29 de nov. de 2006

existencialismo adolescente
A veces mis clases de química derivan de manera absurda hacia los temas más extraños. Ayer, sin saber cómo me vi envuelto en una discusión sobre las bases bioquímicas de nuestra conciencia. Oséase, nuestras emociones, sentimientos, memoria y personalidad se basan en complicados procesos de enlaces entre millones de neuronas. Hablaba de un célebre experimento del que se dio noticia este verano en el que se había logrado inducir recuerdos falsos en el cerebro de una rata. Claro, la cosa dio pie a todo tipo de comentarios, hasta que uno de mis alumnos, que estaba en el encerado resolviendo un problema, me dijo, espera, me estás diciendo que nuestros sentimientos sólo son procesos electroquímicos entre las neuronas de nuestro cerebro?, yo le dije, simplificando mucho, pues sí, es lo que hay, y él, entonces ¿podemos modificar de manera externa nuestras emociones y sentimientos y recuerdos? pues en teoría sí sería posible, dije, por suerte, todavía no se sabe como hacerlo, aunque no creo que se tarde más de cinco-diez años en lograrlo. Se hizo un silencio extraño en clase. De golpe volvió el bullicio y alguien dijo que seguro que en ese tiempo encontrarían también una cura para el envejecimiento, que también era un proceso químico, y una niña, en la primera fila, dijo, jo, yo no quiero morirme, que mal rollo. Luego tocó el timbre y ellos ya se iban discutiendo del partido de fútbol del celta y de la excursión que hacen a Salamanca desde mañana. Yo me quedé en clase viendo las mesas vacías y el suelo lleno de papeles. Jó, morirse, que mal rollo. Pues sí.

28 de nov. de 2006

el exceso de testosterona conduce a la obesidad
El último anuncio de burguer king es asombrosamente malo. Entre la estética OT y el desfile de chimpancés vociferantes uno se pregunta porqué el garrulismo orgulloso de sí ha cobrado tanta fuerza en todos los órdenes de la vida. Parece que frente a la hipocresía de la mayoría de las relaciones sociales y a cierta deshumanización en el contacto con los demás sólo quedara la solución facilona: ser la versión más simiesca posible de uno mismo. Qué decir. Un eructo estaría bien para acabar, pero no sé bloguearlo.





(por cierto ¿soy el único que desde hace un par de semanas no ve ninguna de las imágenes de este blog?)

23 de nov. de 2006

dazed and confused
Leo en Letra Internacional de Noviembre un magnífico artículo-semblanza sobre la figura de Elías Canetti a cargo de José María Pérez Gay. Mi fascinación por Canetti es limitada, tengo dos libros de anotaciones Hampstead, apuntes rescatados (1954-1971) y Apuntes (1973-1984). En ambos he hallado una inteligencia de esas que poseen el don de la clarividencia, un lenguaje límpido, despojado de retórica, y flashes deslumbrantes que exhiben a la vez sabiduría enciclopédica, amor total a la cultura y a las narraciones y lucidez absoluta. Nunca me he atrevido con su obra magna, Masa y Poder, pero he sentido la llamadada del libro al acabar el artículo citado.

Canetti vivió su vida como un desafío personal contra la muerte, y su tarea de escritor como un compromiso a perpetuidad para con la vida. Sobre ambas cosas, el artículo está sembrado como de minas que explotan al posar la mirada sobre ellas:

Lo único que uno no puede ni debe ser es un triunfador. Sin embargo, todos somos triunfadores desde el momento en el que hemos sobrevivido a cualquier persona que conocimos bien. Triunfar es sobrevivir. ¿Cómo solucionar el dilema? El círculo cuadrado de la moral: ¿debemos seguir viviendo y no ser triunfadores?

Quien realmente quiera saberlo todo, lo mejor que puede hacer es aprender de sí mismo. No deberá tratarse con miramientos, sino más bien como si fuese otra persona: no con menos sino con mucha más dureza.

Nada es más triste que ser el primero, a no ser que uno lo sea realmente y que no haya nadie más.

