuerza ante tí. Es muy difícil lidiar con ello. Muy pocas personas tienen la habilidad de ser creativas hasta edad avanzada. El resto tenemos que conformarnos con poderes y pasiones que desfallecen.
[Se ha suicidado D.F. Wallace. No era de los del resto. Y aún así.]
Supongo que el verdadero genio consiste en recrear la infancia con exactitud. La dificultad al hacerte mayor está en la pérdida de la pasión para ver el mundo, y en cómo las cosas ya no se revelan con tanta fuerza ante tí. Es muy difícil lidiar con ello. Muy pocas personas tienen la habilidad de ser creativas hasta edad avanzada. El resto tenemos que conformarnos con poderes y pasiones que desfallecen.
[Se ha suicidado D.F. Wallace. No era de los del resto. Y aún así.]
8 de set. de 2008
charles schulz, snoopy y carlitos 1963-1964
El tomo número tropecientos de las historias de Charlie Brown y Snoopy. No es necesario decir más. Podría añadir alguna frase y ésta contendría palabras como: genio, dios, fan absoluto, muerte a los que han convertido a Snoopy en un icono pijo, neurosis, enfermedades sociales, dramas suburbanos, poesía, frío industrial, retrato generacional, diagnósticos depresivos, fábricas de desencanto, sarcasmo camuflado, ironía antiirónica, indiferencia, ansiedad, angustia, soledad, lamento, repetición, muerte. Pero tampoco es plan.
El tomo número tropecientos de las historias de Charlie Brown y Snoopy. No es necesario decir más. Podría añadir alguna frase y ésta contendría palabras como: genio, dios, fan absoluto, muerte a los que han convertido a Snoopy en un icono pijo, neurosis, enfermedades sociales, dramas suburbanos, poesía, frío industrial, retrato generacional, diagnósticos depresivos, fábricas de desencanto, sarcasmo camuflado, ironía antiirónica, indiferencia, ansiedad, angustia, soledad, lamento, repetición, muerte. Pero tampoco es plan.
5 de set. de 2008
llamadas perdidas
Todos mis móviles, desde que recuerdo tener tal cosa, tienen un menú de llamadas que se subdivide en tres apartados: llamadas perdidas, llamadas recibidas, llamadas realizadas. Si alguien me propusiera diseñar un aparato de esos -o al menos el apartado de organización- quitaría los tres submenús y dejaría sólo el de llamadas perdidas. Haría lo mismo con los mensajes: ni bandeja de entrada, ni enviados, ni ostias, sólo mensajes perdidos. Porque todas las llamadas y todos los mensajes que nos hacemos y nos enviamos son perdidos. El móvil no sirve para comunicarnos, sólo para constatar que, en nuestra relación con los demás, todo está perdido, lo sabemos desde el momento en que miramos con extrañeza los nombres que aparecen de forma milagrosa en su pantalla. Parece mentira que todos llevemos uno (y hasta dos o tres) aparatos de esos encima que nos recuerdan constantemente cuán solos estamos sin tener ganas de tirarlos por la ventana o suicidarlos de alguna otra manera.
Todos mis móviles, desde que recuerdo tener tal cosa, tienen un menú de llamadas que se subdivide en tres apartados: llamadas perdidas, llamadas recibidas, llamadas realizadas. Si alguien me propusiera diseñar un aparato de esos -o al menos el apartado de organización- quitaría los tres submenús y dejaría sólo el de llamadas perdidas. Haría lo mismo con los mensajes: ni bandeja de entrada, ni enviados, ni ostias, sólo mensajes perdidos. Porque todas las llamadas y todos los mensajes que nos hacemos y nos enviamos son perdidos. El móvil no sirve para comunicarnos, sólo para constatar que, en nuestra relación con los demás, todo está perdido, lo sabemos desde el momento en que miramos con extrañeza los nombres que aparecen de forma milagrosa en su pantalla. Parece mentira que todos llevemos uno (y hasta dos o tres) aparatos de esos encima que nos recuerdan constantemente cuán solos estamos sin tener ganas de tirarlos por la ventana o suicidarlos de alguna otra manera.
2 de set. de 2008
albert camus, el mito de sísifo
Hay libros que, tras leerlos, hacen que tu cabeza empiece a machacarte (y no pare) con preguntas "¿por qué no lo leíste hace diez años? ¿por qué no lo leíste hace quince años? ¿por qué has leído cientos de cosas horribles en vez de dedicarte a buscar libros como éste?". Hay caminos, pero yo no doy encontrado ninguno. Hay pistas, pero estoy ciego a las verdaderamente importantes. Hay libros, pero posiblemente no haya leído más que cuatro o cinco de los fundamentales. Hay.
Los conquistadores saben que la acción es en sí misma inútil. No hay más que una acción útil, la que volviera a crear el hombre y la tierra. Jamás volveré a crear a los hombres. Pero hay que hacer "como si". Pues en la senda de la lucha me encuentro con la carne. Aunque humillada, la carne es mi única certeza. Sólo puedo vivir de ella. La criatura es mi patria. Por eso elegí este esfuerzo absurdo y sin alcance. Por eso estoy del lado de la lucha. Nuestra época se presta a ello, como he dicho.
[...]
La grandeza ha cambiado de campo. Está en la protesta y en el sacrificio sin futuro. Aunque no por el gusto de la derrota. La victoria sería deseable. Pero sólo hay una victoria y es eterna. Nunca la conseguiré. Ahí es donde tropiezo y me atasco. Una revolución se cumple siempre contra los dioses, ahí está la de Prometeo, el primero de los conquistadores modernos. Es una reivindicación del hombre contra su destino: la reivindicación del pobre no es sino un pretexto.
Hay libros que, tras leerlos, hacen que tu cabeza empiece a machacarte (y no pare) con preguntas "¿por qué no lo leíste hace diez años? ¿por qué no lo leíste hace quince años? ¿por qué has leído cientos de cosas horribles en vez de dedicarte a buscar libros como éste?". Hay caminos, pero yo no doy encontrado ninguno. Hay pistas, pero estoy ciego a las verdaderamente importantes. Hay libros, pero posiblemente no haya leído más que cuatro o cinco de los fundamentales. Hay.
Los conquistadores saben que la acción es en sí misma inútil. No hay más que una acción útil, la que volviera a crear el hombre y la tierra. Jamás volveré a crear a los hombres. Pero hay que hacer "como si". Pues en la senda de la lucha me encuentro con la carne. Aunque humillada, la carne es mi única certeza. Sólo puedo vivir de ella. La criatura es mi patria. Por eso elegí este esfuerzo absurdo y sin alcance. Por eso estoy del lado de la lucha. Nuestra época se presta a ello, como he dicho.
[...]
La grandeza ha cambiado de campo. Está en la protesta y en el sacrificio sin futuro. Aunque no por el gusto de la derrota. La victoria sería deseable. Pero sólo hay una victoria y es eterna. Nunca la conseguiré. Ahí es donde tropiezo y me atasco. Una revolución se cumple siempre contra los dioses, ahí está la de Prometeo, el primero de los conquistadores modernos. Es una reivindicación del hombre contra su destino: la reivindicación del pobre no es sino un pretexto.
1 de set. de 2008
alison bechdel, fun home
Los padres siempre tienen la culpa de casi todo. Básicamente éste podría ser el argumento de este cómic autobiográfico en el que la norteamericana Alison Bechdel narra con estudiada asepsia y marcada distancia su infancia, adolescencia y primera juventud. El núcleo de la historia se constituye alrededor de su (casi) no-relación con su padre. La homosexualidad encubierta de él y la militante de ella configuran un juego de oposiciones enrevesado y complejo en el que las dos visiones de la propia identidad sexual tejen una trama de desencuentros y alejamientos, de soledades y ausencias continuadas que crean una especie de situación anticlimática permanente. La vida frustrada del padre encuentra una salida para hacerse menos insoportable a través de la fascinación por la literatura -en especial, su obsesión increíble por el Ulises de Joyce- y de la entrega a la decoración y la jardinería. El material autobiográfico es, de por sí, extraordinariamente rico. Todas esas vidas que se desenvuelven en la casa familiar con una ausencia casi completa de relación entre ellas, crean un marco doliente del que la protagonista tratará de huir sin ser capaz de hacerlo del todo. Su capacidad para afrontar con lucidez y valentía esos años básicos de formación y exhibir ante el lector la complejidad de todas las cosas que no suceden y que marcan tanto como las que ocurren realmente, convierten la lectura de este cómic en una experiencia absorbente e incómoda. El valor de asumir lo que uno mismo es en circunstancias adversas, la capacidad para diseccionar los vacíos que nos habitan, la imposibilidad de construir relaciones verdaderas desde posiciones de autoengaño, el deber de ser consecuente con lo que se es y la obligación de desentrañar el misterio de los propios padres para comprenderse satisfactoriamente son algunos de los ejes que vertebran todo el relato. Merece la pena dedicarle un par de lecturas detalladas. El valor ajeno pone en evidencia la cobardía propia. Aunque sólo sea por éso.
[Mención aparte merce la rotulación de la obra de esta edición en español, obra de la poetisa María Eloy-García -autora del muy divertido poemario "cuánto dura cuánto"- que es, en sí misma, una pequeña obra de arte contenida en el interior de un tebeo realmente mayúsculo.]
