Es muy asombroso constatar que en nuestros días ya no tenemos practicamente ningún pensamiento del tiempo. Para casi todo el mundo pasado mañana es abstracto y antes de ayer, incomprensible. Hemos entrado en un período atemporal, instantáneo, lo cuál muestra, hasta que punto, lejos de ser una experiencia individual compartida, el tiempo es una construcción e incluso, puede decirse, una construcción política.
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Hubo el tiempo inmemorial del campesinado, que era un tiempo inmóvil o cíclico, un tiempo de labor y sacrificio, apenas compensado por el ritmo de las festividades. Hoy sufrimos el par del frenesí y el descanso total. Por una parte, la propaganda dice que todo cambia minuto a minuto, que no tenemos tiempo, que es preciso modernizarse a toda marcha, que vamos a perder el tren (el tren de Internet y la nueva economía, el tren del teléfono móvil para todos [nota: el texto es del año 2000], el tren de los accionistas innumerables, el tren de las stock options, el tren de los fondos de pensiones, y no sigo). Por otra parte, ese alboroto disimula mal una especie de inmovilidad pasiva, indiferencia, perpetuación de lo que hay. El tiempo es entonces tiempo sobre el cual la voluntad, individual o colectiva, no tiene ninguna influencia. Es una mixtura inaccesible de agitación y esterilidad: la paradoja de una febrilidad estancada.
Alan Badiou: El siglo
Willy: tiven problemas con Blogger, que me pechou a conta e houben de mudar o enderezo. Sería tan amable de anotar o novo na súa lista de blogues? Agradecíallo ben.
Un saúdo
Asombra,por ejemplo,que un Badiou o un Baudrillard sigan encontrando diarios y revistas dispuestos a publicar sus chorradas.
Una intelectualidad que ha gustado de plantear con gravedad y adornos las preguntas más tontas,del tipo ¿Se puede escribir poesía después de Auschwitz?
feito, kaplan
un saúdo
hola willy, he cambiado de sitio mi blog; ahora lo puedes encontrar en www.rutinasyadicciones.blogspot.com
gracias
gracias a tí!
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