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lecciones de historia
Ayer estuve con mis alumnos de 4º de ESO de visita a la isla de San Simón -en el fondo de la ría de Vigo- en una visita organizada por la Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia. Un brevísimo paseo en barco -apenas cinco minutos- en un día tan plomizo que invitaba a los pensamientos de la peor especie en medio de un paisaje de folletín decimonónico. La historia de la isla, de sus construcciones, de las vidas de sus moradores temporales gravitaba sobre las piedras con una intensidad exagerada, casi asfixiante. Durante los años 1936-1943 sirvió de campo de concentración para los perdedores de la guerra. Hacinados y sin apenas comida, convertidos en desechos y privados de cualquier clase de derecho o de respeto a su dignidad -el guía comparó la isla con Guantánamo- los presos de San Simón fueron tratados como escoria por los vencedores de la contienda. Ejecuciones sumarísimas, tratos vejatorios, torturas y epidemias de toda clase fueron arrasando con la población reclusa a intervalos irregulares. Después de 1943 la isla se reconvirtió en centro de veraneo para los jerarcas del Movimiento Nacional. Un extraño golpe del destino liquidó este uso cuando, sobre el año 1946, en un ridículo naufragio, murieron varias decenas de los "selectos" ocupantes veraniegos. Posteriormente transformada en escuela para huérfanos de marineros, en la década de los sesenta se clausuró definitivamente y se dejó que el tiempo arruinase las construcciones hasta que en 1998 la Xunta de Galicia decidió recuperarla para uso público: actos culturales, entregas de premios literarios, visitas guiadas para escolares o grupos que lo soliciten, etc etc.




Frente a uno de los muros en los que se fusilaba sin contemplaciones a los reclusos, envuelto en la humedad penetrante de la ría, rodeado por el viento del Atlántico que se retorcía sobre las ramas de los árboles, sentí la historia como una punzada en el costado, como un dolor que estuviera ahí desde hace mucho tiempo y del que sólo ahora soy consciente. Sentí que el paso del tiempo puede convertir una simple colección de piedras en un recordatorio de todo lo que es infame e insoportable, de todo aquello que conviene no perder de vista porque acecha constantemente la fragilidad del presente y el equilibrio de las líneas de fuerza que lo constituyen. Sentí una insignificancia de orden casi metafísico, una soledad que tiene que ver con la inmensidad del océano y una tristeza que está ahí, esperando por nosotros, entre ruinas y árboles caídos y olas que rompen mil veces contra las mismas rocas desgastadas.
primer día de playa
Comida bajo los pinos. La tarde completa al sol. Un libro entre las manos. La arena escurriéndose entre la arena de los pies. El rumor del mar. Gente alrededor, boca arriba, boca abajo, paseando. El olor de la sal. Dos perros que ladraban. Gente que se paraba a saludar. La felicidad es un catálogo de tópicos, y, aún así, hay algo verdadero en ella. A veces.
lewis trondheim, la maldición del paraguas




