5 de nov. de 2006

jason, espera...




Hace cosa de un año tuve este tebeo en mis manos. Eché un ojo apresurado y en menos de tres segundos decidí que no me interesaba: funny animals, sobriedad gráfica, un mundo parecido al "real" pero sutilmente diferente, ausencia de diálogos, aspecto general tristón... Hace unos días me lo pusieron en las manos con entusiasmo. Mi mueca de escepticismo estaba de vacaciones por agotamiento. Me lo llevé y lo dejé en el sofá, justo en el cojín en el que a veces vegeto. Ayer tarde, algo aburrido de un trabajo mecánico lo cogí para desconectar un rato. Al acabar de leerlo pensé "cómo puedo haber sido tan estúpido". Lo releo con calma. Hay un desasosiego general que se manifiesta de manera imperceptible en cada viñeta. Micropartículas de una desolación de conjunto que se acumulan a medida que las páginas pasan. Hay un universo extraño contenido en este cómic. Uno en el que la ruina es parte sustancial. En el que los acontecimientos son mínimos pero se encadenan acarreando consecuencias horribles. Hay una simbología que convive de manera incómoda con las viñetas más obvias. Un estilo gráfico que captura silenciosamente la miseria de las cosas cotidianas. Hay una reflexión extraña sobre el paso del tiempo y perturbadores juegos con la línea temporal de la narración. Hay una monolítica y repetitiva composición de las páginas que transmite un frío considerable y un sentido muy exacto del absurdo. Hay un retrato de una vida que resulta más incómodo de lo que uno imaginaría. De lo que uno desearía.

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