Los padres siempre tienen la culpa de casi todo. Básicamente éste podría ser el argumento de este cómic autobiográfico en el que la norteamericana Alison Bechdel narra con estudiada asepsia y marcada distancia su infancia, adolescencia y primera juventud. El núcleo de la historia se constituye alrededor de su (casi) no-relación con su padre. La homosexualidad encubierta de él y la militante de ella configuran un juego de oposiciones enrevesado y complejo en el que las dos visiones de la propia identidad sexual tejen una trama de desencuentros y alejamientos, de soledades y ausencias continuadas que crean una especie de situación anticlimática permanente. La vida frustrada del padre encuentra una salida para hacerse menos insoportable a través de la fascinación por la literatura -en especial, su obsesión increíble por el Ulises de Joyce- y de la entrega a la decoración y la jardinería. El material autobiográfico es, de por sí, extraordinariamente rico. Todas esas vidas que se desenvuelven en la casa familiar con una ausencia casi completa de relación entre ellas, crean un marco doliente del que la protagonista tratará de huir sin ser capaz de hacerlo del todo. Su capacidad para afrontar con lucidez y valentía esos años básicos de formación y exhibir ante el lector la complejidad de todas las cosas que no suceden y que marcan tanto como las que ocurren realmente, convierten la lectura de este cómic en una experiencia absorbente e incómoda. El valor de asumir lo que uno mismo es en circunstancias adversas, la capacidad para diseccionar los vacíos que nos habitan, la imposibilidad de construir relaciones verdaderas desde posiciones de autoengaño, el deber de ser consecuente con lo que se es y la obligación de desentrañar el misterio de los propios padres para comprenderse satisfactoriamente son algunos de los ejes que vertebran todo el relato. Merece la pena dedicarle un par de lecturas detalladas. El valor ajeno pone en evidencia la cobardía propia. Aunque sólo sea por éso.
[Mención aparte merce la rotulación de la obra de esta edición en español, obra de la poetisa María Eloy-García -autora del muy divertido poemario "cuánto dura cuánto"- que es, en sí misma, una pequeña obra de arte contenida en el interior de un tebeo realmente mayúsculo.]
30 de ago. de 2008
dave eggers, qué es el qué
Si algo caracteriza a la edad del aburrimiento es la desaparición progresiva del horizonte vital de gente a la que admirar. El paso del tiempo te enseña que aquellos héroes sin fisuras de tu adolescencia y primera juventud eran, más que cualquier otra cosa, defectos en tu forma de percibir la realidad que entidades consistentes dificilmente atacables. Sin embargo, quizás como un reflejo de los viejos tiempos en los que uno está voluntariamente ciego o tuerto la mitad de su tiempo, siempre asoma un rescoldo de admiración completa, de entrega absoluta a todo lo que hace algún alguien en un remoto lugar del planeta (ya sabemos que la cercanía abrasa cualquier posibilidad de admiración: sólo caben otras emociones de naturaleza antagónica) de maneras más o menos inesperadas. Uno de los pocos ídolos que me quedan es Dave Eggers, escritor norteamericano editor de dos revistas -Mc Sweeny´s y The Believer- e impulsor de proyectos de integración social a través de la lectura y la escritura en algunos de los peores barrios de las peores urbes norteamericanas. Huelga decir que mi admiración es (casi) completamente irracional: adoro The Believer (soy suscriptor), carezco del dominio necesario de inglés para leer Mc Sweeney´s, de sus libros sólo he leído este último y observo con fascinación cómo evoluciona su atrevida experiencia en plan héroe de película de Frank Capra. No hay realmente una razón de peso para incluírlo en la lista de las "diez personas objetivamente más admirables del mundo". Quizás por ello.
Hecha la salvedad diré que el libro narra la odisea de uno de los miles de Niños Perdidos sudaneses, la generación de nacidos en Sudán en los ochenta y noventa en plena guerra civil entre el norte y el sur (herencia del proceso descolonizador británico) y la cadena de desgracias que le llevan de una aldea arrasada a una marcha interminable por el desierto y la posterior peregrinación por varios campos de refugiados durante años para terminar trabajando en subempleos diversos en unos Estados Unidos capaces de acoger a varios cientos de ellos, pero incapaces de reparar -como si alguien pudiera- las heridas de una vida de sufrimiento extremo. La narración es vibrante, recogiendo con brillantez el relato oral de los hechos que el protagonista, Valentino Achak Deng, hizo a Dave Eggers a lo largo de casi un año, y el libro consigue otorgarle el punto exacto a todos los detalles terribles de la epopeya vital de Achak sin caer el error de obviarlos por desagradables ni en la tentación de darles un papel preeminente desviando con ello la atención del sentido global del relato. Muchas páginas son realmente conmovedoras, en otras, personajes posiblemente ficticios (no aparecen en la larguísima lista final de agradecimientos) nos detallan la historia de Sudán y el terrible embrollo de su guerra civil, y, en general, hay una frescura que te llega a hacer creer durante mucho tiempo que estás escuchando en primera persona al propio Achak desgranando los detalles de su infancia y adolescencia.
Sé que un libro tan bienintencionado como éste es presa fácil de cierta clase de crítica cínica, que la estructura del relato presenta algunos peros bastante evidentes (que no diré aquí), y que la distancia entre el papel que quiere jugar Eggers y la pose de un Bono o alguien similar es realmente pequeña, pero, aún así, es un libro que supera con creces la barrera imaginaria de la honestidad que le exigimos a los demás, y, sobre todo, no parece presentar otra intención que contar la historia tremenda de Achak para no perder el recuerdo de aquellos que, a diferencia de éste, simplemente se quedaron por el camino.
Si algo caracteriza a la edad del aburrimiento es la desaparición progresiva del horizonte vital de gente a la que admirar. El paso del tiempo te enseña que aquellos héroes sin fisuras de tu adolescencia y primera juventud eran, más que cualquier otra cosa, defectos en tu forma de percibir la realidad que entidades consistentes dificilmente atacables. Sin embargo, quizás como un reflejo de los viejos tiempos en los que uno está voluntariamente ciego o tuerto la mitad de su tiempo, siempre asoma un rescoldo de admiración completa, de entrega absoluta a todo lo que hace algún alguien en un remoto lugar del planeta (ya sabemos que la cercanía abrasa cualquier posibilidad de admiración: sólo caben otras emociones de naturaleza antagónica) de maneras más o menos inesperadas. Uno de los pocos ídolos que me quedan es Dave Eggers, escritor norteamericano editor de dos revistas -Mc Sweeny´s y The Believer- e impulsor de proyectos de integración social a través de la lectura y la escritura en algunos de los peores barrios de las peores urbes norteamericanas. Huelga decir que mi admiración es (casi) completamente irracional: adoro The Believer (soy suscriptor), carezco del dominio necesario de inglés para leer Mc Sweeney´s, de sus libros sólo he leído este último y observo con fascinación cómo evoluciona su atrevida experiencia en plan héroe de película de Frank Capra. No hay realmente una razón de peso para incluírlo en la lista de las "diez personas objetivamente más admirables del mundo". Quizás por ello.
Hecha la salvedad diré que el libro narra la odisea de uno de los miles de Niños Perdidos sudaneses, la generación de nacidos en Sudán en los ochenta y noventa en plena guerra civil entre el norte y el sur (herencia del proceso descolonizador británico) y la cadena de desgracias que le llevan de una aldea arrasada a una marcha interminable por el desierto y la posterior peregrinación por varios campos de refugiados durante años para terminar trabajando en subempleos diversos en unos Estados Unidos capaces de acoger a varios cientos de ellos, pero incapaces de reparar -como si alguien pudiera- las heridas de una vida de sufrimiento extremo. La narración es vibrante, recogiendo con brillantez el relato oral de los hechos que el protagonista, Valentino Achak Deng, hizo a Dave Eggers a lo largo de casi un año, y el libro consigue otorgarle el punto exacto a todos los detalles terribles de la epopeya vital de Achak sin caer el error de obviarlos por desagradables ni en la tentación de darles un papel preeminente desviando con ello la atención del sentido global del relato. Muchas páginas son realmente conmovedoras, en otras, personajes posiblemente ficticios (no aparecen en la larguísima lista final de agradecimientos) nos detallan la historia de Sudán y el terrible embrollo de su guerra civil, y, en general, hay una frescura que te llega a hacer creer durante mucho tiempo que estás escuchando en primera persona al propio Achak desgranando los detalles de su infancia y adolescencia.
Sé que un libro tan bienintencionado como éste es presa fácil de cierta clase de crítica cínica, que la estructura del relato presenta algunos peros bastante evidentes (que no diré aquí), y que la distancia entre el papel que quiere jugar Eggers y la pose de un Bono o alguien similar es realmente pequeña, pero, aún así, es un libro que supera con creces la barrera imaginaria de la honestidad que le exigimos a los demás, y, sobre todo, no parece presentar otra intención que contar la historia tremenda de Achak para no perder el recuerdo de aquellos que, a diferencia de éste, simplemente se quedaron por el camino.
