niños
escena primera: entrando en la piscina de lavadores el miércoles a eso de las 20.30; se cruza conmigo un niño de unos cinco años llorando a moco tendido y corriendo sin rumbo que cuando pasa a mi lado dice:
- cabrón, puto padre cabrón de mierda
detrás de él, uno de esos hombres que uno imagina con el palillo en la boca, el cigarro en la oreja, la bragueta semiabierta y los andares del macarra del barrio dice:
- alejaaaandrooooo, ven aquí, hos-tiaaa
escena segunda: hoy, en el comedor del colegio, junto a dos compañeros, entra un chaval de seis años que se queda a actividades extraescolares todos los días de la semana debido a una vida familiar entre problemática y turbulenta; la conversación entre uno de mis compañeros -que lo conoce de dichas actividades- y él fue algo parecido a ésto:
[tras las presentaciones oficiales, mi compañero se dirige a él en tono agradable y curioso]
- mira, ¿y tú que hacías hoy al terminar las clases llamando desde el teléfono de secretaría?
- llamaba a mi madre; la bufanda
- ¿la bufanda?
- sí, la bufanda de mi madre que traigo al colegio...
- ¿?...
- la traigo porque así puedo olerla y cuando la huelo pienso en ella
- ¿piensas en ella?
- sí
[nota: el niño vive con su padre, con quien, parece ser, no quiere estar]
- ¿y porqué la llamabas? ¿le pasó algo a la bufanda?
- es que cada vez huele menos
- ¿?...
- y la llamaba para que viniera a buscarla para que le echase un poco de su colonia, porque no quiero que deje de oler como ella
[alrededor del niño, tres adultos con los ojos fijos en él, el tiempo congelado; por la ventana, recuerdo, entraba un aire algo frío; el comedor olía a tabaco y a comida]
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