Casi diez años después (1999, creo) de "mis circunstancias" el hiperprolífico Lewis Trondheim entrega otra ración de obsesiones absurdas, contradicciones vitales, dudas existenciales minimalistas y desconcierto generalizado. No es el paso al color el menor de los cambios. El blanco y negro de trazo nervioso de aquel álbum ha dado paso a un libro en el que hay gusto por los detalles. Las anotaciones de campo de sus múltiples viajes ponen sobre la mesa las intenciones pictóricas de un autor muy consciente de sus limitaciones gráficas. Más que una exhibición de virtuosismo, las postales y recreaciones de ciudades trondheimnianas suenan a una especie de "ésto es todo, mi oficio no alcanza para más". Los guiones siguen jugando con lo cotidiano y con sus infinitas situaciones prestas a desarmarnos sin previo aviso. El autor nervioso y carcomido por las dudas interiores de hace casi una década está ya asentado firmemente en el stablishment comiquero, ha dado el salto de los alternativo al best seller. Su relación especular con su experiencia anterior, el salto temporal, la cosecha de años que ha cristalizado en "la obra" y ha glorificado "al autor": Trondheim reflexiona sobre todo ésto de manera oblicua, como si pintase en cada página una sombra, un nubarrón de dudas que acecharan sus pequeñeces diarias. Mientras se retrata a sí mismo como un personaje maniático, hipocondríaco, obsesivo y ligeramente cenizo, esboza reflexiones mínimas sobre su trabajo y mira con escepticismo sus supuestos logros públicos -con llamada telefónica del ministro de cultura de turno incluída tras un premio en Angouleme-. La edad madura ha llegado. La barrera de los cuarenta ya levantada deja paso a un futuro contradictorio, plagado de seguridades materiales y de incertidumbres vitales ante el cual el asombro y la estupefacción no parecen los mejores recursos. Su sentido del humor -ligeramente oscurecido- late con suavidad en cada página, un pequeño ronroneo que arrulla el paso de las páginas. Me gusta Trondheim. Se retrata sin darse importancia, pero sin desdeñar sus logros, no intenta proyectar una imagen falsa de sí mismo. Hay un ligero desencanto de fondo, pero nunca cae en melodramas o falsos sentimentalismos. Parece honesto. Retrata con un cariño increíble a sus amigos, a su mujer, a sus hijos e incluso a sus gatos. Ahí está casi todo.



la debilidad de carácter como enfermedad moral
Suena nazi.

Pero cada vez estoy más convencido de ello.




estado de ansiedad
Llega la primavera de golpe, como un camión que se sale en una curva y se lo lleva todo por delante. El ayuntamiento ha decidido asfaltar un camino que pasa casi al lado de mi clase. El olor del piche es insoportable, salimos de clase medio colocados. Mis alumnos estallan un millón de veces por minuto a causa del cóctel hormonal que recorre sus venas. Todo el mundo anda a mil por hora. Los coches no son lo peor. Entro en una cafetería con mis compañeros fumadores y montamos un barullo tan tremendo que acabamos callándonos todos a la vez espontáneamente. El calor se traduce al lenguaje corporal en forma de movimientos espasmódicos. Me rasco la cara, quiero decir algo, pero no sé lo qué.
SONORA 07
Crónica dos concertos


Mércores 11
Abraham Boba + Micah P. Hinson

Tras o teloneiro -Abraham Boba, ao que non cheguei a tempo-, un entregado Micah P. Hinson fixo botar lume aos asistentes que se atopaban no Auditorio Roberto Vidal Bolaño. Comenzou o concerto case que despoxado de toda instrumentación, rasgando minimamente as cordas da súa guitarra para atacar varios dos temas do seu último disco “Micah P. Hinson and the Opera Circuit”. As versións ultracortas, delicadas e intimistas de estas cancións serviron de prólogo para un progresivo crescendo polo que foron desfilando todos os seus hits, os “antigos” e os novos: dont you, i´m digging a grave in the moonlight -esta especialmente eléctrica, rozando o anfetamínico na súa execución-, the possibilities, don´t leave now, beneath the rose, etc, etc. A súa voz, a dun fillo imposible entre Frank Sinatra e Kurt Wagner, cargada dunha sonoridade impropia nun mozo de vintecinco anos, chea de matices e recunchos, acadou o seu punto de máxima entrega chegando ao remate do show: unha estremecedora “patience” coa que pechou entre berros de ultratumba a actuación, e a belísima versión que fixo do “Suzanne” de Leonard Cohen que, case a capela e con todo o público co corazón parado, ofreceu como único bis. Dúas horas inesquencibles.




Xoves 12
The Wave pictures + Darren Hayman&The Seconday Modern.