29 de ago. de 2008
un recibimiento
Ayer fui al aeropuerto a buscar a mis suegros, que venían de un pequeño viaje de una semana. La terminal de Peinador, descoyuntada por las obras, convertida en un cosa desagradable a lomos de la cual hay que subirse a los aviones, presentaba un lleno total. Cinco vuelos llegaban a la vez y otros tres estaban para salir. Como si hubieran dado el pistoletazo de salida a las rebajas aeronáuticas o algo así. Mientras esperaba delante de la puerta de llegadas realicé el típico análisis discreto de la gente que esperaba y de aquellos a los que iban saludando. Aparecieron un chico alto rapado al cero con perilla y su novia y un señor de cierta edad se echó en los brazos de él y lo abrazó con intensidad. La chica sonreía con timidez mientras el chico tenía la típica cara de "ésto va en serio?". El hombre mayor se secó una lágrima imaginaria. Llegaron dos tipos altos con trajes caros y aspecto de estar cuestionándose el porqué de haber llegado a Vigo. Nadie los esperaba y, por tanto, nos miraron a los que sí esperábamos a alguien con cierto resentimiento. Llegó un chico de unos dieciseis años y un grupo se abalanzó sobre él. Todos querían abrazarlo, en especial una mujer, que, tras tocarlo, lloraba desconsolada. Los abrazos duraron un buen rato. El chaval, con cara de circunstancias, sonreía a todos. Me cayó bien. Llegó un grupo de veinteañeros de esos que parecen hacer cola para los castings de factor-x u operación triunfo. Sonreían y miraban alrededor con aire divertido. Una pareja de mediana edad se acercó y ambos, marido y mujer, abrazaron con vigor a uno de ellos. El chico miraba para sus acompañantes. Sus sonrisas no eran maliciosas, ni siquiera irónicas, eran un especie de intercambio de pequeñas extrañezas. LLegó una pareja con un par de niños y hubo una leve avalancha humana. Otro intercambio apasionado de abrazos agotando todas las combinaciones posibles: primo-primo, tío-sobrino, hermano-hermana. Una eternidad. Finalmente llegaron mis suegros. Le dí la mano a él y dos besos a ella. Mientras acercábamos las maletas al automóvil me contaron que el avión se había retrasado por un incidente previo a la salida del que no tenía ni idea. El piloto les dio mil explicaciones un millón de veces. Acostumbrados a no tener nunca ni idea de lo que pasa cuando vuelan, tanta explicación les dio muy mala espina. Me dijeron que al llegar suspiraron de alivio. La gente que estaba a mi alrededor, en efecto, tenía cara de venir de un gigantesco suspiro colectivo.
(Mientras, en un aparte del aeropuerto, un grupo de gente despedía estruendosamente al nadador paralímpico Chano Rodríguez que se iba a China. Había una cámara de television y un periodista. Cada vez que hacían una toma, el grupo montaba un escándalo considerable. Estuvieron despidiéndolo una media hora, con ráfagas intermitentes de entusiasmo que sonaban raras entre las maletas perdidas y los abrazos algo exagerados.)
Ayer fui al aeropuerto a buscar a mis suegros, que venían de un pequeño viaje de una semana. La terminal de Peinador, descoyuntada por las obras, convertida en un cosa desagradable a lomos de la cual hay que subirse a los aviones, presentaba un lleno total. Cinco vuelos llegaban a la vez y otros tres estaban para salir. Como si hubieran dado el pistoletazo de salida a las rebajas aeronáuticas o algo así. Mientras esperaba delante de la puerta de llegadas realicé el típico análisis discreto de la gente que esperaba y de aquellos a los que iban saludando. Aparecieron un chico alto rapado al cero con perilla y su novia y un señor de cierta edad se echó en los brazos de él y lo abrazó con intensidad. La chica sonreía con timidez mientras el chico tenía la típica cara de "ésto va en serio?". El hombre mayor se secó una lágrima imaginaria. Llegaron dos tipos altos con trajes caros y aspecto de estar cuestionándose el porqué de haber llegado a Vigo. Nadie los esperaba y, por tanto, nos miraron a los que sí esperábamos a alguien con cierto resentimiento. Llegó un chico de unos dieciseis años y un grupo se abalanzó sobre él. Todos querían abrazarlo, en especial una mujer, que, tras tocarlo, lloraba desconsolada. Los abrazos duraron un buen rato. El chaval, con cara de circunstancias, sonreía a todos. Me cayó bien. Llegó un grupo de veinteañeros de esos que parecen hacer cola para los castings de factor-x u operación triunfo. Sonreían y miraban alrededor con aire divertido. Una pareja de mediana edad se acercó y ambos, marido y mujer, abrazaron con vigor a uno de ellos. El chico miraba para sus acompañantes. Sus sonrisas no eran maliciosas, ni siquiera irónicas, eran un especie de intercambio de pequeñas extrañezas. LLegó una pareja con un par de niños y hubo una leve avalancha humana. Otro intercambio apasionado de abrazos agotando todas las combinaciones posibles: primo-primo, tío-sobrino, hermano-hermana. Una eternidad. Finalmente llegaron mis suegros. Le dí la mano a él y dos besos a ella. Mientras acercábamos las maletas al automóvil me contaron que el avión se había retrasado por un incidente previo a la salida del que no tenía ni idea. El piloto les dio mil explicaciones un millón de veces. Acostumbrados a no tener nunca ni idea de lo que pasa cuando vuelan, tanta explicación les dio muy mala espina. Me dijeron que al llegar suspiraron de alivio. La gente que estaba a mi alrededor, en efecto, tenía cara de venir de un gigantesco suspiro colectivo.
(Mientras, en un aparte del aeropuerto, un grupo de gente despedía estruendosamente al nadador paralímpico Chano Rodríguez que se iba a China. Había una cámara de television y un periodista. Cada vez que hacían una toma, el grupo montaba un escándalo considerable. Estuvieron despidiéndolo una media hora, con ráfagas intermitentes de entusiasmo que sonaban raras entre las maletas perdidas y los abrazos algo exagerados.)
24 de ago. de 2008
este año, el verano
De pronto ya casi es septiembre. Si lo pienso más de un minuto puedo amargarme con violencia. Con la sensación de haber vivido en una especie de continuo deportivo-temporal (roland garros-eurocopa-tour de francia-wimbledon-olimpiadas) en el que se hubieran abolido las categorías de pasado y futuro, de golpe me hallo a las puertas del Otoño como un perro abandonado por sus dueños a punto de empezar el verano. Pues bien. Mientras colgaba la ropa mojada de la última colada y su olor me devolvía a otras coladas de este Verano, he detectado variaciones importantes en las fragancias circundantes. Para mi nariz, el verano se ha eclipsado violentamente, y, como es sabido, ello significa que realmente el cambio de escenario está ahí. Preparémonos pues. Recojamos las toallas que aún están sin secar, saludemos a los jerseys y a las chaquetas de punto (ya tengo una edad), despidamos con tristeza las últimas arenas de la playa a la que apenas hemos ido que estaban en nuestras zapatillas de deportes y prepáremonos para encarar el Otoño que se avecina, como siempre, ligeramente gris, cargado de pequeñas oscuridades y de presentimientos y tristezas microscópicas que no debemos dejar crecer. Por nuestro bien.
De pronto ya casi es septiembre. Si lo pienso más de un minuto puedo amargarme con violencia. Con la sensación de haber vivido en una especie de continuo deportivo-temporal (roland garros-eurocopa-tour de francia-wimbledon-olimpiadas) en el que se hubieran abolido las categorías de pasado y futuro, de golpe me hallo a las puertas del Otoño como un perro abandonado por sus dueños a punto de empezar el verano. Pues bien. Mientras colgaba la ropa mojada de la última colada y su olor me devolvía a otras coladas de este Verano, he detectado variaciones importantes en las fragancias circundantes. Para mi nariz, el verano se ha eclipsado violentamente, y, como es sabido, ello significa que realmente el cambio de escenario está ahí. Preparémonos pues. Recojamos las toallas que aún están sin secar, saludemos a los jerseys y a las chaquetas de punto (ya tengo una edad), despidamos con tristeza las últimas arenas de la playa a la que apenas hemos ido que estaban en nuestras zapatillas de deportes y prepáremonos para encarar el Otoño que se avecina, como siempre, ligeramente gris, cargado de pequeñas oscuridades y de presentimientos y tristezas microscópicas que no debemos dejar crecer. Por nuestro bien.
20 de ago. de 2008
volviendo de hacer el turista
Estuve en Venecia unos días. La ciudad es un catálogo de tópicos de dimensión tal capaz de agotar cualquier listado de adjetivos cursis. Sin embargo, mi diminuta experiencia turisteril me ha enseñado que bajo los tópicos se oculta siempre algo que, pese a las postales y a los souvenirs y a los recuerdos vergonzantes, resulta ser profundamente verdadero. Una especie de corazón doliente sepultado por toneladas de esa grasa especial que generan los seres humanos cuando quieren hacer negocio a partir de, pongamos, una casa, una ciudad, un paisaje o, yo que sé, la ventana a través de la cual Canaletto veía los paisajes venecianos. Pese a ese recubrimiento pestilente derivado del afán de sacar dinero como sea, las cosas tópicas -e, insisto, Venecia es algo así como el Ikea de los tópicos turísticos- guardan un algo profundamente auténtico que merece el tiempo, las ganas y el esfuerzo dedicado a encontrarlo. Una ciudad surcada de canales orillados por palacios de hace quinientos años, envuelta en una atmósfera de permanente folletín romántico (Lord Byron, en sus tiempos, entre otras cosas, nadaba completo el gran canal) y sumergida en esa luz mediterránea que estimula con vigor algunas glándulas desconocidas dentro del cerebro relacionadas con la necesidad urgente de disfrutar cada hora del día, es la clase de lugar al que uno llega pensando que es simplemente la disneylandia de los palacetes renacentistas y del que uno sale sin saber que pensar, saturado en el nivel sensible y desarbolado en el de las opiniones y los juicios sumarísimos.
