ánimo y presencia Mi estado de ánimo tiende lentamente al modo "otoñal", pero, gracias a esta milagrosa prolongación veraniega que estamos disfrutando, mi presencia de ánimo presenta un tono vital algo más pletórico. Algo así como ésto aunque no exactamente:
(La armada invencible de los años del Hollywood clásico va desapareciendo. Los que crecimos comiendo bocatas los sábados por la tarde delante de la tele no podremos olvidar a actores como éste. En su lugar olvidamos a un millón de mediocridades sin capacidad para dejar huella en nosotros. Lagrimita. Fundido a negro.)
Hubo un tiempo en el que la palabra "underground" llegó a significar algo. Alguna clase de cosa nerviosa y agresiva. Un modo de vida diferente al oficial. Un martilleo continuado contra los cánones escritos y no escritos de cómo vivir, cómo trabajar, cómo amar, cómo follar y cómo morir. Uno de los que llegó hasta el final en esa epifanía personal en la que vida y creación resultaban indistinguibles (pues sí, va a ser que sí) fue Robert Crumb, autor de algunas de las mejores páginas no ya del underground sino de la breve historia de los tebeos durante el siglo XX.
En esta especie de recapitulación vital -que incluye un cd con las múltiples bandas por las que pasó tocando el banjo- se alterna una selección tipo "best of" de sus trabajos con reflexiones a propósito para la ocasión. Mr. Natural, El gato Fritz, Flakey Foont, la mujer yeti, el keep-on-truckin´ y todos sus grandes hits tienen un hueco entre sus obsesiones vitales: su odio a la modernidad, su afición a los sicotrópicos, su amor por los viejos discos de blues de principios de siglo XX, su fascinación por el sexo humillante y los culos de mujer abundantes, su agrio enfado con un mundo que le resulta incomprensible y odioso a partes iguales y, en general su denuncia de la gazmoñería imperante, de la falsedad de los mitos de la sociedad del espectáculo , y de la alienación colectiva camuflada de libertad de consumo. Como casi toda su obra, imprescindible totalmente.
Leo a McCarthy al revés, primero "la carretera" y "no es país para viejos" y ahora este primer capítulo de la "trilogía de la frontera". Comparado con los dos últimos y su negrura casi absoluta en la que la tesis central se resume en violencia con sentido o violencia sin sentido o aniquilación total, este libro de 1992 casi casi es una novela pastoral. Están las grandes extensiones de terreno, las morosas descripciones de los paisajes que contribuyen a tejer una atmósfera, a prefigurar el terreno de las emociones, a diseñar el contenedor de lo vivido; está también el elogio nada camuflado de la naturaleza sin humanidad, la épica de los hombres solitarios que viven en ese territorio inhumano, la ausencia de acción durante doscientas páginas, la acumulación de escenas insignificantes y las explosiones secas y breves de violencia brutal. La escritura mccarthyana funciona por acumulación. Sus descripciones fluyen a lo largo de las páginas como los cauces de sus ríos desbocados o las ráfagas de viento que azotan a sus protagonistas. Frente a nosotros se teje un tapiz plagado de detalles infinitos, se construye un escenario de manera minuciosa. Sus protagonistas son como hormigas hasta que algo los saca de la cadena de la supervivencia material y les obliga a ser seres morales, a tomar una decisión vital que decide el resto de la historia. Sólo que, tras el sufrimiento, viene la redención. No la salvación pero sí cierta forma de paz, por llamarle algo. Por esta época aún era un optimista, McCarthy. Deseaba ardientemente ser una persona de valía y tuve que preguntarme cómo sería ésto posible si no había algo como un alma o como un espíritu que existe en la vida de una persona y que puede soportar cualquier desgracia o desfiguración sin sufrir ningún menoscabo. Si uno tenía que ser una persona de valía, esa valía no podía ser una condición sujeta a los azares de la fortuna. Tenía que ser una cualidad que no pudiera cambiar. Fuera lo que fuese. Mucho antes de la mañana supe que aquello que ansiaba descubrir era algo que siempre había sabido. Que todo valor era una forma de constancia. Que lo primero que abandonaba el cobarde era siempre a sí mismo. Después de ésto todas las otras traiciones resultaban fáciles.
