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Lo canónico y lo alternativo
Ayer, lunes por la tarde, tuve una reunión con algunos padres de mi tutoría. Por suerte, todo muy aburrido y muy normal, sin casos extremos, sin tragedias familiares o conductas autodestructivas o antisociales. En un momento dado le comentaba a uno de mis interlocutores la salida que estábamos preparando para los 3º de ESO a Madrid para hacer en tres días algunas visitas que muchos de ellos no han hecho nunca: el Museo del Prado, el Reina Sofía, el Thyssen, el Teatro Real, etc. Padre y madre se miraron y él, tras coger aire me dice: "¿el teatro Real? ¿y por qué no van a ver teatro alternativo?". Tras otra bocanada por mi parte, dije (algo así como) "antes de conocer el teatro alternativo, digo yo que lo lógico será tener una ligera idea sobre el teatro clásico, más que nada para poder tener una referencia histórica que ayude a contextualizar y a interpretar posteriormente tanto lo alternativo como lo contemporáneo". "Sí, pero ambas cosas les resultan más interesantes, les resultan más sencillas de entender". Para entonces mi escepticismo se había transformado en asombro puro y duro. Antes de que me lanzara al mítin sobre la importancia de conocer lo canónico para poder siquiera tomar una posición mínima, sobre la necesidad de tener ciertos fundamentos sobre la historia -del teatro, de la literatura, del arte, de la música- para poder enfrentarse con un mínimo de criterio a cualquier expresión "artística", ella añadió "es que nosotros conocemos a un montón de gente del teatro alternativo en Madrid". Ese dato hizo que me relajara considerablemente: no era tanto una cuestión de ideas como de amistades. Pensando "yo hubiera hecho/dicho lo mismo", sonreí y me dediqué a escuchar pacientemente un discurso tan bienintencionado como cargado de tópicos y supuestas (falsas) obviedades sobre los gustos adolescentes, lo mucho que se aburren éstos en los museos, lo poco que les llega el teatro clásico, lo insulso que les resultan las obras maestras de la historia de la pintura y, en general, lo bueno que sería que el colegio atendiera más a expresiones de la cultura popular como el cómic, el graffiti, o "lo alternativo". Como si tuvieran más fácil el acceso a lo primero que a lo segundo. Ay.

Sonreí otro poco, nos miramos, ellos salieron convencidos de haberme dado -como roñoso representante de una cultura establecida acartonada y alejada de todo lo verdaderamente interesante- un buen repaso. Yo me dije a mí mismo, ay, que mal le sienta la mediana edad a los "eternos adolescentes".

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