Venecia me ha fascinado mucho más allá de lo que mi espíritu turístico de masas podría esperar. Hay algo tópico en mi propia fascinación y, por lo tanto, hasta donde soy capaz de entender, ese algo es real y está relacionado con algún tipo de emoción intermedia situada entre los instintos básicos y el placer estético. Es esa clase de fascinación vinculada a la necesidad de comprender las cosas incomprensibles.
[Nota mental nº 1: volver puede estar bien]
Estuve en Venecia unos días. La ciudad es un catálogo de tópicos de dimensión tal capaz de agotar cualquier listado de adjetivos cursis. Sin embargo, mi diminuta experiencia turisteril me ha enseñado que bajo los tópicos se oculta siempre algo que, pese a las postales y a los souvenirs y a los recuerdos vergonzantes, resulta ser profundamente verdadero. Una especie de corazón doliente sepultado por toneladas de esa grasa especial que generan los seres humanos cuando quieren hacer negocio a partir de, pongamos, una casa, una ciudad, un paisaje o, yo que sé, la ventana a través de la cual Canaletto veía los paisajes venecianos. Pese a ese recubrimiento pestilente derivado del afán de sacar dinero como sea, las cosas tópicas -e, insisto, Venecia es algo así como el Ikea de los tópicos turísticos- guardan un algo profundamente auténtico que merece el tiempo, las ganas y el esfuerzo dedicado a encontrarlo. Una ciudad surcada de canales orillados por palacios de hace quinientos años, envuelta en una atmósfera de permanente folletín romántico (Lord Byron, en sus tiempos, entre otras cosas, nadaba completo el gran canal) y sumergida en esa luz mediterránea que estimula con vigor algunas glándulas desconocidas dentro del cerebro relacionadas con la necesidad urgente de disfrutar cada hora del día, es la clase de lugar al que uno llega pensando que es simplemente la disneylandia de los palacetes renacentistas y del que uno sale sin saber que pensar, saturado en el nivel sensible y desarbolado en el de las opiniones y los juicios sumarísimos.
Venecia me ha fascinado mucho más allá de lo que mi espíritu turístico de masas podría esperar. Hay algo tópico en mi propia fascinación y, por lo tanto, hasta donde soy capaz de entender, ese algo es real y está relacionado con algún tipo de emoción intermedia situada entre los instintos básicos y el placer estético. Es esa clase de fascinación vinculada a la necesidad de comprender las cosas incomprensibles.
[Nota mental nº 1: volver puede estar bien]
7 de ago. de 2008
nosotros somos el espectáculo
Estoy en Verona. El calor es soportable, la ciudad tiene las dimensiones adecuadas para ser abarcada superficialmente en un par de horas andando. Supongo que dos horas y media pateando es el límite entre una ciudad recorrible, y, por lo tanto casi real, y otra no recorrible, y, por lo tanto candidata clara a habitante de la frontera con la irrealidad. Conozco muchas ciudades, en ese sentido, tan irreales que me sigo asombrando de que estén en su sitio cuando vuelvo a ellas. Otras, en teoría pequeñas, como aquella en la que vivo, permanece en un estado superpuesto de realidad e irrealidad que, supongo, la vuelve virtualmente incomprensible para un turista medio como yo. En Verona, miles de turistas disfrutamos de las pequeñeces grandiosas que hacen disfrutable una visita así. Una callejuela sobresaturada de capas de óxido en sus paredes y balcones al borde de la descomposición en la que en el siglo XVIII comenzó el alzamiento contra los franceses y los dálmatas (fascinante nacionalidad, yo pagaría por ser dálmata, guau), una plaza microscópica con una cafetería situada justo en el cuarto de su superficie en sombra, un puente renacentista con sobredosis de épica derribado por los nazis en su huida de Italia y reconstruído con las piedras recogidas una a una del río o un restaurante ocupando una callejuela completa presto para ser asaltado por turistas famélicos desesperados por sentarse a la sombra ante un plato de pasta supuestamente casera. Sin embargo, como en cualquier otro destino turístico del planeta -y ya casi todos sus lugares lo son- el espectáculo más fascinante, aquello que realmente hay que ver, somos los propios visitantes. En la inmensa Piazza Bra, algunas decenas de miles hacen cola para entrar al anfiteatro romano que se mantiene en pie como si lo hubieran levantado en plena burbuja inmobiliaria, otros cientos de miles toman millones de imágenes armados de cámaras compactas, cámaras réflex digitales, cámaras de vídeo de todo tipo y teléfonos móviles de antepenúltima y penúltima generación y algunos miles de millones, sentados en alguna de las cafeterías que proporcionan a)sombra, b)bebida y c)comida observamos con fingida ausencia de placer el espectáculo inmenso de nuestro espíritu colectivo destilado y puesto en escena (casi) completamente gratis: mirar, mirar, mirar. Para luego, como quien no quiere la cosa, casi con calculado desapego, dejándolo caer con una elaborada naturalidad ensayada sin descanso todos los días del viaje, poder decir, ah sí, yo estuve allí, no estaba mal, bah.
Estoy en Verona. El calor es soportable, la ciudad tiene las dimensiones adecuadas para ser abarcada superficialmente en un par de horas andando. Supongo que dos horas y media pateando es el límite entre una ciudad recorrible, y, por lo tanto casi real, y otra no recorrible, y, por lo tanto candidata clara a habitante de la frontera con la irrealidad. Conozco muchas ciudades, en ese sentido, tan irreales que me sigo asombrando de que estén en su sitio cuando vuelvo a ellas. Otras, en teoría pequeñas, como aquella en la que vivo, permanece en un estado superpuesto de realidad e irrealidad que, supongo, la vuelve virtualmente incomprensible para un turista medio como yo. En Verona, miles de turistas disfrutamos de las pequeñeces grandiosas que hacen disfrutable una visita así. Una callejuela sobresaturada de capas de óxido en sus paredes y balcones al borde de la descomposición en la que en el siglo XVIII comenzó el alzamiento contra los franceses y los dálmatas (fascinante nacionalidad, yo pagaría por ser dálmata, guau), una plaza microscópica con una cafetería situada justo en el cuarto de su superficie en sombra, un puente renacentista con sobredosis de épica derribado por los nazis en su huida de Italia y reconstruído con las piedras recogidas una a una del río o un restaurante ocupando una callejuela completa presto para ser asaltado por turistas famélicos desesperados por sentarse a la sombra ante un plato de pasta supuestamente casera. Sin embargo, como en cualquier otro destino turístico del planeta -y ya casi todos sus lugares lo son- el espectáculo más fascinante, aquello que realmente hay que ver, somos los propios visitantes. En la inmensa Piazza Bra, algunas decenas de miles hacen cola para entrar al anfiteatro romano que se mantiene en pie como si lo hubieran levantado en plena burbuja inmobiliaria, otros cientos de miles toman millones de imágenes armados de cámaras compactas, cámaras réflex digitales, cámaras de vídeo de todo tipo y teléfonos móviles de antepenúltima y penúltima generación y algunos miles de millones, sentados en alguna de las cafeterías que proporcionan a)sombra, b)bebida y c)comida observamos con fingida ausencia de placer el espectáculo inmenso de nuestro espíritu colectivo destilado y puesto en escena (casi) completamente gratis: mirar, mirar, mirar. Para luego, como quien no quiere la cosa, casi con calculado desapego, dejándolo caer con una elaborada naturalidad ensayada sin descanso todos los días del viaje, poder decir, ah sí, yo estuve allí, no estaba mal, bah.
6 de ago. de 2008
un fragmento de una europa inquietante
Entramos en Brescia el primer lunes de agosto, sobre las cuatro de la tarde. Las calles de la ciudad estaban vacías de manera absoluta, apenas dos o tres coches recorrían las calzadas de la ciudad. Ningún peatón en casi veinte minutos de recorrido. Cada esquina, un par de cámaras de vigilancia. Teníamos puesta RAI1 y hablaban de que Berlusconi había desplegado al ejército en varias ciudades del país por el asunto de los gitanos rumanos. El ejército, pensé, y las dos palabras me sonaron a muelas intentando mascar piedras en la boca. Mientras la radio escupía entrevistas en la calle a personas que opinaban sobre la medida -parece el Chile de Pinochet, dijo alguien con quién de golpe me unió una intensa corriente de simpatía- , nosotros recorríamos la ciudad en busca de nuestro hotel. Volví a entregarme a la observación de las calles. Tantas cámaras y tan poca gente a vigilar. La paranoia sin objeto, el artefacto de vigilancia retratando al vigilante, todas las calles convertidas en pasillos de una cárcel imaginaria. Más tarde, tras instalarnos y descansar un rato en espera de temperaturas algo más humanas, salimos a recorrer Brescia. En la plaza de la catedral vimos indicios de vida, corrillos de hindúes, paquistaníes y bangladeshíes (digo yo) que se juntaban en las escaleras y los bancos mientras miraban para los cuatro turistas que nos sentábamos a tomar un helado sin terminar de creernos semejante desolación. Después de cenar, un grupo numeroso de pijos italianos que parecían médicos o abogados o algo por el estilo se pusieron a cantar, en la terraza del restaurante donde estaban cenando, canciones de los beatles y de domenico modugno mientras uno de ellos tocaba la guitarra. La plaza hacía de caja de resonancia y la voz de una de las mujeres que cantaban sonaba con una elegante claridad sobre todas las demás. Pensé para mí en un lamento fúnebre al ritmo del yellow submarine. Al llegar al hotel me pregunté porqué algunas ciudades europeas parecen pensadas para ser habitadas por los muertos. Hacía calor y después dormí mal.
