little annie + baby dee
El sábado pasado abrió la edición 5.0 del festival sinsalaudio. Después de meses de sequía en lo que a conciertos se refiere, volvimos a respirar el ambiente que rodea a estas citas que supera con mucho lo que se suele entender habitualmente como "meramente musical": gracias a ese algo intangible, las convocatorias sinsaleras se van convirtiendo en una suerte de culto pagano en el que los rituales no suelen defraudar ni al creyente ni al escéptico. Este primer concierto fue una muestra de esa cualidad a la que prefiero no etiquetar.
Abrió Little Annie, y paseó ante la audiencia un repertorio en el que lo pop se fusionaba de manera exquisita con el cabaré. Histriónica, algo pasada de rosca, escasa de voz en algunos instantes y a veces, hasta ligeramente desorientada, la cantante neoyorquina llegó al alma oculta de un puñado de canciones pop a base de despojarlas de todo maquillaje: reducidas a un ligero fraseo pianístico y a una interpretación desencajada, transitaron por la desolación, el abandono y la pena de manera conmovedora. A continuación, Baby Dee, -la versión trash de Antony o bien el artista camuflado bajo el psicópata de "el silencio de los corderos"- cambió de registro radicalmente: voz de contralto para canciones extrañas que hablaban de amor y desamor básicamente. Un piano, un arpa y un acordeón. El concierto, tras el paso abrasivo de Little Annie se volvió algo plano debido a la similitud de todas las canciones, y, decaído el tono de los aplausos la propia Baby Dee lanzó un comentario de una considerable mala leche: "siento no ser tan buena como Little Annie. Quizás no debería haber dejado de beber" (más o menos). Para mi gusto demasiado sobreactuada, excesivamente chocante y toda su actuación algo homogénea de más, como una única canción repetida 15 veces con ligeras variaciones. Por supuesto, críticas menores, claro, la valoración de la velada, como es habitual, sobresaliente alto.
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