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fragmentos de la vida escolar
fragmento uno
ha venido al colegio (a golpe de casi junio) una alumna etíope; doce años, recién adoptada, sólo habla el dialecto de su aldea, no sabe leer ni escribir y sólo cuenta hasta seis en su idioma natal; la han puesto con los de quinto de primaria; ya sabía de su existencia desde hace una semana, pero cuando la he visto he pensado que parecía una princesa, tranquila, rodeada por un enjambre de niños que repetían a todo el que se acercaba las cuatro palabras que ella les había enseñado en su lengua vernácula: camiseta, árbol, cielo, sol; rodeada de extraños que le hablaban en un lenguaje incomprensible para ella, sin miedo en los ojos, la mirada curiosa de alguien inteligente, he pensado en todo eso de la naturaleza y la sociedad, lo crudo y lo cocido, las diferencias interculturales, en qué pequeño es el mundo en el que vivimos, y que triste, que una princesa etíope acabe viviendo en un lugar como vigo;


fragmento dos
por la tarde, reunión con los padres de mi tutoría; han venido dos; el día, lluvioso; los charcos en el patio agudizaban la sensación de final de temporada que ya empieza a extenderse por las aulas; conversaciones breves, en voz baja casi, certificando el fracaso del año (a los que les ha ido bien no les hacen falta estas reuniones), el primer desastre para alguno; intercambiamos miradas de resignación, intuyendo que debajo del fracaso escolar se cuecen dramas de pequeña intensidad que no son cuantificables y apenas hablables; tópicos sobre el trabajo, la organización, el hábito de estudio, el sentido de la responsabilidad: frases huecas cuando la persona a la que se refieren está viviendo el naufragio de su propia personalidad; la humedad recalentada del aire anuncia el verano; me marcho a casa con mal sabor de boca

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