Tampouco cheguei a ver aos Wave Pictures. No que se refire a Darren Hayman poderiamos dicir que o paso do tempo semella sentarlle ben a este song-writer de ácida mirada e vitriólico senso do humor. Se os seus discos con Hefner eran pequenas xoias de pop independente adicadas á busca do estribillo perfecto baixo un colchón de guitarras sincopadas e espasmódicas, o seu último feixe de cancións amosa unha evolución cara un pop-rock máis musculoso. O mozo ferido por mil historias de amor imposibles voltou rabioso ao escenario e agora sustituiu as pezas cuasi-perfecta de tres minutos por temas máis contundentes, con intimidantes liñas de baixo e unha guitarra eléctrica emporcada de distorsión que producen o contaxioso efecto de poñer a mover o esqueleto compulsivamente. Moitos anos despois do seu concerto en Vigo (na sala “la Iguana”), podemos afirmar que Hayman conserva intacto o seu talento como compositor tendo mellorado considerablemente o nivel dos seus directos.



zygmunt bauman, vida líquida




Son ya varios los libros de Bauman cuyo título termina en "líquido": "modernidad líquida", "amor líquido", y ahora este "vida líquida" con el que ahonda un poco más en lo que otros autores han llamado la post-postmodernidad, el post-capitalismo, la sociedad del riesgo y otros cientos de términos más que intentan describir de manera exacta los duros tiempos de la globalización.

En los términos habituales, Bauman regresa a sus tesis sobre modernidad "sólida" versus la modernidad "líquida". Ésto es, y sintetizando a lo burro, de tener una vida más o menos organizada en un entorno estable con una identidad construída en torno al trinomio trabajo-familia-amigos y sabiéndose amparado por un estado-providencia capaz de acudir al rescate en caso de enfermedad, desempleo o problemas de otra índole, el habitante de la modernidad líquida ha perdido toda referencia estable, está obligado a reinventarse constantemente, construye su identidad en torno al consumo, no está ligado a territorio ni círculo alguno de personas, camina por un mundo que lo mantiene en un estado de incertidumbre y ansiedad permanente y que ha traspasado toda la responsabilidad de su existencia sobre sus hombros, tiene redes de contactos en vez de amistades verdaderas, no soporta los compromisos de ningún tipo y ha asumido que su trabajo es volátil, que no hay posibilidad de recuperar el espacio público y que el único modelo de vida que se le propone es el del "famoso".

Nada nuevo en el horizonte de la obra baumaniana, y, sin embargo, el tono de este libro es más oscuro, más desesperanzado que los anteriores. Subido a los hombros de Adorno y de Hanna Arendt, Bauman observa y disecciona nuestro mundo con una agudeza muy poco corriente. Buceando entre la obra de sociólogos, filósofos y economistas de todo el planeta, rebuscando en los artículos de las revistas de moda o de tendencias, observando por el rabillo del ojo los análisis del casi difunto movimiento antiglobalización o asomándose a los abismos de la cultura pop contemporánea (GH,OT), el autor polaco elabora una radiografía terrible en su precisión sobre la cultura, la educación, la política, el espacio público, el estado de la teoría crítica, las identidades, el consumo como ideología, el dilema entre seguridad y libertad o el supuesto "choque de civilizaciones". El diagnóstico es sabido: el mal de nuestro tiempo es el capitalismo de corte neoliberal que, como si fuera una especie de plantilla universal se ha asentado en todas las sociedades del planeta arrasando con culturas, tradiciones, modos de vida, recursos medioambientales y lo que le echen por delante para dejar tras de sí una única forma de vida basada en las relaciones puramente mercantiles y el consumo desaforado que devora todo lo que tenga algo que ver con lo público, lo comunitario o con las relaciones sociales, despojando al antaño estado-providencia occidental de todo contenido protector, redistribuidor o igualitario.