Entramos en Brescia el primer lunes de agosto, sobre las cuatro de la tarde. Las calles de la ciudad estaban vacías de manera absoluta, apenas dos o tres coches recorrían las calzadas de la ciudad. Ningún peatón en casi veinte minutos de recorrido. Cada esquina, un par de cámaras de vigilancia. Teníamos puesta RAI1 y hablaban de que Berlusconi había desplegado al ejército en varias ciudades del país por el asunto de los gitanos rumanos. El ejército, pensé, y las dos palabras me sonaron a muelas intentando mascar piedras en la boca. Mientras la radio escupía entrevistas en la calle a personas que opinaban sobre la medida -parece el Chile de Pinochet, dijo alguien con quién de golpe me unió una intensa corriente de simpatía- , nosotros recorríamos la ciudad en busca de nuestro hotel. Volví a entregarme a la observación de las calles. Tantas cámaras y tan poca gente a vigilar. La paranoia sin objeto, el artefacto de vigilancia retratando al vigilante, todas las calles convertidas en pasillos de una cárcel imaginaria. Más tarde, tras instalarnos y descansar un rato en espera de temperaturas algo más humanas, salimos a recorrer Brescia. En la plaza de la catedral vimos indicios de vida, corrillos de hindúes, paquistaníes y bangladeshíes (digo yo) que se juntaban en las escaleras y los bancos mientras miraban para los cuatro turistas que nos sentábamos a tomar un helado sin terminar de creernos semejante desolación. Después de cenar, un grupo numeroso de pijos italianos que parecían médicos o abogados o algo por el estilo se pusieron a cantar, en la terraza del restaurante donde estaban cenando, canciones de los beatles y de domenico modugno mientras uno de ellos tocaba la guitarra. La plaza hacía de caja de resonancia y la voz de una de las mujeres que cantaban sonaba con una elegante claridad sobre todas las demás. Pensé para mí en un lamento fúnebre al ritmo del yellow submarine. Al llegar al hotel me pregunté porqué algunas ciudades europeas parecen pensadas para ser habitadas por los muertos. Hacía calor y después dormí mal.
24 de xul. de 2008
una entrada local
Ando por ahi de viaje, pero no soy capaz de resistirme a conectarme a internet y poner aqui este enlace
Ando por ahi de viaje, pero no soy capaz de resistirme a conectarme a internet y poner aqui este enlace
14 de xul. de 2008
sad songs to listen in desert beachs
First the mic then a half cigarette
singing cathy's clown
that's the man that she's married to now
that's the girl that he takes around town
she appears composed, so she is, i suppose
who can really tell?
she shows no emotion at all
stares into space like a dead china doll
i'm never gonna know you now, but i'm gonna love you anyhow
now she's done and they're calling someone
such a familiar name
i'm so glad that my memories remote
'cos i'm doing just fine hour to hour, note to note
here it is the revenge to the tune
"you're no good,
you're no good you're no good you're no good"
can't you tell that it's well understood
i'm never gonna know you now, but i'm gonna love you anyhow
i'm here today and expected to stay on and on and on
i'm tired
i'm tired
looking out on the substitute scene
still going strong
XO, mom
it's ok, it's alright, nothing's wrong
tell mr. man with impossible plans to just leave me alone
in the place where i make no mistakes
in the place where i have what it takes
i'm never gonna know you now, but i'm gonna love you anyhow
i'm never gonna know you now, but i'm gonna love you anyhow
i'm never gonna know you now, but i'm gonna love you anyhow
First the mic then a half cigarette
singing cathy's clown
that's the man that she's married to now
that's the girl that he takes around town
she appears composed, so she is, i suppose
who can really tell?
she shows no emotion at all
stares into space like a dead china doll
i'm never gonna know you now, but i'm gonna love you anyhow
now she's done and they're calling someone
such a familiar name
i'm so glad that my memories remote
'cos i'm doing just fine hour to hour, note to note
here it is the revenge to the tune
"you're no good,
you're no good you're no good you're no good"
can't you tell that it's well understood
i'm never gonna know you now, but i'm gonna love you anyhow
i'm here today and expected to stay on and on and on
i'm tired
i'm tired
looking out on the substitute scene
still going strong
XO, mom
it's ok, it's alright, nothing's wrong
tell mr. man with impossible plans to just leave me alone
in the place where i make no mistakes
in the place where i have what it takes
i'm never gonna know you now, but i'm gonna love you anyhow
i'm never gonna know you now, but i'm gonna love you anyhow
i'm never gonna know you now, but i'm gonna love you anyhow
los intermedios o algunas reflexiones veraniegas derivadas de la lectura detallada del horóscopo
A veces parece que en la vida de uno no pasa nada, o, al menos, que no ocurren demasiadas cosas. Durante un tiempo viví un poco obsesionado con la idea de estar perdiendo el tiempo en el peor sentido de la palabra. Sin embargo he empezado a comprender que las cosas son siempre menos simples de lo que parecen inicialmente. Los periodos de intermedio -o de cierto aburrimiento, si se prefiere- tienen características de tiempo de estructuración. En silencio y de manera inconsciente hay algo construyéndose a nuestras espaldas -más bien delante de nuestras narices-, hay procesos que van cristalizándose lentamente, hay creencias, opiniones, gustos, desencantos, incertidumbres que se van consolidando discretamente, lejos de toda posibilidad de actuación consciente sobre ellos. En los periodos de aburrimiento acumulamos fuerzas de pequeño alcance y decepciones microscópicas. Nos acostumbramos a nosotros mismos sin apenas darnos cuenta. Perdemos la vida pero ganamos otras cosas que, llegado el momento, serán vitales en nuestras decisiones, en el rumbo que tomemos de la mano de las decisiones incorrectas y las supuestas corazonadas del momento. Cuando pensamos que hemos actuado por impulsos o instintivamente, en realidad sólo estamos culminando una infinidad de procesos insignificantes cuyo desarrollo ha tenido lugar en segundo plano. "Me voy a tirar por la ventana", "voy a cambiar de vida", "me marcho a Honduras", "me voy a hacer budista", no serán pues decisiones del momento, sino cada una de ellas la culminación de algo que está ahí, oscuro, callado, expectante aguardando el momento del zarpazo. Aguardemos acontecimientos, algo tendremos preparado para cuando llegue el momento.
LIBRA
Representado por la balanza, Libra tiene un funcionamiento semejante: siempre sopesando pros y contras, a la búsqueda de equilibrio y justicia.
Como signo de Aire que es, necesita el estímulo intelectual, el razonamiento y la conversación.
Tu gusto por la estética y la ética te lleva, muchas veces, a buscar una perfección que no encuentra. De ahí arranca la indecisión o el diletantismo propios de algunos nativos de tu signo. Y es que, como la balanza, sabes que sin el otro, uno no es nada; tienes tan en cuenta las opiniones de los demás que a veces te quedas sin expresar la tuya propia, al menos de manera directa, porque no te gustan para nada los ambientes toscos ni las tensiones. Eres amante de la paz y la concordia. Sin embargo, tienes una habilidad especial para nadar y guardar la ropa. Es decir, muchas veces, pides opiniones o las escuchas, porque necesitas contrastar, pero, luego, obrarás como quieras, que para eso eress libre como el viento.
En tu afición por lo bueno, puedes llegar al sibaritismo. Pero en el fondo anhelas una elevación moral y espiritual de la sociedad en la que vives. Sociable por naturaleza, e incluso galante, tiendes a los buenos modales y puedes llegar a tener una inteligencia refinada. También sueles destacar en tus aportaciones al pacifismo o a la convivencia entre los pueblos. En realidad, tu signo tiene una sensibilidad artística y estética que puedes llegar a canalizar profesionalmente.
Hay dos caracteres Libra bien diferenciados: mientras uno es serio y reservado, la mayoría de los nativos del signo son simpáticos y sociables.
El romanticismo de Libra es bastante perfeccionista, porque no sólo anhelas las adecuadas proporciones estéticas, sino también las morales, fundamentalmente las intelectuales y espirituales de la otra persona. Si en estos aspectos no hay acoplamiento, tu relación se irá marchitando y no tardarás en desplegar tus aires de seducción sobre otras personas y objetivos.
Si Libra posee una carta astral con un conjunto armónico, podremos ver las siguientes virtudes: armonía, amabilidad, sociabilidad, justicia, delicadeza, consideración por los demás y elevación moral y espiritual.
Sin embargo, cuando el conjunto de la carta astral es inarmónico, se pueden encontrar algunos de estos defectos: exceso de locuacidad, influenciable, ambición de reconocimiento social y tendencia a envolver a los demás en su particular tela de araña.