tarde de playa que no fue tal Comemos en Menduiña, en el sitio que está al lado de la carretera, cerca del mar. Nos sentamos los ocho en perfecta formación desordenada, evitando el clásico desdoble que polariza las mesas en un grupo de hombres y otro de mujeres de manera misteriosa. Hace cierto bochorno y las conversaciones surgen como desde los platos y se cruzan y mueren antes de terminarse y estallan en forma de chorros verborreicos. Jugamos con las palabras porque probablemente ya no nos queda nada más con que jugar. Las conversaciones convergen inevitablemente en temas periféricos al tema de la salud. Es una epidemia, últimamente. Si no son los análisis de colesterol, son las intolerancias, el exceso de peso, la caida del cabello o las dificultades para conciliar el sueño o nuevas formas de cansancio impensables hasta hace poco. A pesar de la etapa "salud", la conversación se sobrepone y deriva hacia el absurdo cuanto más seria se pone. Hacia los postres son las seis de la tarde y ha entrado una brisa polar y han empezado a caer las primeras gotas y nos miramos entre risas y corremos hacia los coches. Arrancando, intercambiamos un par de sonrisas que contienen el rastro del presente reciente y de cierto pasado ligeramente remoto. Ha estado bien. Sí. Pon el limpiaparabrisas. Sí. Hacía tiempo que no me reía tanto. Yo tampoco. Sí.
elf power + vic chesnutt, festival sinsal 6.0 otoño Nueva estación del festival sinsal. Otoño ya en su sexta edición. Aventurando las sensaciones que traerán los días venideros, una conjunción magnífica de optimismo y cierta desolación con tintes autoirónicos. A Elf Power no los conocía de nada, exceptuando los tres vídeos de youtube que veo antes de cada concierto sinsalero en el que no conozco a los integrantes. Ofrecieron un concierto en el que vi la sombra de yo la tengo en algunas canciones y el gusto por la exquisitez melódica de unos Belle&Sebastian supervitaminados y mineralizados en otras. Fan instantáneo desde la segunda canción para compensar la ignorancia, éxtasis de converso para sobreponerse a ese llegar tarde a todo en el que habito desde siempre. Luego salió Vic. En su silla de ruedas, mucho más estropeado de lo que hubiera podido imaginar. Inicialmente presencié con el ánimo encogido sus esfuerzos titánicos para hacerse con la guitarra, para ponerse ante el micro, para afrontar un show de hora y media de duración. La viva imagen de la fragilidad. Arropado por Elf Power comenzó su actuación, mostrando desde el principio un rasposo sentido del humor, una litúrgica puesta en escena y, por encima de todo, un registro vocal estremecedor. Alternando canciones de su próximo disco a punto de salir "Dark Developments" y del último publicado "North Star Deserter" (información detallada de todas las canciones que tocó aquí) consiguió cautivar a todo el público presente. No tocó ninguna canción de sus primeros discos, como aquel "where were you" de "west of rome" presente en un recopilatorio del RDL de hace mil años que fue banderín de enganche para mí. Tampoco se acercó a "drunk", el testimonio sonoro de una semana de alcohol e ira en el que se alternaban canciones de contenido terrible como "when I run off and left her" con estallidos de rabia eléctrica como el tema homónimo "drunk". Eché de menos también algún tema de "Is the actor happy", otro de mis discos favoritos. Una maravillosa versión de "Ruby Tuesday" con su no-banda Elf Power haciéndole unos coros impagables, y un par de bises que fui incapaz de reconocer sirvieron para cerrar casi dos horas de entrega total, de vaciamiento emocional y físico. Cuando salíamos del Teatro, lo vimos en un lateral observando como cargaban la furgoneta. La imagen de cansancio y fragilidad que extraímos de la escena fue desmentida por L. cuando nos comentó que tras el concierto cenó como un campeón en un conocido restaurante de la ciudad. Gracias Vic. Y Dios salve a sinsalaudio.
