Amosando publicacións coa etiqueta algo me da vueltas. Amosar todas as publicacións
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tierra quemada o no tanto
La distancia que nos separa del futuro cada vez es más corta. A veces me acuesto por la noche y me asaltan sensaciones horribles sobre el paso del tiempo y su tan obvio final. Pienso en el futuro como un hueco que se va llenando. La distancia que nos separa del pasado, por el contrario, aumenta casi cada día. Pienso en el pasado como una habitación en la que ya no parecen caber más cosas, y sin embargo no. Las cosas que hacemos nos poseen, se apropian de nosotros. Hay jirones nuestros en los lugares más insospechados. Los trozos de nosotros que se quedan por ahí son lo mejor que tenemos. Todo aquello que perdemos por el camino es lo que realmente nos constituye.

Es verano y el aire huele a alguna clase de cosa que parece estar viva.
aullidos
Algunas veces, en mitad de la noche escucho aullar al perro del vecino. Me siento entonces sobre la cama y su prolongado lamento parece la emisión de radio de algún programa nocturno sobre gente desesperada. Sobre el fondo blanco del silencio de la madrugada, el aullido es un trazo recto, implacable, una línea oscura que contiene en sus infinitos puntos una tristeza inconmensurable. Tras un par de minutos la transmisión cesa. Algo de ese lamento se instala en el dormitorio y queda agazapado en alguna esquina, esperando. Sé que está ahí.
hay otros mundos
En la radio del coche tengo sintonizada una emisora en la que sólo se oyen voces de gente rezando. Hace unos días descubrí una especie de canal local en el que emiten algo parecido a un espectáculo de porno cutre en una mitad de la pantalla mientras en la otra mitad vuelan los mensajes del tipo "chico 26 años busca chica para follar". Cerca de mi casa están en fiestas, ayer por la noche se podía escuchar con claridad el repertorio clásico de todas las orquestas de esta parte del mundo: un poco de Bisbal, otro poco de Paulina Rubio, unas pizcas de reggaeton de hace tres temporadas, los pasodobles intemporales y los clásicos de siempre de Georgie Dann. En Localia emiten un programa en las madrugadas en el que un tipo vestido de frac y cara de cocainómano en pleno subidón juega al póker con una chica que está siempre desnuda. El tipo hace chistes de discreto contenido sexual. La chica siempre es ucraniana o rumana o eslovaca. Mi amigo F me ha regalado el diario filosófico de Hanna Arendt (1950-1973), su prólogo abre con esta cita de Albert Camus:

... cada generación se cree dedicada a rehacer el mundo. Sin embargo, la mía sabe que no lo hará. Pero acaso su misión sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga

Hoy es EL aniversario. Siguen entrando oleadas de niebla por la boca de la ría. Esta noche no se ve la luna. En otro programa de Cuatro dos chicas muy delgadas en biquini se abrazan mientras dan saltitos. Mientras veía la jungla de cristal por vez número veintisiete caía en la cuenta de lo muy ochentera que era la película, y de que debió ser la última vez en la historia del cine en la que los terroristas eran rubios, alemanes e iban vestidos como de Adolfo Domínguez. Un escalofrío retrospectivo me recorrió la espalda en la escena en la que el jefe de los malos -Hans- se precipita al vacío desde un piso treinta mientras el rascacielos en el que transcurre la acción aparece envuelto en llamas. Hoy es EL aniversario. Sí, yo tampoco me lo puedo creer.
aviones que vuelan, gente que mira
Mientras septiembre extiende una agradable prórroga al tiempo natural del verano aprovecho para poner un poco de orden en casa tras una temporada esquivando la labor. Limpio, plancho, hago lavadoras, hago recados, alegro la vida de los supermercados de alrededor, me ahogo en una tormenta de pequeñas banalidades necesarias. Tras el paréntesis vacacional las rutinas de todo el año vuelven a su lugar. Cuesta rehacer las inercias, adaptarse a los viejos horarios, dejar de ver adictivas series mediocres de televisión hasta altas horas de la madrugada (mi último vicio estúpido: 6 grados), perder el tiempo con la ligereza de la infancia y el sentido de culpa de los gilipollas.

En medio de tanto trasiego paso unas cuantas veces por delante del aeropuerto de Peinador -vivo bastante cerca-, y, en todas ellas, como siempre, encuentro gente que mira cómo despegan y aterrizan los aviones. Un puesto de rosquillas situado estratégicamente indica que la actividad genera movimiento suficiente para dar cabida a pequeños negocios. Los aviones pasan cada diez, quince o veinte minutos. El ruido de las turbinas ahoga cualquier otro sonido y deja al espectador aturdido, como bajo los efectos de alguna droga. Me gustan los dos espectáculos, los inmensos aviones ligeros como confetti, las personas diminutas, ancladas a las vallas que cierran el aeropuerto, mirando aviones que vuelan como si el tiempo estuviera detenido, una mano en una rosquilla, la otra tapándose los ojos para no deslumbrarse con el sol. Secretamente deseo unirme a ellos, pero algo en la soledad de las figuras termina siempre por alejarme. Hay soledades atractivas y otras que te hacen echar a correr. O a volar.
peter pan estuvo aquí




Gracias a Juanjo descubro el impresionante blog de Monsieur Tiffauges. Devorando las entradas del mes de junio me encuentro con una reseña del libro "el puer aeternus" que me hace pensar en la película de Gus Van Sant sobre el líder de Nirvana. En uno de los magníficos párrafos de su reseña dice Tiffauges:

Frente a la tierra y el árbol el niño será siempre lo que vuela y se desvanece, lo que pudiendo ser algo prefiere en cambio difuminarse en el juego para poder ser cualquier otra cosa. El arquetipo del niño eterno, que está muy acentuado en algunos tipos humanos, es, por tanto, un impulso que detesta la tierra y se entrega al vértigo irresistible de la transformación, al mundo evanescente del vuelo. Peter Pan ilumina como complejo psíquico el esplendor de la vida provisional, de lo inútil, frente a todo proyecto trascendente y meditado, de carácter personal o colectivo.

Peter Pan y Kurt Cobain. La infancia eterna tiene un precio muy elevado en los tiempos que vivimos.
 

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