21 de nov. de 2006

sometimes i love advertising




[via ibelieveinad, descubierto a través de lector malherido]

19 de nov. de 2006

retro kitsch
Venía en coche hacia casa. Llovía a mares. Era de noche. Dudé, pongo el disco de Micah por enésima vez o que sea lo que la radio quiera. Elegí lo segundo. Sonó, como un martillazo contra la cara de alguien que se parece a tí, lo siguiente:




Después, en casa, abrí esa caja de Pandora contemporánea que es youtube y volví a mi infancia entre el espanto y la fascinación gracias a ésto:




Y claro, ya puestos, sólo faltaba mi favorita!!!



18 de nov. de 2006

bolaño-fresán
En la revista letra internacional de este mes aparece transcrita la mesa redonda sobre la figura de Roberto Bolaño -a los ya tres años de su muerte- que tuvo lugar en Munich y en la que participaron Jorge Herralde, Ignacio Echevarría, Rodrigo Fresán y el propio organizador del encuentro, Heinrich von Berenberg. Todos ellos amigos del escritor chileno y admiradores entregados de su obra (como casi cualquiera que haya leído alguno de sus libros). La charla contiene una emocionante evocación de los muchos momentos vividos junto a Bolaño, y todas las intervenciones son sentidas, emocionadas y transmiten con vivacidad la compleja e intensa personalidad del escritor. De entre todas ellas, destaca la parte de Rodrigo Fresán -claramente entre ambos había un nexo de un vigor y una profundidad extraordinarias-. Hablando de las cosas de las que hablaban ellos dos, dice lo siguiente:

Una de las cosas que más comentábamos eran los programas de televisión, los reality shows. Los dos éramos adictos a Gran Hermano y recuerdo sesiones de más de tres horas de estar viendo el programa con el teléfono en la mano comentándolo simultáneamente. Lamento decepcionar a mucha gente que piensa que cuando los escritores hablan entre ellos, están como en un risco con los cabellos ondeando al viento diciendo "la literatura, la literatura"; nosotros hablábamos básicamente de Gran Hermano.

(Luego comenta que hablaban de más cosas, claro, pero esta revelación confesión -que no me sorprende demasiado: todo el mundo ve/vio/veía Gran Hermano- revela el encanto inmenso que adquieren las cosas más banales cuando son compartidas por dos personas que se quieren).

12 de nov. de 2006

the velvet underground & nico, femme fatale, 1972
Trasteando un poco por youtube -buscando algo que ahora no recuerdo- me encuentro con este vídeo del año 1972. Un Lou Reed joven pero menos (tenía 30 años en esta actuación) mira juguetón a una Nico que parece recién llegada de Marte en algún transporte de congelados. Su mirada extraviada me pulveriza el ánimo. La canción, el escenario, la fecha, me producen un vértigo que he sentido otras veces y que me hace experimentar de manera concentrada la sensación de brevedad, de finitud, de acabamiento.




(Es Noviembre y, ahora sí, el frío ha entrado a la vez por todas las rendijas de casa.)

11 de nov. de 2006

nick cave & pj harvey, henry lee
[De la serie: buscando banda sonora para las mañanas de sábado de Noviembre]



9 de nov. de 2006

hiperemotividad
Recuerdo que cuando era (más) joven, los excesos sentimentales en público estaban un poco como mal vistos. Si a uno le desbordaba la emoción, se la aguantaba todo lo que podía o bien reservaba sus consecuencias para ese reducto sagrado que solía ser la intimidad. Mi carácter, lo reconozco, es propicio a esa clase de comportamientos. Contención, cierta frialdad, capacidad para guardarse la mayoría de las emociones , autocontrol: el vocabulario básico de todo buen témpano de hielo, las recetas mágicas para moverse discretamente sin saturar a los demás, sin ser un exhibicionista agotador.

Hoy en día se han invertido los términos. Lo bien visto es hacer exhibición pública -con creces- de todas las emociones que atraviesan nuestro cuerpo, poner en el escaparate a disposición de todo el mundo todos nuestros estados de ánimo y todas las pulsiones que nos agitan. Exagerar al máximo todo ello suponiendo que así pasaremos por naturales, sinceros, auténticos y, por supuesto, espontáneos.

