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A poesía como arte insurxente, Lawrence Ferlinghetti

 

Ás veces -contadas- podemos dicir en voz alta: Believe the Hype! Esta tradución ao galego por parte da editorial Rodolfo e Priscila (a cargo de Daniel Salgado) do célebre libro de aforismos de Lawrence Ferlinghetti é unha invitación a crer, non só no hype, senón na poesía e, por extensión na vida. O prólogo fala desta obra como "o manual de instrucións, a caixa de ferramentas do poeta moderno". A súa profundidade e agudeza desbordan o poético-literario e asulagan o campo do puramente vital. Son aforismos para deterse neles e saborealos con calma, para perderse nesa densa urda de fondo e forma no que baixo a apariencia de afirmacións rotundas ás veces se atopan interrogantes sutís, chamadas a acción ou desafíos persoais e colectivos.

Persegue a balea branca mais non a arpoes. No canto, atrapa a súa canción.
Permítete un voo cegador, voos de imaxinación escandalosa.
Excede todas as grandes expectativas e as máis horribeis profecías.

Ás veces intercala proclamas políticas e mesmo cita a Gramsci abertamente


Resiste moito, obedece menos.
Desafía o capitalismo que se enmascara na democracia.
Desafía todas as crenzas políticas, mesmo o populismo radical e o socialismo hooligan.
Gloria ao pesimismo do intelecto e ao optimismo da vontade.


Por riba de todo, o libro está cheo de arroutadas líricas nas que a beleza non consiste nesta identificación contemporánea co "bonito". Máis ben, o seu concepto e o seu uso inscríbense naquel programa desenvolto polo filósofo Friedrich Schiller en "Cartas sobre a educación estética da humanidade" na cal o autor avogaba por tal educación (en vez da racional vehiculada polo entendemento) para que a humanidade acadara un comportamento realmente ético:

Poesía unha procesión de aves acuáticas en voo mesturada con accidentes de motor.
A poesía é o zanate de esteiro cantando ao solpor no curuto das árbores de xacarandá na praza de San Miguel de Allende.
E todos os paxaros do universo arrexuntados nun libro inmenso.


A poesía pode sentirse nos sumidoiros, ecoando a saída de incendios de Dante.
Recoñece o totalitarismo da mente racional e atravésao.
Un poema é un batel saíndo ao mar desde o barco da sociedade que afunde.
Un poema é a sombra dun avión fuxindo sobre o chan como unha cruz escapando dunha igrexa.


A poesía aínda pode salvar o mundo transformando as conciencias


O libro remata cos dous manifestos populistas (de 1976 e 1978), dúas poderosísimas chamadas á insurreción, á acción poética e política, ao compromiso co mundo e coa liberdade. Non é esta, por certo, a liberdade neoliberal destilada do egoísmo economicista que enarbolan os novos fascismos, senón a vella liberdade que vai soldada á responsabilidade, esa potencia que crece en común cando nos xuntamos entre nós, e que, entre outras cousas, apela a facerse cargo tanto dun mesmo como da vida e do existente que nos rodea. Este libro de Ferlinghetti é ar fresco nos pulmóns do noso ánimo, alimento para os nosos intelectos esnaquizados, combustible para unha socialidade reventada por dous anos de pandemia e mesmo, iluminación e alento para calquera que se lance á aventura de escribir.


(Nota final: que marabilla de tradución!)

Franco "Bifo" Berardi, La segunda venida: neorreaccionarios, guerra civil global y el día después del Apocalipsis

 



El sentimiento de superioridad, innombrable pero profundamente arraigado en el inconsciente y la cultura occidentales, ha sido refutado y humillado por la realidad del capitalismo financiero, por la experiencia diaria de impotencia que destruyó la autoestima de las personas y su confianza en el futuro.

El Manifiesto futurista de 1909 fue una exaltación de la potencia sexual y la agresividad política, y el fascismo sacó su fuerza de la mitológica virilidad de Mussolini. Es más, el fascismo históricos fue la expresión de un verdadero sentimiento de pertenencia: el sentimiento de comunidad se basaba en la mitología de la sangre y la nación, pero la comunidad en aquellos tiempos era algo real, algo experimentado a diario y que moldeaba profundamente el comportamiento social.

El retorno posmoderno del fascismo se basa en una antropología totalmente diferente. La comunidad es solo la memoria nostálgica de una pertenencia pasada que ya no existe. Es lamento, no experiencia viva. La vida social ha sido pulverizada en el espacio metropolitano pospolítico, desterritorializado, y la potencia no es más que un mito, un contrapunto de la presente impotencia. La potencia sexual está en declive, ya que la población blanca envejece, y el estrés, la depresión y la ansiedad perturban la esfera erótica. La autonomía de las mujeres fue la amezana definitiva al poder masculino y alimentó un sentimiento reprimido de venganza machista que hace erupción cada vez más a menudo en actos de violencia.

