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Anticipo veraniego
Hoy me desperté y tenía a Leonard Cohen en la cabeza, "if you want a lover/ i´ll do anything you ask me to/ and if you want another kind of love/ i´ll wear a mask for you/ if you want a partner/ take my hand/ or if you want to strike me down in anger/ here i stand/ i´m your man". Bueno, un poco de Leonard Cohen, concretamente "if you want a lover i´ll do anything you ask me to", el resto era el habitual na-na-na de los que somos torpes para los idiomas. Puse el cd de i´m your man a todo volumen, desde la portada una foto diminuta de Leonard comiendo un plátano saludaba al sol que entraba por las ventanas. Parecía verano. Me acerqué al colegio para terminar de preparar unas experiencias para la semana que viene, me sentí contento de acabarlas al fin. Luego comí en la playa y dormí al sol mientras la arena se balanceaba en mis ojos y los periódicos se abrían solos empujados por una suave brisa marina. La marea estuvo muy alta toda la tarde, y había reflejos danzarines en la superficie del mar. En medio del silencio de la playa cuando el sol se ponía, seguía teniendo a Leonard en la cabeza, la banda sonora de una tarde asombrosamente plena, "if you want a boxer/ i will step into the ring for you/ and if you want a doctor/ i´ll examine every inch of you". Al irnos, los pasos que dábamos sobre la arena emitían un sonido extrañísimo. Y si quieres a alguien/ especialista en siestas y chocolate/ con ganas de tomar el sol/ o si prefieres/ que me pase las tardes/ entre arena y bronceador/ aquí estoy. I´m your man.
preguntas sin respuesta
Hoy sustituí por un par de horas a una compañera que da informática en 3º de ESO. Como fue algo imprevisto, no dejó trabajo para ellos así que los dejé meterse en internet para que chatearan o vieran las páginas que les diera la gana. La mayoría se dedicaron a darle al messenger, algunos buscaban páginas de juegos y otros se morían de la risa con los vídeso de jackass colgados en youtube. Después de comprobar que el programa que protege el aula de informática de contenidos "inadecuados" me senté delante de un ordenador para pasar el rato como ellos: perdiendo el tiempo por internet. Hasta que unas risitas algo sospechosas me hicieron levantarme de nuevo: en uno de los ordenadores un par de chavales se habían metido en un chat de Terra de alto voltaje sexual y se estaban partiendo de la risa. Tras leer un par de mensajes sobre compartir actos sexuales para-uno vía webcam les mandé cerrar la ventana y dedicarse a otra cosa. Uno de ellos, que curiosamente también se llama willy, se me quedó mirando y me dijo todo serio:
- willy ¿por qué ver pornografía está mal visto?
-...
- es que no entiendo porqué si uno ve pornografía ya lo consideran como un pervertido o un salido o ambas cosas
- ehm, todo aquello que pertenece al ámbito de los vicios privados se convierte en algo feo cuando uno lo hace público
- "¿ámbito de los vicios privados?"

Cuando salieron del aula de informática aún se reían: "ámbito de los vicios privados" jajajaajajajaj!!!!

Ays.
la soledad del corredor
Llevo varios meses con la sensación de estar sumergido en un sprint interminable. Lo peor es que no hay ni rastro de la meta.




(¿Estaré corriendo la carrera equivocada?)
dj barbarrara
En "libra" de Don Delillo hay un personaje que no he conseguido quitarme de la cabeza: un locutor de radio que suelta parrafadas ininteligibles entre canción y canción durante sus emisiones radiofónicas. Sus discursos son seguidos con devoción religiosa por la hija pequeña de uno de los organizadores de la trama para atentar contra JFK. Curiosamente, ninguno de los adultos que protagonizan la novela consiguen entender nada de lo que dice el locutor. En una de sus intervenciones aparece la típica sentencia delilliana que no terminas de saber si es un chiste o la puerta hacia algo más extraño e inquietante de lo que parece anunciar su simple enunciado:

En el mundo sólo existen dos cosas: las cosas que son verdad y las que son más verdaderas que la verdad.