Ante este panorama de cosas no puedo por menos que añorar la antigua edad del hielo. La cuna de cubitos en la que fui mecido. El congelador en el que introduje durante varios años mi propio carácter. Porque si hay algo que no soporto es a la gente que pega gritos porque necesita decir cuanto ama/odia/le molesta/le encanta/necesita/le sobra algo. Porque si hay algo que me parece absolutamente falso es alguien subido encima de otro alguien chillándole al oido mientras llora cuanto lo ama/odia/necesita/desprecia. Porque cada vez me resulta más necesario estar rodeado de gente con sangre fría. Gente capaz de controlarse 9 de cada 10 veces. Gente que sepas que cuando te vayan a decir algo gordo del tipo te amo/te odio/te desprecio/te necesito, esté claro que es en serio y no un impulso momentáneo.

Por todo ello necesito gritar imperiosamente a los cuatro vientos con todas mis fuerzas para que se entere todo el mundo: odio la hiperemotividad!!!!!!!!!!!!!!

5 de nov. de 2006

jason, espera...




Hace cosa de un año tuve este tebeo en mis manos. Eché un ojo apresurado y en menos de tres segundos decidí que no me interesaba: funny animals, sobriedad gráfica, un mundo parecido al "real" pero sutilmente diferente, ausencia de diálogos, aspecto general tristón... Hace unos días me lo pusieron en las manos con entusiasmo. Mi mueca de escepticismo estaba de vacaciones por agotamiento. Me lo llevé y lo dejé en el sofá, justo en el cojín en el que a veces vegeto. Ayer tarde, algo aburrido de un trabajo mecánico lo cogí para desconectar un rato. Al acabar de leerlo pensé "cómo puedo haber sido tan estúpido". Lo releo con calma. Hay un desasosiego general que se manifiesta de manera imperceptible en cada viñeta. Micropartículas de una desolación de conjunto que se acumulan a medida que las páginas pasan. Hay un universo extraño contenido en este cómic. Uno en el que la ruina es parte sustancial. En el que los acontecimientos son mínimos pero se encadenan acarreando consecuencias horribles. Hay una simbología que convive de manera incómoda con las viñetas más obvias. Un estilo gráfico que captura silenciosamente la miseria de las cosas cotidianas. Hay una reflexión extraña sobre el paso del tiempo y perturbadores juegos con la línea temporal de la narración. Hay una monolítica y repetitiva composición de las páginas que transmite un frío considerable y un sentido muy exacto del absurdo. Hay un retrato de una vida que resulta más incómodo de lo que uno imaginaría. De lo que uno desearía.

4 de nov. de 2006

vikas swarup, ¿quiere ser millonario?