A veces parece que en la vida de uno no pasa nada, o, al menos, que no ocurren demasiadas cosas. Durante un tiempo viví un poco obsesionado con la idea de estar perdiendo el tiempo en el peor sentido de la palabra. Sin embargo he empezado a comprender que las cosas son siempre menos simples de lo que parecen inicialmente. Los periodos de intermedio -o de cierto aburrimiento, si se prefiere- tienen características de tiempo de estructuración. En silencio y de manera inconsciente hay algo construyéndose a nuestras espaldas -más bien delante de nuestras narices-, hay procesos que van cristalizándose lentamente, hay creencias, opiniones, gustos, desencantos, incertidumbres que se van consolidando discretamente, lejos de toda posibilidad de actuación consciente sobre ellos. En los periodos de aburrimiento acumulamos fuerzas de pequeño alcance y decepciones microscópicas. Nos acostumbramos a nosotros mismos sin apenas darnos cuenta. Perdemos la vida pero ganamos otras cosas que, llegado el momento, serán vitales en nuestras decisiones, en el rumbo que tomemos de la mano de las decisiones incorrectas y las supuestas corazonadas del momento. Cuando pensamos que hemos actuado por impulsos o instintivamente, en realidad sólo estamos culminando una infinidad de procesos insignificantes cuyo desarrollo ha tenido lugar en segundo plano. "Me voy a tirar por la ventana", "voy a cambiar de vida", "me marcho a Honduras", "me voy a hacer budista", no serán pues decisiones del momento, sino cada una de ellas la culminación de algo que está ahí, oscuro, callado, expectante aguardando el momento del zarpazo. Aguardemos acontecimientos, algo tendremos preparado para cuando llegue el momento.
LIBRA
Representado por la balanza, Libra tiene un funcionamiento semejante: siempre sopesando pros y contras, a la búsqueda de equilibrio y justicia.
Como signo de Aire que es, necesita el estímulo intelectual, el razonamiento y la conversación.
Tu gusto por la estética y la ética te lleva, muchas veces, a buscar una perfección que no encuentra. De ahí arranca la indecisión o el diletantismo propios de algunos nativos de tu signo. Y es que, como la balanza, sabes que sin el otro, uno no es nada; tienes tan en cuenta las opiniones de los demás que a veces te quedas sin expresar la tuya propia, al menos de manera directa, porque no te gustan para nada los ambientes toscos ni las tensiones. Eres amante de la paz y la concordia. Sin embargo, tienes una habilidad especial para nadar y guardar la ropa. Es decir, muchas veces, pides opiniones o las escuchas, porque necesitas contrastar, pero, luego, obrarás como quieras, que para eso eress libre como el viento.
En tu afición por lo bueno, puedes llegar al sibaritismo. Pero en el fondo anhelas una elevación moral y espiritual de la sociedad en la que vives. Sociable por naturaleza, e incluso galante, tiendes a los buenos modales y puedes llegar a tener una inteligencia refinada. También sueles destacar en tus aportaciones al pacifismo o a la convivencia entre los pueblos. En realidad, tu signo tiene una sensibilidad artística y estética que puedes llegar a canalizar profesionalmente.
Hay dos caracteres Libra bien diferenciados: mientras uno es serio y reservado, la mayoría de los nativos del signo son simpáticos y sociables.
El romanticismo de Libra es bastante perfeccionista, porque no sólo anhelas las adecuadas proporciones estéticas, sino también las morales, fundamentalmente las intelectuales y espirituales de la otra persona. Si en estos aspectos no hay acoplamiento, tu relación se irá marchitando y no tardarás en desplegar tus aires de seducción sobre otras personas y objetivos.
Si Libra posee una carta astral con un conjunto armónico, podremos ver las siguientes virtudes: armonía, amabilidad, sociabilidad, justicia, delicadeza, consideración por los demás y elevación moral y espiritual.
Sin embargo, cuando el conjunto de la carta astral es inarmónico, se pueden encontrar algunos de estos defectos: exceso de locuacidad, influenciable, ambición de reconocimiento social y tendencia a envolver a los demás en su particular tela de araña.
12 de xul. de 2008
a propósito de californication, david duchovny y natascha mc elhone
Me he enganchado a una serie bastante tonta.
David "Mulder" Duchovny es un escritor neoyorquino de éxito. Casado con la mujer perfecta -Natascha McElhone, una especie de Uma Thurman versión algo pija- y con una hija que parece un trasunto de una de las protagonistas de Ghost World, Thora Birch, la morena (no hará falta recordar aquí quien era la rubia), que está inmersa en una preadolescencia algo weird de más para sus padres. El éxito de su novela los lleva a todos a L.A., ya que el libro va a ser convertido en película. El marido perfecto, de la mano de su agente literario entra en una divertida espiral de sexo, alcohol y drogas que conduce a su matrimonio a la bancarrota emocional y a su mujer a los brazos de un pijolas de mucho cuidado al cargo de una turbia hija adolescente que le dará más de un dolor de cabeza al desmadrado Duchovny. Este, sin embargo, pronto se arrepentirá de su nueva vida y tratará de recuperar a su ex-mujer como sea, alternando sus intentos con una considerable furia alcohólico-sexual que le servirá de consuelo tras sus sucesivos fracasos. Los diálogos son graciosos, las escenas de sexo bastante explícitas (aunque nunca se sobrepasa ese límite no escrito que dice "no mostrarás un pene erecto a no ser que estés haciendo una película porno") y algunos episodios, como en el que el protagonista le echa en cara a su padre el haber sido un pichabrava desfasado toda su vida, son extrañamente complejos y dueños de una considerable mala hostia que eleva mucho el tono medio de la serie. El sentido del humor alterna los gags enloquecidos con escenas mucho más elaboradas en las que la carcajada llega después de una retorcida secuencia de acontecimientos en los que aparentemente no pasa nada gracioso. Duchovny se sale en su papel de guaperillas desfasado al borde del acabamiento que aprovecha cualquier rincón para echar un polvo, Natasha McElhone es tan guapa que consigue que uno se pregunte si de verdad uno haría lo mismo que Duchovny en caso de estar en su piel, Evan Handler -el agente literario- es uno de esos secundarios que van comiéndose poco a poco la serie con su presencia y la hija preadolescente y la sociópata adolescente son dos personajes que prometen mucho de cara al futuro cercano.
Me he enganchado a una serie bastante tonta.
Me he enganchado a una serie bastante tonta.
David "Mulder" Duchovny es un escritor neoyorquino de éxito. Casado con la mujer perfecta -Natascha McElhone, una especie de Uma Thurman versión algo pija- y con una hija que parece un trasunto de una de las protagonistas de Ghost World, Thora Birch, la morena (no hará falta recordar aquí quien era la rubia), que está inmersa en una preadolescencia algo weird de más para sus padres. El éxito de su novela los lleva a todos a L.A., ya que el libro va a ser convertido en película. El marido perfecto, de la mano de su agente literario entra en una divertida espiral de sexo, alcohol y drogas que conduce a su matrimonio a la bancarrota emocional y a su mujer a los brazos de un pijolas de mucho cuidado al cargo de una turbia hija adolescente que le dará más de un dolor de cabeza al desmadrado Duchovny. Este, sin embargo, pronto se arrepentirá de su nueva vida y tratará de recuperar a su ex-mujer como sea, alternando sus intentos con una considerable furia alcohólico-sexual que le servirá de consuelo tras sus sucesivos fracasos. Los diálogos son graciosos, las escenas de sexo bastante explícitas (aunque nunca se sobrepasa ese límite no escrito que dice "no mostrarás un pene erecto a no ser que estés haciendo una película porno") y algunos episodios, como en el que el protagonista le echa en cara a su padre el haber sido un pichabrava desfasado toda su vida, son extrañamente complejos y dueños de una considerable mala hostia que eleva mucho el tono medio de la serie. El sentido del humor alterna los gags enloquecidos con escenas mucho más elaboradas en las que la carcajada llega después de una retorcida secuencia de acontecimientos en los que aparentemente no pasa nada gracioso. Duchovny se sale en su papel de guaperillas desfasado al borde del acabamiento que aprovecha cualquier rincón para echar un polvo, Natasha McElhone es tan guapa que consigue que uno se pregunte si de verdad uno haría lo mismo que Duchovny en caso de estar en su piel, Evan Handler -el agente literario- es uno de esos secundarios que van comiéndose poco a poco la serie con su presencia y la hija preadolescente y la sociópata adolescente son dos personajes que prometen mucho de cara al futuro cercano.
Me he enganchado a una serie bastante tonta.
9 de xul. de 2008
a propósito de "el incidente", de m. night shyamalan
Los teléfonos móviles son los semilleros de la nueva paranoia. No he sacado nada más en limpio de esta película. Eso y que "los pájaros" sí que era una gran película. Ah, y que a Shyamalan le moló aquella frase que el agente Smith le dedica a Morfeo en Matrix: "Human beings are a disease, a cancer of this planet. You're a plague and we are the cure". Me olvidaba de otra cosa, la película termina diciendo: "la familia mola". De hecho parece ser lo único sólido, real, para el director hindú. Fuera de ella todo es abismo y terror. Dicen que Shyamalan es un reaccionario. Yo veo a un moralista de campeonato. Creo que, por eso, me gusta la mierda de películas que hace. Mi favorita es "el bosque", un chiste siniestro para desconvencer a hippies despistados. Mi escena preferida de "el incidente" es cuando entran en un piso piloto y todo es de mentira y uno de los actores dice "¿qué es toda esta mierda?" (más o menos). Es cine político posmoderno: hay un mensaje de fondo que parece estar proponiendo que te rías de la propia película, como si te estuviera diciendo, qué haces viendo esta mierda de película, hombre. Ah, la protagonista, Zooey Deschanel, no me ha gustado nada, es la típica actriz norteamericana protagonista de versiones descerebradas de películas de terror coreanas. Me recuerda a Anne Hattaway, o incluso a la mujer de Tom Cruise, Katie Holmes, que son a la actuación lo que el descafeinado de sobre al café. Y Mark Wahlberg, en fin. Vaya mierda de actor.