(Creo que últimamente tengo problemas con esas cosas que son "más verdaderas que la verdad", me acosan casi a todas horas del día y apenas soy capaz de librarme de ellas.)
inofensivo
Fotografío pájaros. Me gusta pasear por la orilla de la playa. Me preocupa el color de las cortinas de casa. Me gusta estar en silencio leyendo. Puedo pasarme horas en la terraza de casa con el sol dándome en la cabeza y la cámara colgada al cuello. Me preocupa el gato que ronda mi casa pidiendo comida, por si se le da por comerse a mis dos (mini) perros. He descubierto que la compasión es algo que me parece aceptable. Aprecio más los desayunos que las cenas. Me gusta fotografíar cosas obvias como nubes o atardeceres. Evito discutir demasiado con la (poca) gente con la que me llevo bien, creo que prefiero callarme a enfadarlos. No he visto una película que me haya gustado realmente en los últimos dos años, aunque he visto unas cuantas. Estoy dejando de ser un moralista. Me contengo para no juzgar. Me esfuerzo en no juzgar. Aún juzgo más de lo que me gustaría. He perdido casi todos los miedos que me han acompañado durante años. Duermo mal. Creo que vivo moderadamente bien. Creo que me he acomodado. Creo que la última versión que tengo registrada de mí mismo es descafeinada, insípida, somnolienta, prosaica y vulgar en exceso. Creo que me da igual. Estoy listo para unas cuantas cosas que temo decir en voz alta. Soy inofensivo. No tiene arreglo.
electricidad
Estábamos en la playa, paseando cerca de la orilla. El día estaba loco perdido y arrastraba ráfagas aleatorias de frío y calor sobre nuestros rostros. La gente parecía congelada sobre la arena, en una extraña confusión de vestimentas. Adolescentes en bañador mirando el horizonte con incredulidad, hombres vestidos de los pies a la cabeza preparados para una tormenta primaveral, mujeres cubiertas por delicados vestidos blancos, como apariciones fantasmales entre la resaca de la Semana Santa, niños desnudos tirándose arena y chapoteando. Y nosotros dos, que estábamos pendientes del verde del mar que estaba comenzando a virar a turquesa mientras sobre él nubes gruesas le daban una luminosidad especial a todo lo que nos rodeaba. De pronto a mi lado pasó como una alucinación un chico de unos diecisiete años, y, tras él, una chica de edad parecida. Los miré justo en el instante en el que él se detenía en seco, daba una voltereta hacia atrás y ella, sobresaltada, dejaba caer una carcajada cristalina y musical mientras se tapaba la boca con una mano. Después siguieron corriendo, entre risas, ebrios de sol y de arena, dejando tras de sí un reguero de chispas, el envidiable rastro de la plenitud. Luego nos fuimos, ya no había casi sol, el cielo estaba emobrronado por un torbellino de grises, el coche, ligeramente recalentado por las horas de exposición era como una cápsula del tiempo que llegara directo del mes de Julio. Bajé la ventanilla, el aire traía un penetrante olor a sal. Pensé, me gustaría saber dar volteretas, pero no sé hacer nada que merezca la pena ser contado. Pensé, qué hambre.

Epílogo.
Al atardecer, alguien había prendido fuego al cielo. Cogí la cámara, claro.





país de pandereta
Mientras medio país se lanza a las carreteras, aeropuertos y estaciones de tren para intentar huir temporalmente de su vida cotidiana, los obispos, aprovechando el subidón religioso que azota a toda clase de medios de comunicación, lanza una queja desgarrada: España está sumida en una época de "exasperado pansexualismo". Miro para mi alrededor y recuerdo los anuncios de la marca de ropa interior "silgre" que durante dos semanas sembraron la avenida del aeropuerto de insinuantes imágenes que contribuían a estropear las estadísticas del departamento de tráfico. Aparte de eso, el mundo en el que vivimos es sorprendentemente pacato y conservador, más que nada porque es difícil escandalizarse de algo: el sexo ha pasado a ocupar un puesto más en las estanterías del mercado global, perdiendo por el camino cualquier resto de componente perturbador o de estandarte de algún modo de vida. La queja de los obispos, como es costumbre, parece salir de otro siglo, sin que uno sepa muy bien a quien se dirige (¿a los publicistas? ¿al porno por internet? ¿a la vida privada de todos aquellos que lo practican como mejor pueden? ¿a los sacerdotes detenidos por pederastia de manera continuada?). Aunque, eso sí, no he escuchado a ninguno quejarse de los publireportajes en los informativos que llevan toda la semana hablando de las semanas santas de toda la geografía nacional o, y ésto si que es grave, de la sustitución de los capítulos de hoy de OC por unos peñazos de desfiles con costaleros alcoholizados, marujas mirando arrobadas imágenes horribles de vírgenes de todos los colores y tamaños y siniestros encapuchados que recrean por las calles de sus ciudades algo llamado "pasión y muerte de nuestro señor Jesucristo".

