la revolución interior
En la vida de algunas personas, a veces, ocurre algo que va de dentro hacia afuera. Las coordenadas básicas en las que estaban inscritas sus emociones, de pronto, sufren una transformación. Ocurre una suerte de mudanza que, transcurrido un tiempo variable, deja como resultado a algo que podría ser una mezcla de lo que uno era y lo que va a ser más adelante. En el libro "el animal moribundo" de Philip Roth el protagonista habla de la segunda persona que todos llevamos con nosotros. No es la voz que habla dentro de nuestra cabeza ni el cuerpo que nos lleva, nos mece y dice con frecuencia que él es de verdad "yo". La segunda persona es la que se lleva los sufrimientos, la que se atraviesa con los éxtasis, la que arde y se consume y está perpetuamente en carne viva. Su vida íntima, tras cada revolución interior, se ve alterada por completo. Me interesa esa vida íntima de la segunda persona. Me interesa porque cada vez más soy más consciente de que lo único que merece la pena de uno mismo es aquello que está sin codificar, sin verbalizar, aquello que vive lejos de todos los intentos del lenguaje por llegar a él. Lo único que merece la pena de uno mismo es lo que resulta inasible, aquello que te hace ser un desconocido para tí mismo, aquello que te convierte en un salvaje territorio inexplorado. Aquello que es el motor de todas las revoluciones interiores. Incluso aunque esté medio gripado, es lo que nos queda para resistir a los intentos de alienación. La exterior, pero también la interior.
Publicar un comentario