coincidencias
El viernes paso la tarde en Santiago d.C. Callejeando por la zona nueva tropiezo con una librería de segunda mano que está saldando por próximo cierre. El cartel de fuera dice: "10 libros, 8 euros". Entro, claro. En el interior hay dos personas revisando estanterías y un hombre al lado de la caja registradora de edad indefinida que parece una mezcla de Eduardo Punset y un director de orquesta recién despedido. Miro con calma los estantes en busca de alguna joya, pero -pienso para mí- macho, no me extraña que te haya ido mal, a quién pensabas venderles todos estos descartes de bibliotecas familiares suscritas al círculo de lectores. Me aburro con rapidez de ver ediciones cutrillas de clásicos-de-siempre y libros de cocina para solteros y obras integrales de Antonio Gala y gente por el estilo (afines a mí). Casi a punto de marcharme, mi mirada se detiene en una ordenadísima fila de revistas que reconozco instantáneamente. Ostia -pienso para mí- la colección completa de "Archipiélago". Me acerco y hago cuentas, los ochenta números entre diez cada ocho saldrían por ochenta euros en vez de los casi seiscientos reales. Me tiembla la parte inferior de la mandíbula cuando me acerco a Punset recién despedido de la filarmónica de Viena. ¿Las revistas están dentro de la oferta? Sonríe con esa sonrisa de esperaba-esa-pregunta-buitre. No. Siete euros con cincuenta cada Archipiélago. Quince los números dobles. Encajo la mandíbula y selecciono tres, uno doble y dos normales. Cuando voy a pagar entablamos conversación sobre el panorama de las revistas culturales. Punset es pesimista y apunta a que sin subvenciones ninguna sobrevivirá. Yo le digo, venga hombre, tiene que haber una masa crítica suficiente. Con que el 0,1% de los casi cincuenta millones que somos compre alguna la supervivencia está asegurada. Me mira en contrapicado cuanto estoy a punto de irme. Dice, Archipiélago es bimensual y el último número que han mandado es de marzo, ésto no tiene buena pinta. Me marcho con mis tesoros mientras pienso, va, hombre, qué dices. Fuera, como no, llueve y hace frío. En la autopista de vuelta nos echamos unas risas en el coche. Olvido rápidamente a Punset, hasta que en un comentario de la entrada anterior Santi me dice que Archipiélago, efectivamente, se ha ido a la mierda. Buf. Tendré que volver a Santiago. A darle la razón.
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