Ayer por la mañana, mientras saboreaba los restos de calor corporal de mi ropa de cama, la tele escupía, en el informativo de tele5, las barbaridades habituales: desgracias naturales, asesinatos, descarrilamientos, incendios, guerras, en fin, todo el tejido desgarrado del mundo expuesto crudamente a primera hora de la mañana, el método infalible para salir de cama, saturado por la acumulación de animaladas.
Y en esto, que después de la historia de un tipo que mató a martillazos a su mujer e hijo (con ésta ya tenía un pie fuera de cama), di un respingo: el monstruo de las galletas de barrio sésamo ha cambiado las galletas por la fruta y la verdura.
Absurdamente, esa noticia sí captó mi atención. Me quedé alelado delante de la tele, viendo las imágenes del monstruo de las galletas comiendo con su estilo inconfundible rábanos, pepinos, zanahorias y lechuga.
No sé que es peor, si la estupefacción ante la noticia o mi capacidad para seguir semidormitando entre el alud de noticias terribles que todas las mañanas puntualmente consigue sacarme de cama por acumulación.
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