dedico la tarde del domingo a pasear por playa américa con A. y con mis suegros; el paseo está abarrotado por un ejército de gente vestida como se supone que se viste la gente los domingos, padres con sus hijos, niños con sus perros, novios de la mano y yernos con sus suegros; hacia el final del día parece como si alguien hubiese prendido fuego al horizonte, es tan hermoso que duele estar allí delante simplemente mirando, sin saber por qué sólo pienso no quiero morirme nunca:
[luego tomamos una hamburguesa en el bar vilaboa al lado de casa, y ya está, se acabó el domingo]
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