debates entre robots
Vale. No queremos que gane Rajoy. El punto de partida está bastante claro. El problema es que a partir de ahí, qué, qué hacemos. La cosa política da la impresión de ser un bloque de hormigón, sólido y denso hasta extremos insoportables. Nuestro voto, semeja una especie de rascazo que podemos hacer sobre la superficie del bloque: una acción que con suerte nos dejará una uña rota y poco más. La política debería ser algo un poco más fluido, algo menos predeterminado, algo un poco más a salvo de la predecibilidad que las encuestas auguran. Dos bloques de hormigón colisionando. El lunes vi el supuesto debate entre las cabezas visibles de cada parte. Cemento armado en la pantalla del televisor. Monólogos cruzados. La política no puede cristalizar en este intercambio en el que no se intercambia nada. En esta disputa en la que una parte está furibunda porque considera que el poder es su lugar natural y quiere recuperarlo como sea. Esa parte da miedo de veras. Si uno se fijaba podía ver por el estudio las largas sombras de un pasado no tan remoto mientras el candidato furibundo inyectaba "¿a quien le interesan las cosas del pasado? a mí me interesa el futuro". Es fácil que el pasado no te interese cuando eres un beneficiario directo de él. Vale. No queremos que gane Rajoy. Etc.
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