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tim burton
El viernes pasado fui al cine a ver "Charlie y la fábrica de chocolate". Me gustó tanto (como me suele suceder habitualmente con las películas de Tim Burton) que me fui disparado al videoclub para -aprovechando el impulso debido a la euforia del momento- una suya que se me había colado en su momento, "big fish".




Creo que "big fish" me gustó mas que "Charlie y la fábrica de chocolate".

La historia de Charlie es divertida y tiene unos números musicales realmente buenos (por cierto que el actor keniata que hace de Oompa Loompa sale en "big fish": es el jefe de los payasos del circo Calloway, se llama Deep Roy y es una de las voces de la próxima película de Burton, "the corpse bride"), los niños que salen como estereotipos de ciertos pecados (la gula, la avaricia, la ira y la soberbia) son buenísimos, y el viaje por la fábrica es simplemente maravilloso. Uno se ríe y aplaude secretamente la imbatible rectitud de Charlie, que sabe perfectamente quien es y a quien se debe, frente a la estupidez de sus compañeros de viaje, convertidos en unos perfectos monstruos de la mano de unos padres más estúpidos que ellos. La película contiene, bajo su manto surrealista y onírico, un alegato a favor del sentido común y la cordura en nuestras relaciones con los demás, un canto a la fantasía infantil y a la bondad natural, en fin, una apología colorista de eso que Kant llamaba el imperativo categórico, tan poco de moda en estos tiempos que corren de culto hiperbólico al yo y a la seducción perpetua como manera de estar en el mundo.

"Big fish" propone otra clase de historia, que, sin embargo, comparte el mismo armazón "moral" que la historia de Charlie. Un hijo que ha crecido escuchando embobado las fantásticas historias de su padre, y que posteriormente se ha peleado con él por creer que simplemente se ha dedicado a engañarle toda la vida, se encuentra, a pocas horas de la muerte de este, frente al dilema de entregarse de nuevo a la magia de sus cuentos o seguir manteniendo el enfrentamiento. En días sucesivos, durante la enfermedad del padre, asistimos a la narración de la maravillosa historia de su vida, así como al cambio en la actitud del hijo frente a él que va cayendo en la cuenta de que la vida de su padre era efectivamente lo que él creía cuando era un niño. Toda la historia es un exceso que, sin embargo, resulta verosímil. Sus mecanismos de seducción están perfectamente engrasados: historias de brujas, de seres fantásticos, unas siamesas chinas metidas en el mundo del espectáculo, un gigante de cuatro metros, un pez inmenso que nadie da pescado, un pueblo ideal oculto tras un bosque repleto de peligros,.. un mundo paralelo al mundo real en el que la realidad y la fantasía se entremezclan de manera compleja, alimentando la vida del protagonista, proporcionándole material para unas historias que son la sustancia de su existencia.

Hay un par de líneas de diálogo en "big fish" que se me han quedado grabadas. En una de ellas, el hijo habla con gran desencanto de la relación con su padre: "éramos dos desconocidos que se conocían perfectamente". En la otra, a la pregunta de su hijo, acerca de quien es realmente, el padre responde:"¿que quién soy? coge el diccionario y busca por la "g" de guapo, allí verás una foto mía!".

[Añadamos algo más a "big fish": Albert Finney, Ewan McGregor, Danny de Vito, Allison Lohman (suspiro), Helena Bonham Carter (doble suspiro), Jessica Lange (triple suspiro), y un largo etc en el que estarían los habituales secundarios de las películas de Burton (entre ellos, el singular -y ya para siempre Oompa Loompa- Deep Roy)]

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