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otra vida
Hoy por la tarde he estado en A Coruña -en medio de un considerable bochorno que ya acompañaba desde Vigo- ayudando en la mudanza de piso a mi cuñado, estudiante de Arquitectura en la ciudad de Paco Vázquez. Cambiaba su piso de/por/para estudiantes por otro piso de/por/para estudiantes. No llegué a conocer el primero pero sí pude echarle un ojo a este segundo. Al entrar en él me sentí como transportado a otra época, aquella en la cual una habitación de 8 metros cuadrados con un cacho de madera soportado por dos tableros se denominaba "mesa de trabajo", un somier destrozado con un colchón con los muelles en proceso de descomposición se conocía como "cama", y una mesilla de acabados plasticosos y una estantería que se caía por su propio peso podían publicitarse como "con todas las comodidades". Miré de reojo las otras habitaciones, el salón, la cocina. Nunca me había sentido tan a gusto viendo tan lejanos algunos de mis años de estudiante en Santiago (hubo otros, ya con A. por el medio en el que "piso de estudiantes" no era un eufemismo de "cuchitril en proceso de demolición"). Todo ese movimiento de cajas, apuntes, bolsas de ropa y otros objetos inclasificables, me hizo sentir -extrañamente- afortunado por haber dejado atrás esos años, esa vida, aquella forma de ver el mundo, las cosas y las personas, entre la ingenuidad y la soberbia del imbécil, entre la necesidad de querer transformarse en otra persona y la ansiedad permanente por no conseguir serlo. Entre ir a algún sitio y quedarse parado para siempre.

Al volver a Vigo, fui, raro en mí, bastante deprisa por la autopista. Creo que no estaba huyendo de nada en concreto, pero tampoco podría asegurarlo.

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