La demografía ha transformado el paisaje antropológico y social de nuestro tiempo: la senilidad, la soledad y la adicción a los psicofármacos están empujando a los hombres blancos del mundo occidental al caos mental, el autodesprecio y la agresividad. El nuevo modelo de fascismo no surge de una euforia futurista juvenil, sino de un sentimiento extendido de depresión y de un impotente deseo de venganza.

Esta tendencia es especialmente visible en los Estados Unidos: la multitud deprimida de hombres blancos echa raíces en la era del individualismo campante: creyeron en las promesas del egoísmo neoliberal, adoptaron la filosofía del ganar, y luego se descubrieron perdedores. Se engañaron a sí mismos al creer en las promesas neoliberales del éxito individual. Ahora es demasiado tarde para abrazar una nueva esperanza, una nueva imaginación: lo único que pueden compartir es su odio, su deseo de venganza.

Este fue el trasfondo antropológico del trumpismo, "Make America Great Again" es una súplica patética al Dios Supremacista: devuélveme mi juventud, mi fuerza, mi energía sexual, devuélveme la fe en algo. Pero el Dios Supremacista no está escuchando.

El racismo de nuestro tiempo no es una continuación de la ideología racista de la era colonial. Este viejo racismo era una expresión de la superioridad de la raza dominante que poseía la tecnología para explotar y las armas para someter a los pueblos de color del Sur global. Ahora las armas están a disposición de cualquiera, sin distinciones de raza.

Ahora los blancos pobres se ven obligados a tolerar la superpoblación de sus espacios vitales a medida que los inmigrantes se agolpan en los suburbios pobres de las metrópolis. El nuevo racismo es el racismo de los perdedores.

El viejo racismo era compartido por la clase alta y los proletarios; era la marca de la superioridad de los colonizadores blancos sobre los colonizados globales.

Ahora el racismo es dejado a los desposeídos en ignorantes, mientras que la clase alta se indigna ante el racismo de los pobres y, desde las zonas residenciales ricas y bien protegidas de la ciudad, mira con desdén los barrios bajos donde viven los inmigrantes, mezclándose con los marginalizados y empobrecidos.

El antirracismo oficial de la clase alta europea está lleno de hipocresía y desprecio hacia aquellos que están obligados a compartir los espacios de sus zonas desfavorecidas con los inmigrantes, que no paran nunca de llegar y provocan la sensación de estar siendo invadidos.

No obstante la diferencia antropológica entre el fascismo histórico y su reaparición contemporánea, existe un rasgo común que vincula el trumpismo con el viejo fascismo: el culto racista de la supremacía. La raza es el elemento deifinitorio de la autoidentificación de las personas.

[...]Aún careciendo de sentido científico, el concepto de raza actúa como una autoidentificación fantasmática. Esta identificación jugó un papel crucial en la historia del colonialismo moderno y está jugando un nuevo papel en la actual catástrofe del capitalismo.

El ascenso de Donald Trumpo a la presidencia de los Estados Unidos ha revelado exactamente esto: empobrecida por la globalización del mercado de trabajo, aturdida por la cerveza y las drogas, furiosa por la derrota estratégica provocada por George W. Bush y su consejero maldito Dick Cheney, la raza blanca reclama su primacía tambaleante. "Make America Great Again" significa: que la raza blanca vuelva a ser la raza superior, al viejo estilo del Ku Klux Klan, enfurecido por el hecho de que un presidente negro (culto, urbano y bello, en contraste con los idiotas de sus integrantes) haya osado ocupar la Casa Blanca.

Odön von Horváth, juventud sin dios

 



O nazismo, esa ideoloxía psicopática que arrasou Alemaña e Europa fai casi un século, non apareceu da noite a mañá. No periodo de entreguerras do século XX unha xeración enteira foi educada nas coordenadas morais da preparación para a guerra en base á delirante idea da superioridade racial. A incubación de tales fantasías realizouse paseniñamente ao longo dunha década, nun proceso que transformou as escolas xermánicas nun viveiro de sociópatas incapaces de entender nada que non fora  apretar o gatillo dun arma ou desfilar ao paso da oca diante do pequeno paiaso dictador. Alimentados polo odio, a ignorancia, as penurias económicas e a nacente industria da manipulación de masas a través da radio, millóns de persoas acolleron con entusiasmo unha ideoloxía que aproveitaba os síntomas dunha grave crise económica e social para propoñer "solucións" simples e unha mirada sobre o mundo totalmente deshumanizada. A etapa da economía desregularizada que inauguraron os anos vinte do século XX daría paso ao nazismo nunha especie de carreira de relevos entre ideoloxías tanáticas. É ben coñecido, por poñer un exemplo emblemático, o papel do empresario norteamericano Henry Ford no seu apoio ao partido nazi alemán: ademais dos cartos aportados para financiar o nazismo contribuiu ao deseño dos campos de exterminio e patrocinou a propaganda antisemita de forma activa. Fascismo e capitalismo terminal sempre na mesma equipa, compartindo substrato moral e métodos autoritarios.