Munich, 3 de noviembre de 2007, pero podría ser Vigo, 19 de septiembre de 2008:
algunas palabras que nosotros nunca seremos capaces de decir: un homenaje a David FosterWallace (y 2) Pero incluso un novato sin ayuda de nadie puede darse cuenta enseguida de que una vida conducida, temporalmente o no, como una simple renuncia al valor se convierte en el mejor de los casos en algo atascado y en el peor de los casos en algo vacío: una vida de esperar lo que nunca ha de llegar. Sentarse y aceptar pasivamente (y sin hacer juicios) que las cosas sucedan y se terminen.
Esperaré a que lleguen aquellos cuya órbita he descompuesto. Esperaré mientras todo se hace público: la sanción colectiva, las consultas, las recriminaciones, las declaraciones de lealtad, las traiciones y las consecuencias. Y luego todo eso se terminará también. El dolor se llevará a los agraviados. Mi constelación se desplazará fuera de mi conocimiento.
[Extraído de "di nunca", relato incluído en el volumen "la niña del pelo raro", de DFW. Editorial Mondadori. Trad. Javier Calvo. Más textos de DFW: las corrientes salvajes, el blog de Jose]
algunas palabras que nosotros nunca seremos capaces de decir: un homenaje a David Foster Wallace Todos tenemos nuestros pequeños engaños solipsistas, nuestras sospechas macabras de ser totalmente singulares: creemos ser los únicos que llenamos la cubitera, que retiramos los platos limpios del lavavajillas, que meamos ocasionalmente en la ducha, los únicos a quienes les tiemblan los párpados en las primeras citas. Que sólo nosotros convertimos la súplica en cortesía. Que sólo nosotros oímos el gemido dramático que se esconde tras el bostezo de un perro, el suspiro arcano que suena al abrir una jarra sellada herméticamente, la risotada estrepitosa al freír un huevo, el lamento en re menor al rugir la aspiradora. Que sólo nosotros sentimos al anochecer ese pánico que siente el niño novato en el jardín de infancia cuando su madre se marcha y lo deja solo. Que solo nosotros amamos el solo-nosotros. Que solo nosotros necesitamos el solo-nosotros. El solipsismo es lo que nos une, y J.D. lo sabe. Sabe que nos sentimos solos en la multitud; que evitamos reflexionar sobre qué es lo que ha creado la multitud. Que nunca somos otra cosa que caras en la multitud.
[Extraído de "todo es verde", relato incluído en el volumen "la niña del pelo raro", de DFW. Editorial Mondadori. Trad. Javier Calvo. Más textos de DFW: las corrientes salvajes, el blog de Jose]
terencedavies, entrevista en cahiersducinema (septiembre 2008) Supongo que el verdadero genio consiste en recrear la infancia con exactitud. La dificultad al hacerte mayor está en la pérdida de la pasión para ver el mundo, y en cómo las cosas ya no se revelan con tanta fuerza ante tí. Es muy difícil lidiar con ello. Muy pocas personas tienen la habilidad de ser creativas hasta edad avanzada. El resto tenemos que conformarnos con poderes y pasiones que desfallecen.
[Se ha suicidado D.F. Wallace. No era de los del resto. Y aún así.]
El tomo número tropecientos de las historias de Charlie Brown y Snoopy. No es necesario decir más. Podría añadir alguna frase y ésta contendría palabras como: genio, dios, fan absoluto, muerte a los que han convertido a Snoopy en un icono pijo, neurosis, enfermedades sociales, dramas suburbanos, poesía, frío industrial, retrato generacional, diagnósticos depresivos, fábricas de desencanto, sarcasmo camuflado, ironía antiirónica, indiferencia, ansiedad, angustia, soledad, lamento, repetición, muerte. Pero tampoco es plan.
llamadas perdidas Todos mis móviles, desde que recuerdo tener tal cosa, tienen un menú de llamadas que se subdivide en tres apartados: llamadas perdidas, llamadas recibidas, llamadas realizadas. Si alguien me propusiera diseñar un aparato de esos -o al menos el apartado de organización- quitaría los tres submenús y dejaría sólo el de llamadas perdidas. Haría lo mismo con los mensajes: ni bandeja de entrada, ni enviados, ni ostias, sólo mensajes perdidos. Porque todas las llamadas y todos los mensajes que nos hacemos y nos enviamos son perdidos. El móvil no sirve para comunicarnos, sólo para constatar que, en nuestra relación con los demás, todo está perdido, lo sabemos desde el momento en que miramos con extrañeza los nombres que aparecen de forma milagrosa en su pantalla. Parece mentira que todos llevemos uno (y hasta dos o tres) aparatos de esos encima que nos recuerdan constantemente cuán solos estamos sin tener ganas de tirarlos por la ventana o suicidarlos de alguna otra manera.