Mi resumen es tosco y suena panfletario, pero la prosa de Bauman es limpia, sencilla, e iluminadora. Tan alejado de las chorradas neocons de moda como de las simplezas de los revolucionarios de salón, su pensamiento está magníficamente modulado por una escritura que apela a lo mejor de aquel que lo lee. Uno de mis fragmentos favoritos es la cita de Hanna Arendt con la que abre el capítulo siete "pensar en tiempos oscuros (volver a Arendt y Adorno)":

Si la función del ámbito público es arrojar luz sobre los asuntos de los hombres proporcionándoles así un espacio de apariencias en el que pueden mostrar de obra y de palabra, para bien o para mal, quiénes son y qué pueden hacer, entonces la oscuridad ha llegado cuando esa luz se ha extinguido víctima de una "brecha de credibilidad" y de un "gobierno invisible", de un discurso que no revela lo que es sino que lo barre debajo de la alfombra, y de exhortaciones (morales o de otro tipo) que, bajo el pretexto de sostener viejas verdades, degradan toda verdad a una trivialidad sin sentido.
[...]
El ámbito público ha perdido el poder de iluminación que formaba parte de su naturaleza original. En los países del mundo occidental, en el que, desde el declive del mundo antiguo, se ha considerado la de emanciparse de la política como una de las libertades básicas, un número cada vez mayor de personas hacen uso de esa libertad y se apartan del mundo y de sus obligaciones en él [...] Pero con cada uno de esos abandonos se le inflige al mundo una pérdida casi demostrable: lo que se pierde es el compromiso específico y, habitualmente irreemplazable que debería haberse formado entre el hombre y sus prójimos.

[Hanna Arendt: hombres en tiempos de oscuridad]
liniers, macanudo
De la mano de la editorial Mondadori vía su línea "reservoir books" llegan a España dos recopilaciones de las tiras que publica diariamente el autor argentino Liniers en el periódico "La Nación".




Macanudo (supongo que será el equivalente a "guay" o a alguna palabra por el estilo) es un compendio de historias mínimas sin protagonistas fijos por las que circulan un sinnúmero de personajes extraídos de nuestro imaginario común. Pingüinos melancólicos, oficinistas en estado de máxima confusión, "gente que pasa por ahí", la niña Enriqueta y su teddy bear Madariaga, z-25 el robot con sentimientos, el gato Fellini, y un largo etcétera en el que caben aceitunas, moscas, gusanos, el tipo que pone nombre a las películas extranjeras y su hijo o los protagonistas del comecocos.

Perfectamente delimitado por el elaborado estilo naive del dibujo y por el logradísimo punto de absurdo que tienen sus guiones, macanudo apela a un sentido del humor que nace de contemplar con absoluta seriedad pequeñas situaciones aparentemente inanes. El mismo que busca la sonrisa cómplice y un contenido arrebato de ternura por personajes en los que vemos deformados cariñosamente muchos de los tics de nuestro tiempo, muchos de nuestros propios tics. Liniers elude cualquier tipo de alusión a la actualidad y, gracias a ello, consigue fabricar un tebeo que roza lo intemporal. Sus personajes viven en un presente que se parece al nuestro ligeramente, pero que en realidad está fuera del tiempo o de la historia. Sus apuntes sobre la vida, sobre las inseguridades y miedos que experimentamos ante ella, tienen una fuerza especial cuando son planteadas por los protagonistas de sus historias. De toda su maraña de personajes destacan las tiras en las que aparecen la niña Enriqueta, el gato Fellini y el osito Madariaga en un homenaje nada disimulado a Calvin&Hobbes y al mítico Mutts de Patrick McDonnel, la maravillosa serie "gente que pasa por ahí", o todas las historias en la que aparece alguno de sus ya famosos pingüinos. Totalmente imprescindible.





bonnie prince billy




G-O-D-S-A-V-E-T-H-E-K-I-N-G
(Momentos estelares: Love come to me y I see a darkness. Inmenso.)
alfred & olivier ka, por qué he matado a pierre