Los teléfonos móviles son los semilleros de la nueva paranoia. No he sacado nada más en limpio de esta película. Eso y que "los pájaros" sí que era una gran película. Ah, y que a Shyamalan le moló aquella frase que el agente Smith le dedica a Morfeo en Matrix: "Human beings are a disease, a cancer of this planet. You're a plague and we are the cure". Me olvidaba de otra cosa, la película termina diciendo: "la familia mola". De hecho parece ser lo único sólido, real, para el director hindú. Fuera de ella todo es abismo y terror. Dicen que Shyamalan es un reaccionario. Yo veo a un moralista de campeonato. Creo que, por eso, me gusta la mierda de películas que hace. Mi favorita es "el bosque", un chiste siniestro para desconvencer a hippies despistados. Mi escena preferida de "el incidente" es cuando entran en un piso piloto y todo es de mentira y uno de los actores dice "¿qué es toda esta mierda?" (más o menos). Es cine político posmoderno: hay un mensaje de fondo que parece estar proponiendo que te rías de la propia película, como si te estuviera diciendo, qué haces viendo esta mierda de película, hombre. Ah, la protagonista, Zooey Deschanel, no me ha gustado nada, es la típica actriz norteamericana protagonista de versiones descerebradas de películas de terror coreanas. Me recuerda a Anne Hattaway, o incluso a la mujer de Tom Cruise, Katie Holmes, que son a la actuación lo que el descafeinado de sobre al café. Y Mark Wahlberg, en fin. Vaya mierda de actor.
8 de xul. de 2008
wouldn´t it be nice
Voy por la AP9 en dirección Vigo. La temperatura exterior es agradable, apenas veintitrés grados. Llevo la ventanilla del conductor completamente bajada y la música a un volumen quizás excesivamente moderado. Entra el aire arremolinándose y me alborota el pelo con gracia. La autopista está casi desierta pese a la hora -cerca del mediodía- y una finísima bruma se adivina sobre la ría. Llegando casi a la salida de Alfonso XIII, por debajo del paso peatonal anterior a la última curva, justo donde una señal de tráfico te recuerda que mejor no ir a más de sesenta, veo un bulto en el arcén de la carretera. A medida que me acerco siento una ligera punzada de espanto al reconocer algo parecido a la silueta de un bebé en un escorzo imposible, como si fuera un cuerpo sin huesos. Apago la música, reduzco la velocidad y me agarro al volante en estado de cuasi pánico. Cuando estoy ya casi encima de él, soy consciente de la extraña textura de la piel, del inhumano brillo de los ojos, del extraño estado de congelación de la mueca de su boca. Una chocante perfección para un cuerpo abandonado en la carretera. Repentinamente caigo en la cuenta. Como alguien menos paranoide habría deducido antes que yo, se trata de un maldito muñeco que algún cretino ha arrojado al arcén desde, posiblemente, el paso de peatones elevado. Cierro la ventanilla del coche. Acelero mientras pongo de nuevo la música, esta vez a todo volumen.
Voy por la AP9 en dirección Vigo. La temperatura exterior es agradable, apenas veintitrés grados. Llevo la ventanilla del conductor completamente bajada y la música a un volumen quizás excesivamente moderado. Entra el aire arremolinándose y me alborota el pelo con gracia. La autopista está casi desierta pese a la hora -cerca del mediodía- y una finísima bruma se adivina sobre la ría. Llegando casi a la salida de Alfonso XIII, por debajo del paso peatonal anterior a la última curva, justo donde una señal de tráfico te recuerda que mejor no ir a más de sesenta, veo un bulto en el arcén de la carretera. A medida que me acerco siento una ligera punzada de espanto al reconocer algo parecido a la silueta de un bebé en un escorzo imposible, como si fuera un cuerpo sin huesos. Apago la música, reduzco la velocidad y me agarro al volante en estado de cuasi pánico. Cuando estoy ya casi encima de él, soy consciente de la extraña textura de la piel, del inhumano brillo de los ojos, del extraño estado de congelación de la mueca de su boca. Una chocante perfección para un cuerpo abandonado en la carretera. Repentinamente caigo en la cuenta. Como alguien menos paranoide habría deducido antes que yo, se trata de un maldito muñeco que algún cretino ha arrojado al arcén desde, posiblemente, el paso de peatones elevado. Cierro la ventanilla del coche. Acelero mientras pongo de nuevo la música, esta vez a todo volumen.
28 de xuño de 2008
tierra quemada o no tanto
La distancia que nos separa del futuro cada vez es más corta. A veces me acuesto por la noche y me asaltan sensaciones horribles sobre el paso del tiempo y su tan obvio final. Pienso en el futuro como un hueco que se va llenando. La distancia que nos separa del pasado, por el contrario, aumenta casi cada día. Pienso en el pasado como una habitación en la que ya no parecen caber más cosas, y sin embargo no. Las cosas que hacemos nos poseen, se apropian de nosotros. Hay jirones nuestros en los lugares más insospechados. Los trozos de nosotros que se quedan por ahí son lo mejor que tenemos. Todo aquello que perdemos por el camino es lo que realmente nos constituye.
Es verano y el aire huele a alguna clase de cosa que parece estar viva.
La distancia que nos separa del futuro cada vez es más corta. A veces me acuesto por la noche y me asaltan sensaciones horribles sobre el paso del tiempo y su tan obvio final. Pienso en el futuro como un hueco que se va llenando. La distancia que nos separa del pasado, por el contrario, aumenta casi cada día. Pienso en el pasado como una habitación en la que ya no parecen caber más cosas, y sin embargo no. Las cosas que hacemos nos poseen, se apropian de nosotros. Hay jirones nuestros en los lugares más insospechados. Los trozos de nosotros que se quedan por ahí son lo mejor que tenemos. Todo aquello que perdemos por el camino es lo que realmente nos constituye.
Es verano y el aire huele a alguna clase de cosa que parece estar viva.
27 de xuño de 2008
24 de xuño de 2008
insomnio moderado
Siempre que vuelvo de los viajes fin de curso estoy obligado a pasar un periodo de transición en el que, entre otras cosas, debo recuperar mis hábitos normales de sueño. Acostumbrado a irme a dormir -es un decir- a eso de las cinco de la mañana durante nueve días, de pronto me encuentro a mí mismo absurdamente despierto a horas en las que ya debería llevar un buen rato durmiendo. Pongo la tele, cojo alguna revista atrasada, me conecto a internet. Veo capítulos repetidos de "me llamo Earl" intercalados con anuncios de porno para móviles. Veo a Christine Blinkley y a Chuck Norris anunciando una máquina de fitness casero. Veo un programa de desgracias ajenas sin mucho éxito. Navego por blogs, fotologs y mierdalogs de todo tipo pero es en vano, el sueño no me viene. Leo las ediciones en internet de periódicos en inglés que apenas comprendo. Entro en la página del ministerio de educación. En la de libertad digital. En la llamada red liberal española. Nada funciona. Desesperado, recurro al arma definitiva. Escribo una entrada de mi blog. Son las 2.31, ya noto cierta pesadez en los párpados. Era así de fácil.
Siempre que vuelvo de los viajes fin de curso estoy obligado a pasar un periodo de transición en el que, entre otras cosas, debo recuperar mis hábitos normales de sueño. Acostumbrado a irme a dormir -es un decir- a eso de las cinco de la mañana durante nueve días, de pronto me encuentro a mí mismo absurdamente despierto a horas en las que ya debería llevar un buen rato durmiendo. Pongo la tele, cojo alguna revista atrasada, me conecto a internet. Veo capítulos repetidos de "me llamo Earl" intercalados con anuncios de porno para móviles. Veo a Christine Blinkley y a Chuck Norris anunciando una máquina de fitness casero. Veo un programa de desgracias ajenas sin mucho éxito. Navego por blogs, fotologs y mierdalogs de todo tipo pero es en vano, el sueño no me viene. Leo las ediciones en internet de periódicos en inglés que apenas comprendo. Entro en la página del ministerio de educación. En la de libertad digital. En la llamada red liberal española. Nada funciona. Desesperado, recurro al arma definitiva. Escribo una entrada de mi blog. Son las 2.31, ya noto cierta pesadez en los párpados. Era así de fácil.
23 de xuño de 2008
otro final de curso
Vuelvo de Barcelona del viaje de fin de curso con mis alumnos de 4º de ESO. Sin tiempo para pensar demasiado me invade una poderosa sensación de acabamiento. Este año escolar se me ha pasado a tal velocidad que sólo soy capaz de asustarme otro poco más. Cada vez que veo a mis ya ex-alumnos despedirse en mitad de la noche al volver de estos viajes experimento algo parecido a una furia incontrolable contra el paso del tiempo. Esa ira sin objeto se desvanece con rapidez y deja un poso de extrañeza y melancolía que se me adhiere como algo pegajoso mientras me voy para casa. La primera noche que duermo de nuevo en mi cama me siento descolocado. Como si mi sitio se hubiera movido de lugar y yo estuviera en alguna parte en la que no debo estar. Aunque, si lo pienso, nunca he sentido que estuviera en el lugar en el que debería estar. Todo es tan raro.