albert camus, el mito de sísifo Hay libros que, tras leerlos, hacen que tu cabeza empiece a machacarte (y no pare) con preguntas "¿por qué no lo leíste hace diez años? ¿por qué no lo leíste hace quince años? ¿por qué has leído cientos de cosas horribles en vez de dedicarte a buscar libros como éste?". Hay caminos, pero yo no doy encontrado ninguno. Hay pistas, pero estoy ciego a las verdaderamente importantes. Hay libros, pero posiblemente no haya leído más que cuatro o cinco de los fundamentales. Hay.
Los conquistadores saben que la acción es en sí misma inútil. No hay más que una acción útil, la que volviera a crear el hombre y la tierra. Jamás volveré a crear a los hombres. Pero hay que hacer "como si". Pues en la senda de la lucha me encuentro con la carne. Aunque humillada, la carne es mi única certeza. Sólo puedo vivir de ella. La criatura es mi patria. Por eso elegí este esfuerzo absurdo y sin alcance. Por eso estoy del lado de la lucha. Nuestra época se presta a ello, como he dicho. [...] La grandeza ha cambiado de campo. Está en la protesta y en el sacrificio sin futuro. Aunque no por el gusto de la derrota. La victoria sería deseable. Pero sólo hay una victoria y es eterna. Nunca la conseguiré. Ahí es donde tropiezo y me atasco. Una revolución se cumple siempre contra los dioses, ahí está la de Prometeo, el primero de los conquistadores modernos. Es una reivindicación del hombre contra su destino: la reivindicación del pobre no es sino un pretexto.
Los padres siempre tienen la culpa de casi todo. Básicamente éste podría ser el argumento de este cómic autobiográfico en el que la norteamericana Alison Bechdel narra con estudiada asepsia y marcada distancia su infancia, adolescencia y primera juventud. El núcleo de la historia se constituye alrededor de su (casi) no-relación con su padre. La homosexualidad encubierta de él y la militante de ella configuran un juego de oposiciones enrevesado y complejo en el que las dos visiones de la propia identidad sexual tejen una trama de desencuentros y alejamientos, de soledades y ausencias continuadas que crean una especie de situación anticlimática permanente. La vida frustrada del padre encuentra una salida para hacerse menos insoportable a través de la fascinación por la literatura -en especial, su obsesión increíble por el Ulises de Joyce- y de la entrega a la decoración y la jardinería. El material autobiográfico es, de por sí, extraordinariamente rico. Todas esas vidas que se desenvuelven en la casa familiar con una ausencia casi completa de relación entre ellas, crean un marco doliente del que la protagonista tratará de huir sin ser capaz de hacerlo del todo. Su capacidad para afrontar con lucidez y valentía esos años básicos de formación y exhibir ante el lector la complejidad de todas las cosas que no suceden y que marcan tanto como las que ocurren realmente, convierten la lectura de este cómic en una experiencia absorbente e incómoda. El valor de asumir lo que uno mismo es en circunstancias adversas, la capacidad para diseccionar los vacíos que nos habitan, la imposibilidad de construir relaciones verdaderas desde posiciones de autoengaño, el deber de ser consecuente con lo que se es y la obligación de desentrañar el misterio de los propios padres para comprenderse satisfactoriamente son algunos de los ejes que vertebran todo el relato. Merece la pena dedicarle un par de lecturas detalladas. El valor ajeno pone en evidencia la cobardía propia. Aunque sólo sea por éso.
[Mención aparte merce la rotulación de la obra de esta edición en español, obra de la poetisa María Eloy-García -autora del muy divertido poemario "cuánto dura cuánto"- que es, en sí misma, una pequeña obra de arte contenida en el interior de un tebeo realmente mayúsculo.]