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Mark Fisher, Realismo Capitalista



Si el trabajador-preso es el protagonista de la disciplina, el deudor-adicto es el personaje del control. EL capital ciberespacial funciona en el momento en el que sus usuarios se vuelven adictos. William Gibson lo reconoce en Neuromante, cuando Case y el resto de los cowboys del ciberespacio se desconectan de la matrix y sienten insectos bajo la piel. (La afición de Case a las anfetaminas no es más que el sustituto de su adicción a una velocidad mucho más abstracta.) Si algo como el desorden de déficit de atención e hiperactividad es una patología, entonces es una patología del capitalismo tardío: una consecuencia de estar conectados a circuitos de entretenimiento y control hipermediados por la cultura del consumo. Del mismo modo, lo que se conoce como dislexia puede no ser otra cosa que una suerte de poslexia. Los adolescentes tienen la capacidad de procesar los datos cargados de imágenes del capital sin ninguna necesidad de leer: el simple reconocimiento de eslóganes es suficiente para navegar el plano informativo de la red, el móvil y la TV. "La escritura nunca fue algo propio del capitalismo. El capitalismo, de hecho, es intrínsecamente iletrado", afirmaron Deleuze y Guattari en El Anti Edipo. "El lenguaje electrónico no funciona a través de la voz o la escritura; los datos se procesan perfectamente en ausencia de ambas." De ahí que tantos empresarios exitosos sean en efecto disléxicos, aunque no sepamos si su eficacia posléxica es la consecuencia o la causa de su triunfo.

 [Capítulo: Impotencia reflexiva. "Inmovilización" y comunismo liberal]


 El mandato de la responsabilidad ética individual nunca fue más fuerte que hoy en día; en su libro Marcos de guerra, Judith Butler utiliza el término responsabilización para referirse a este fenómeno. Por eso es necesario, más que nunca antes, cargar las tintas nuevamente en la estructura. En lugar de afirmar que todos, es decir, cada uno, somos responsables del cambio climático, podríamos decir que nadie en verdad lo es y que ese es el problema. La causa de la catástrofe ecológica está en una estructura impersonal que, aunque es capaz de producir todo tipo de efectos, no es capaz de quedar sujeta a responsabilidad. El sujeto que se requiere a tal fin, un sujeto colectivo, no existe, pero la crisis, una crisis global como todas las que enfrentamos en la actualidad, necesita que lo construyamos. Sin embargo, la proclamada inmediatez ética que estuvo en boga en la cultura política británica al menos desde 1985, cuando el sentimentalismo de consenso de Live Aid reemplazó al antagonismo de las luchas mineras, boicotea permanentemente la emergencia de un sujeto tal.

 [Capítulo: No existe algo así como un operador central]

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