Un adulto rememora desde la perspectiva de sus treinta y cinco años su infancia feliz en el seno de una familia hippie a la manera años sesenta y la evolución posterior de todo ese mundo y de él mismo. El Pierre del título es un personaje que se cruza en mitad del relato, el detonante de un suceso que cambia radicalmente el tono de toda la historia, marcando el paso del protagonista a la edad adulta de una manera dramática. Narrado con vehemencia y pasión, estructurado con una inteligencia poco común y dibujado con una extraña facilidad para ajustarse a los virajes de la narración, el cómic ofrece una historia dura y compleja pese a su aparente sencillez mientras traza con brillantez el panorama de fondo de una época propensa a creer utopías pero poco capaz de lidiar con los aspectos más sórdidos de la realidad. Los riesgos que corren los autores -que son bastantes- acentúan la sensación de hallarse ante un dúo creativo en estado de gracia, con una capacidad poco corriente para convertir una historia que podría haberse despeñado por los abismos de lo facilón en un relato nervioso, áspero y concentrado sobre algunos de los desastres que planean como buitres sobre la infancia de cualquiera.
lluvias
Llegué al cruce de Urzáiz con Gran Vía cuando la llovizna inicial empezaba a convertirse en algo más serio. Calculé a ojo que llegar hasta la calle del Príncipe bajo los balcones no debería ser un asunto muy grave. A medida que avanzaba bajo una manta de agua que se espesaba a cada metro comprendí que había cometido un error de cálculo. Hacia la mitad de la bajada el agua había traspasado toda la ropa que llevaba puesta y, para cualquiera que no me hubiera visto corriendo bajo los balcones inexistentes de la calle Urzáiz, parecería que venía de disputarle a Michael Phelps el título mundial de 1500 metros de "haciendo el gilipollas en el agua". Llegué a la confluencia de Urzáiz con Príncipe con síntomas de ahogo por inmersión. Una multitud refugiada bajo la marquesina del edificio Derby prefería apartarse a mi paso y exponerse al aguacero antes que tenerme a menos de treinta centímetros. Los pies me flotaban dentro del calzado. Me quedé un rato mirando con melancolía las formas desdibujadas del Marco. Los doscientos metros que me quedaban hasta mi destino me producían la tristeza infinita de las calles sin balcones ni soportales cuando el diluvio universal ha comenzado sin previo aviso. Convertido en esponja humana eché la última carrera. Al entrar en la cafetería del Molino dejando un reguero líquido tipo babosa tras de mí noté las miradas regocijadas de la gente seca que pensaba secretamente, de la que me he librado, no como este pringado. Llegué a la mesa en la que me esperaban. Si se les hubiera aparecido un fantasma no habrían puesto una cara peor. Luego me sequé con unas toallas de papel. Fue raro tocarme el pelo y que no pareciera que acababa de lavarme las manos. Quisiera ser un pez.
la peor película de los últimos ¿diez años?
Ayer, por una extraña confusión a la hora de la compra de las entradas acabé metido en una sala de unos multicines viendo 300, adaptación fidedigna del cómic homónimo de Frank Miller.




No sabría explicar qué es peor, si la estética o el meollo de la cuestión. Si la hiperestetización de los protagonistas -todos y cada uno sacados de algún gimnasio especializado en anabolizantes- o sus insoportables discursos de todo a cien. Si el look homoerótico de baratillo o los diálogos entre sus descerebrados y vulgares actores principales. Si el aprovechamiento de los descartes del Señor de los Anillos o la copia descarada de las escenas no usadas en gladiator. Si la traición al cómic original a base de pretender calcar cada viñeta de éste o la terrorífica voz en off que pretende matarnos de sueño y/o aburrimiento. Si el uso absurdo del photoshop (o lo que sea) en cada uno de los fotogramas o la vulgarización hortera del recurso de identificar cada lugar con un color diferente. Y así hasta el infinito.

(Ay Dios. Que están acabando con mi corazoncito friki a base de mongoladas pretenciosas e insoportables como ésta)
 

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