Hay libros que, tras leerlos, hacen que tu cabeza empiece a machacarte (y no pare) con preguntas "¿por qué no lo leíste hace diez años? ¿por qué no lo leíste hace quince años? ¿por qué has leído cientos de cosas horribles en vez de dedicarte a buscar libros como éste?". Hay caminos, pero yo no doy encontrado ninguno. Hay pistas, pero estoy ciego a las verdaderamente importantes. Hay libros, pero posiblemente no haya leído más que cuatro o cinco de los fundamentales. Hay.
Los conquistadores saben que la acción es en sí misma inútil. No hay más que una acción útil, la que volviera a crear el hombre y la tierra. Jamás volveré a crear a los hombres. Pero hay que hacer "como si". Pues en la senda de la lucha me encuentro con la carne. Aunque humillada, la carne es mi única certeza. Sólo puedo vivir de ella. La criatura es mi patria. Por eso elegí este esfuerzo absurdo y sin alcance. Por eso estoy del lado de la lucha. Nuestra época se presta a ello, como he dicho.
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La grandeza ha cambiado de campo. Está en la protesta y en el sacrificio sin futuro. Aunque no por el gusto de la derrota. La victoria sería deseable. Pero sólo hay una victoria y es eterna. Nunca la conseguiré. Ahí es donde tropiezo y me atasco. Una revolución se cumple siempre contra los dioses, ahí está la de Prometeo, el primero de los conquistadores modernos. Es una reivindicación del hombre contra su destino: la reivindicación del pobre no es sino un pretexto.
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