¿Pansexualismo exasperado? ¡que más quisiéramos!
pájaros
Delante de casa hay un árbol que ha explotado en miles de flores. Entre sus ramas recién teñidas de verdes se esconden varios tipos de aves. Los sonidos cambian a lo largo del día con precisión matemática. Hoy por la tarde he esperado pacientemente escondido en la terraza, he conseguido un par de fotos algo malas, he sentido la excitación de los paparazzis, me ha emocionado la espera. Me gusta fotografiar pájaros, un descubrimiento inesperado. Es la mediana edad, que llama a mi puerta.

- Hola, mediana edad, ya estoy listo, creo que no me va a doler tanto como temía.
- ...



me llamo willy y yo también soy un teleadicto
¿cuántos somos los que en el último año o en los dos últimos años nos hemos enganchado a un millón de series diferentes? ¿cuántos descargamos tres o cuatro simultaneamente y esperamos ansiosos a que acaben los capítulos de la tele para ver los que nos hemos bajado de internet? ¿por qué en situaciones diversas me pregunto qué harían Jack, Locke, el doctor House, Michael Scofield, Seth Cohen o Nathan Fisher? ¿porqué los Martes son House, los miércoles the OC, los jueves mujeres desesperadas, los viernes el Montecito y los sábados alias? ¿alguien tiene alguna referencia sobre Heist? ¿the unit? ¿cuándo empezó esta locura? ¿por qué nunca he visto los Soprano y me siento fatal conmigo mismo por ello? ¿por qué no ponían el ala oeste de la casa blanca a una hora razonable? ¿por que en la tvg ponen nip and tuck a la 1.30 de la madrugada y nunca soy capaz de verla? ¿cuándo bajará la fiebre de las series de televisión? ¿cuándo estrenará su propia serie Javier Grillo-Marxuach ahora que ha dejado lost? ¿quien me puede pasar las primeras temporadas de Buffy? ¿las de Galáctica Battlestar? ¿Deadwood?

¡socorro!
primavera primavera
"estoy bien, sólo sufro una reacción alérgica al universo"
(Seth Cohen, The O.C.)
esas grietas
Ayer fui al cine a ver Ice age 2, un divertimento de animación con el que uno se ríe bastantes veces durante sus casi dos horas de duración (al igual que en shrek 2, los guionistas han dejado de lado la historia en beneficio de los gags más visuales, sólo que chris wedge y compañía son mejores que los que escribieron la 2ª parte de las aventuras del ogro verde). Era la sesión de las 0.00 horas, y, para mi sorpresa, el cine estaba abarrotado de gente. Para mi estupefacción la mitad de ese público eran niños entre los cinco y los diez años. Previamente, tomando un bocadillo en el centro comercial donde están los cines, ya me había sorprendido la proliferación de padres con hijos pequeños. Éstos, muy en su papel de adultos de escala reducida, decidían resueltamente sobre los menús de las cenas, sobre las películas que iban a ver todos y, si los dejasen, qué hacer con sus simpáticos y enrrollados papás que los tienen a las tantas de la noche dando tumbos por ahí. Muchos de los (irresponsables) padres presentaban el cuadro típico de la mediana edad de mi generación: parejas próximas a los cuarenta, cargados de ojeras y de expresiones de derrota en la cara -con niños descontrolados que parecen crecer creyéndose los amos y señores de todo lo que les rodea-, con ese aspecto desolador de "¿ésto era todo?", y sumergidos en un vacío vital en el que el la lucha por el confort material ha aniquilado casi todas las demás dimensiones de sus personalidades.

En el centro comercial, con sus calles falsas, su falsa apariencia de confort, sus olores a comida basura, sus falsos niños y falsos adultos intercambiando roles, sus trabajadores de restaurantes de comida-basura con contratos-basura, con clientes alienados y derrotados como yo ávidos de evasión y de saturación sensorial, corría la brisa de un hedor peor que todo lo anterior, una especie de descomposición moral, y el sonido inquietante de un crujido, el de algo que se está abriendo lentamente ante nuestra indiferencia.

Así me sentó la cena de mal.
 

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