Vuelvo de Barcelona del viaje de fin de curso con mis alumnos de 4º de ESO. Sin tiempo para pensar demasiado me invade una poderosa sensación de acabamiento. Este año escolar se me ha pasado a tal velocidad que sólo soy capaz de asustarme otro poco más. Cada vez que veo a mis ya ex-alumnos despedirse en mitad de la noche al volver de estos viajes experimento algo parecido a una furia incontrolable contra el paso del tiempo. Esa ira sin objeto se desvanece con rapidez y deja un poso de extrañeza y melancolía que se me adhiere como algo pegajoso mientras me voy para casa. La primera noche que duermo de nuevo en mi cama me siento descolocado. Como si mi sitio se hubiera movido de lugar y yo estuviera en alguna parte en la que no debo estar. Aunque, si lo pienso, nunca he sentido que estuviera en el lugar en el que debería estar. Todo es tan raro.
21 de xuño de 2008
la eurocámara pretende que los bloggers se inscriban de manera voluntaria en un registro en el que se informe sobre la identidad del autor, sus intereses políticos o sociales y la responsabilidad social de éste.
y todo ello por por iniciativa del grupo socialista europeo
[eso sí, lo de las 65 horas ya está camino de ser discutido en la eurocámara tras la abstención -entre otros- del ministro de trabajo español en el consejo de gobierno: adelante PSOE (hacia el abismo)!!!]
y todo ello por por iniciativa del grupo socialista europeo
[eso sí, lo de las 65 horas ya está camino de ser discutido en la eurocámara tras la abstención -entre otros- del ministro de trabajo español en el consejo de gobierno: adelante PSOE (hacia el abismo)!!!]
10 de xuño de 2008
8 de xuño de 2008
sobre la indefinición
Él me dijo, la verdad, no sé que clase de vida estamos llevando. Yo le dije, por? Él me dijo, tengo la sensación de que se nos está escapando algo, algo que es gordo y grande y sin embargo se nos está escapando. Yo le dije, haría un chiste fácil. Él dijo, ese es parte del problema, hacemos chistes de todo porque así nada parece tener importancia. Yo le dije, a ver. Él me dijo, nada parece afectarnos realmente, sólo lo que nos duele directamente, todo lo demás resbala sobre nosotros, por eso tengo esa sensación. Yo le dije, la anestesia tiene sus límites, incluso aunque uno la lleve puesta todo el día. Él dijo, espero que no sea demasiado tarde cuando descubramos lo que se nos está escapando. Yo le dije, ya es demasiado tarde para casi todo, eso es lo que me parece. Él me dijo, ya te estás quedando conmigo. Yo le dije, de verdad que no. Él me dijo, a veces tengo la sensación de que nunca vas en serio con nada, ni siquiera cuando quieres hacerme una broma, ni siquiera te tomas la broma en serio. Yo le dije, voy en serio casi siempre, pero parece que estoy de broma, cuando uno dice las cosas demasiado en serio tendemos a creer que está de broma. Él me dijo, a veces me pregunto de qué vas, siempre hablas como si no estuvieras aquí realmente. Yo le dije, yo también creo que a veces no estoy aquí o no del todo. Yo le dije, no sé a que se debe. Yo le dije, es como si me faltase algo. Yo le dije, algo importante, una pieza sin la cual estoy incompleto. Yo le dije, o muchas, no sé. El me dijo, te falta definición. Yo le dije, como a las teles. Él me dijo, como a una imagen de baja resolución. Él me dijo, odio esta clase de comparaciones. Él me dijo, odio esta clase de diálogos. Él me dijo, bah.
Él me dijo, la verdad, no sé que clase de vida estamos llevando. Yo le dije, por? Él me dijo, tengo la sensación de que se nos está escapando algo, algo que es gordo y grande y sin embargo se nos está escapando. Yo le dije, haría un chiste fácil. Él dijo, ese es parte del problema, hacemos chistes de todo porque así nada parece tener importancia. Yo le dije, a ver. Él me dijo, nada parece afectarnos realmente, sólo lo que nos duele directamente, todo lo demás resbala sobre nosotros, por eso tengo esa sensación. Yo le dije, la anestesia tiene sus límites, incluso aunque uno la lleve puesta todo el día. Él dijo, espero que no sea demasiado tarde cuando descubramos lo que se nos está escapando. Yo le dije, ya es demasiado tarde para casi todo, eso es lo que me parece. Él me dijo, ya te estás quedando conmigo. Yo le dije, de verdad que no. Él me dijo, a veces tengo la sensación de que nunca vas en serio con nada, ni siquiera cuando quieres hacerme una broma, ni siquiera te tomas la broma en serio. Yo le dije, voy en serio casi siempre, pero parece que estoy de broma, cuando uno dice las cosas demasiado en serio tendemos a creer que está de broma. Él me dijo, a veces me pregunto de qué vas, siempre hablas como si no estuvieras aquí realmente. Yo le dije, yo también creo que a veces no estoy aquí o no del todo. Yo le dije, no sé a que se debe. Yo le dije, es como si me faltase algo. Yo le dije, algo importante, una pieza sin la cual estoy incompleto. Yo le dije, o muchas, no sé. El me dijo, te falta definición. Yo le dije, como a las teles. Él me dijo, como a una imagen de baja resolución. Él me dijo, odio esta clase de comparaciones. Él me dijo, odio esta clase de diálogos. Él me dijo, bah.
1 de xuño de 2008
31 de maio de 2008
los nuevos fuegos del hogar
Estoy en el patio del colegio durante el recreo, echando un ojo por las esquinas para comprobar que no andan los mayores fumando. Un grupo de sospechosos habituales se reunen alrededor de un banco, me acerco hasta ellos de manera visible, me pongo a su lado, hablan como si no estuviera allí sobre qué van a hacer el año que viene, el bachillerato, los módulos de formación profesional, el mercado laboral, la nada. La conversación decae y uno de ellos saca un móvil de última generación, todo pantalla y sonido estereofónico dolby surround. Willy, quieres ver un vídeo de gomaespuma?. Acerco la cabeza y todos se aproximan un poco más al objeto. Lo pone encima del banco. Alrededor somos ocho personas, siete adolescentes y un habitante de la edad del aburrimiento. Comienza el vídeo. Es una parodia de una clase en la que los tipos de gomaespuma hacen el papel de gitanos, y cada vez que la profesora les pregunta algo contestan de forma disparatada. Nos reímos con algunos chistes. Me hace más gracia la escena que el vídeo, desde la perspectiva del móvil se verían ocho cabezas inclinadas sobre el aparatito, escuchando a su alrededor historias que otros ya han contado antes. Antes de que termine el vídeo comienza a llover y nos dispersamos discretamente. El fuego vuelve al bolsillo del que salió. Me concentro en las siluetas de mis alumnos desdibujándose entre la lluvia a medida que se alejan buscando otro sitio en el que continuar su conversación. Me quedo solo junto al banco. Hace frío.
Estoy en el patio del colegio durante el recreo, echando un ojo por las esquinas para comprobar que no andan los mayores fumando. Un grupo de sospechosos habituales se reunen alrededor de un banco, me acerco hasta ellos de manera visible, me pongo a su lado, hablan como si no estuviera allí sobre qué van a hacer el año que viene, el bachillerato, los módulos de formación profesional, el mercado laboral, la nada. La conversación decae y uno de ellos saca un móvil de última generación, todo pantalla y sonido estereofónico dolby surround. Willy, quieres ver un vídeo de gomaespuma?. Acerco la cabeza y todos se aproximan un poco más al objeto. Lo pone encima del banco. Alrededor somos ocho personas, siete adolescentes y un habitante de la edad del aburrimiento. Comienza el vídeo. Es una parodia de una clase en la que los tipos de gomaespuma hacen el papel de gitanos, y cada vez que la profesora les pregunta algo contestan de forma disparatada. Nos reímos con algunos chistes. Me hace más gracia la escena que el vídeo, desde la perspectiva del móvil se verían ocho cabezas inclinadas sobre el aparatito, escuchando a su alrededor historias que otros ya han contado antes. Antes de que termine el vídeo comienza a llover y nos dispersamos discretamente. El fuego vuelve al bolsillo del que salió. Me concentro en las siluetas de mis alumnos desdibujándose entre la lluvia a medida que se alejan buscando otro sitio en el que continuar su conversación. Me quedo solo junto al banco. Hace frío.
28 de maio de 2008
young marble giants vs lenny kravitz
Mañana, en la misma ciudad -Vigo-, a la misma hora, dos conciertos: por un lado Lenny Kravitz, figura intrascendente del pop rock de ayer, hoy y mañana, y por otro, los young marble giants autores de aquel legendario "collosal youth", disco seminal del post-punk, de vuelta a los escenarios casi treinta años después. Lamentablemente, la capacidad de atracción del primero supera con mucho a la de los segundos. Sin embargo, ojalá mañana jueves a eso de las 21.00 horas haya una multitud esperando para ver al trío de Gales mientras el norteamericano toca para cuatro gatos despistados.
Mañana, en la misma ciudad -Vigo-, a la misma hora, dos conciertos: por un lado Lenny Kravitz, figura intrascendente del pop rock de ayer, hoy y mañana, y por otro, los young marble giants autores de aquel legendario "collosal youth", disco seminal del post-punk, de vuelta a los escenarios casi treinta años después. Lamentablemente, la capacidad de atracción del primero supera con mucho a la de los segundos. Sin embargo, ojalá mañana jueves a eso de las 21.00 horas haya una multitud esperando para ver al trío de Gales mientras el norteamericano toca para cuatro gatos despistados.