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fragmentos para una teoría del desencanto político
I. discurso del actor secundario bob durante el juicio por haber falsificado el censo de springfield de manera que hasta los habitantes del cementerio (el humano y el de mascotas) lo había votado; tras confesar su culpabilidad gracias a una hábil treta de lisa simpson, el juez le pregunta el porqué de su actuación; ésta es su respuesta:


¿por qué? porque me necesitan los habitantes de springfield, y su mala conciencia puede inclinarlos a votar a los demócratas cuando en lo más profundo de su ser ansían que un insensible republicano baje los impuestos, torture a los delincuentes y sea un dictador; por eso lo hice, para protegerlos de ellos mismos... y ahora, si no les importa, tengo una ciudad que gobernar...






II. spinoza, cap. 17 del tratado teológico político


Es, pues, tarea irrenunciable prevenir todos estos peligros [se refiere a que los hombres tienden a dejarse llevar por sus pasiones en asuntos en los que deberían guiarse por su razón, poniendo en riesgo la conservación del Estado] y organizar de tal suerte el Estado que no tenga cabida el fraude; más aún, hay que establecer un tal orden de cosas, que todos, cualesquiera que sean sus gustos, prefieran el derecho público a sus propias comodidades. Ahora bien, por más que la necesidad ha forzado a los hombres a excogitar multitud de medios en este sentido, nunca se ha logrado que el Estado no estuviera más amenazado por los ciudadanos que por los enemigos y que quienes detentan su autoridad no temieran más a los primeros que a los segundos.



III. hobbes, cap. 11 de leviatán


De manera que doy como primera indicación natural de toda la humanidad un perpetuo e incansable deseo de conseguir poder tras poder, que sólo cesa con la muerte. Esto no siempre es porque el hombre espere conseguir cada vez una satisfación más intensa que la que ha poseído previamente o porque no se contente con un poder moderado, sino porque no puede asegurarse el poder y los medios que tiene en el presente para vivir bien sin adquirir otros más. De ahí que los reyes, cuyo poder es el más grande, se empeñen en asegurarlo dictando leyes en el interior y haciendo la guerra en el exterior. Y cuando esto ha sido hecho, otro nuevo deseo tiene lugar. En algunos, es el de adquirir forma mediante nuevas conquistas, en otros, el de la comodidad y los placeres sensuales; en otros, el de suscitar admiración sobresaliendo en algún arte o en cualquier otro menester de la mente.

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