A novela de Horväth encarna un vello principio benjaminiano: se unha característica do fascismo é a estetización da política (para -baixo a apariencia da "revolución"- deixar sin tocar os privilexios da sociedade de clases), a resposta da arte debe ser a politización da estética. "Juventud sin dios" é unha novela política que mantén unha distancia saudable co panfleto (un xénero complicado de manexar) e que aproveita os resortes do roman para encarar os dilemas políticos do seu tempo dende o espanto producido polo ascenso nazi. O protagonista, un profesor de educación secundaria, enfróntase a unha xeración de adolescentes alemáns criados entre soflamas patrióticas, exaltación da guerra e supremacismo ario. Malia os seus intentos de contemporizar na medida do posible para non complicarse a existencia, acaba envolto nunha historia criminal nun campamento de milicias que pon sobre a mesa as pulsións asasinas dos seus alumnos, aprendices nazis intoxicados de patriotismo belicista. O que comeza como un relato costumbrista sobre a vida e a educación na Alemaña dos primeiros anos trinta evoluciona con rapidez cara á radiografía descarnada dunha parte da súa sociedade entregada aos delirios imperialistas dos dirixentes fascistas. A complicidade das elites económicas, o conformismo dunhas clases medias que se suben ao carro dos gañadores e, tamén, a resistencia subterránea ao estado de cousas, conforman o contexto que sirve de soporte á trama.

A novela é, ante todo, a testemuña estupefacta de quen viu vir unha onda de nihilismo reaccionario capaz de barrer todo o existente en nome dos vellos privilexios de clase e dos delirios raciais do século XX. Estos, alimentados polos incipientes medios de comunicación de masas, substanciaríanse na noxenta "solución final" de 1942, materialización da ignominia máis grave cometida nunca contra a especie humana en forma de campos de exterminio. O camiño ata chegar a ela comezara case dúas décadas antes, coa intoxicación ideolóxica levada a cabo de forma lenta pero sostida en todas as capas do tecido social alemán, en especial sobre a súa mocidade. Horváth utiliza frases curtas e secas, sen adxectivos apenas. A súa prosa está reducida ao mínimo, os pensamentos do protagonista mestúranse con descricións breves dos acontecementos que o asaltan configurando un todo que é pura estrutura ósea. O armazón novelístico vai facendo unha especie de espiral na que se repite o tema central ampliando as súas circunstancias contextuais: da escola pásase ao campamento de milicias e, deste, ao xulgado e ao tecido social do seu pobo. As mesmas conductas, o mesmo clima moral, o mesmo pánico ante as dimensións que toma a enfermidade colectiva.

Lido dende 2021 o texto produce un estremecemento considerable. É evidente que o fascismo non está educando á nosa mocidade cun programa autoritario e proclamas racistas explícitas transmitidas dende os colexios. Pero mentras as escolas esmorecen atascadas no modelo educativo deseñado para formar man de obra na sociedade industrial, a rapazada é educada polas redes sociais, o infinito de datos contidos en internet e o mercado. E este último, en especial, non funciona a base de ordes e disciplina, senón de seducción e fetichismo da mercancía. As mensaxes, porén, son sinxelas: egoísmo economicista, cultura do éxito, desprezo do diferente -en especial se é pobre, está racializado ou non é heteronormativo- e negación do colectivo en calquera das súas formas, excepto cando se trata de cuestións patriótico-identitarias de aspecto brando e festivo pero de fondo duro e serio (ese patriotismo deportivo no que todo son risas ata que un despreza abertamente os sentimentos patrióticos maioritarios). Non son as coordenadas morais do nazismo pero prefiguran un orde social que reverbera con el. Se lle sumamos a isto a onda neoreaccionaria contemporánea que enfoca a carraxe das clases sociais perdedoras da globalización sobre as clases subalternas, atopamos un cóctel estrano no que os intereses dos máis ricos (penso nun Trump, un Boris Johnson e similares) son defendidos violentamente por aqueles que se asoman ao abismo da precariedade, a pobreza e o desenganche social. Con estes materiais, que tería escrito Odön von Horváth de ter vivido hoxe?

 

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