Un adolescente hindú sin recursos ni estudios de ningún tipo gana en un concurso televisivo -¿quiere ser millonario?- el premio gordo: mil millones de rupias. Acto seguido es detenido por la policía acusado por la cadena de televisión que produce el concurso de haber hecho trampas. Partiendo de esta mínima anécdota argumental el autor describe en apenas 350 páginas las contradicciones y paradojas de la India contemporánea. Megalópolis como Mumbai (antes Bombay) o Nueva Delhi donde la arquitectura high-tech, las limusinas de lujo y las tiendas occidentales más fashion conviven con ejércitos de niños de la calle, batallones de prostitutas y millones de seres condenados a la pobreza extrema y al olvido absoluto sin posibilidad de redención. Como paisaje de fondo una sociedad en la que comparten espacio a codazos las grandes religiones asiáticas y en la que se libra una sorda batalla entre las costumbres tradicionales y los vértigos históricos asociados a los rescoldos de la descolonización, las nuevas tecnologías y el culto al consumo. Los anhelos de mejora y la busca de una vida más fácil vehiculados gracias a la omnipresencia del star system bollywoodiense, escaparate esplendoroso de un olimpo que nada tiene que envidiar al hollywood de los años dorados. A destacar la omnipresencia de la violencia y su eficaz tratamiento gracias a la ayuda de un retorcido e inteligente humor negro, los cuales parecen conducir los destinos de unos protagonistas que pelean con todas sus fuerzas por superar las adversidades de unas existencias marcadas por la desgracia, el abandono, la pobreza y la soledad. El protagonista, cuya peripecia vital es reconstruída fragmentariamente, aparece ante nosotros como una suerte de Oliver Twist del siglo XXI fascinado por las videoconsolas, los ferraris y los héroes bollywoodenses, desarmándonos por su bondad a prueba de desastres, su extraña inteligencia para salir adelante y su capacidad para ser siempre de una pieza. Como si hubiera sido construído solamente con los materiales más nobles posibles. Sin embargo, tanta perfección moral paga cierto precio literario. El del rozar demasiadas veces el acartonamiento característico de los estereotipos, el de hacer peligrosos equilibrios sobre la cuerda de la verosimilitud continuamente. El indigno final de la novela viene siendo una especie de factura por la colisión entre lo descrito en sus páginas y los deseos del narrador por hacer realidad los sueños de su protagonista. Y es una pena, porque el libro es ágil, brillante durante muchas de sus páginas, y en general resulta una interesante combinación de farsa y tragedia en muchos de sus tramos, un acercamiento frenético a una cultura hipertensa y acelerada, centrifugada por múltiples fuerzas que trabajan en sentidos opuestos. No sé si recomendar su lectura o no: demasiado denso para quien busque una lectura ligera, y demasiado facilón para quien aspire a la literatura con mayúsculas, para su desgracia se queda un poco a medias de todo.

Maldición. Parece que no, pero sí me ha gustado.

2 de nov. de 2006

joan as policewoman
La estación de Otoño del festival Sinsalaudio 4.0 cerró el pasado martes con el concierto de Joan as policewoman en el auditorio Caixanova. Público numeroso que garantiza -espero- la continuidad de la propuesta sonora de nuestro colectivo musical favorito. Concierto algo menos atrevido que otros que han pasado antes por el cartel de las ediciones anteriores del festival, y, sin embargo, intenso y emocionante durante casi toda su duración. Los que hemos moldeado nuestro gusto musical siguiendo los electroshocks que descargaban tanto la sala Vademecum como el festival Sinsal, nos hemos acostumbrado a esperar lo inesperado, a encontrarnos de frente con acontecimientos excepcionales, con conciertos abrumadores y actuaciones sobresalientes en todos los aspectos. Sólo desde esta perspectiva soy capaz de comprender los comentarios de bastante gente que, al acabar el concierto salió algo decepcionada con Joan. Para mí, sin embargo, el concierto no desmerece para nada la trayectoria sinsalera. Un comienzo intimista a solas con el piano -quizás la parte más floja- para ir subiendo lentamente de revoluciones con la entrada en escena de su minibanda, un metronómico batería y una timburtoniana bajista de exquisita técnica. Desenfadada y divertida, parlanchina, desplegando lentamente los múltiples matices de su voz -registros fundamentalmente soul, con incursiones jazz- y las bondades de las elegantes canciones de su único disco hasta la fecha, alcanzó sus mejores momentos cuando se puso más enérgica, cuando dio más cancha a su lado menos pulido y elaborado. Las canciones me sonaron mejor que en el disco, quizás demasiado perfecto a nivel sonoro, demasiado arreglado.

Entre las anécdotas: el termo de ¿café? ¿té? ¿ponche? con el que se subió al escenario, sus opiniones sobre la expo que ha invadido las calles de la ciudad, sus recuerdos infantiles sobre Halloween, y un desagradable comentario de un espectador, que, intentando ser gracioso y enrollado acabó pareciendo gilipollas y maleducado.

Al final del evento tuvimos una divertida polémica detractores-entusiastas. Dije varias chorradas de las que me arrepiento ahora, pero en lo básico sigo pensando lo mismo: un buen concierto.