4 de nov. de 2006

vikas swarup, ¿quiere ser millonario?




Un adolescente hindú sin recursos ni estudios de ningún tipo gana en un concurso televisivo -¿quiere ser millonario?- el premio gordo: mil millones de rupias. Acto seguido es detenido por la policía acusado por la cadena de televisión que produce el concurso de haber hecho trampas. Partiendo de esta mínima anécdota argumental el autor describe en apenas 350 páginas las contradicciones y paradojas de la India contemporánea. Megalópolis como Mumbai (antes Bombay) o Nueva Delhi donde la arquitectura high-tech, las limusinas de lujo y las tiendas occidentales más fashion conviven con ejércitos de niños de la calle, batallones de prostitutas y millones de seres condenados a la pobreza extrema y al olvido absoluto sin posibilidad de redención. Como paisaje de fondo una sociedad en la que comparten espacio a codazos las grandes religiones asiáticas y en la que se libra una sorda batalla entre las costumbres tradicionales y los vértigos históricos asociados a los rescoldos de la descolonización, las nuevas tecnologías y el culto al consumo. Los anhelos de mejora y la busca de una vida más fácil vehiculados gracias a la omnipresencia del star system bollywoodiense, escaparate esplendoroso de un olimpo que nada tiene que envidiar al hollywood de los años dorados. A destacar la omnipresencia de la violencia y su eficaz tratamiento gracias a la ayuda de un retorcido e inteligente humor negro, los cuales parecen conducir los destinos de unos protagonistas que pelean con todas sus fuerzas por superar las adversidades de unas existencias marcadas por la desgracia, el abandono, la pobreza y la soledad. El protagonista, cuya peripecia vital es reconstruída fragmentariamente, aparece ante nosotros como una suerte de Oliver Twist del siglo XXI fascinado por las videoconsolas, los ferraris y los héroes bollywoodenses, desarmándonos por su bondad a prueba de desastres, su extraña inteligencia para salir adelante y su capacidad para ser siempre de una pieza. Como si hubiera sido construído solamente con los materiales más nobles posibles. Sin embargo, tanta perfección moral paga cierto precio literario. El del rozar demasiadas veces el acartonamiento característico de los estereotipos, el de hacer peligrosos equilibrios sobre la cuerda de la verosimilitud continuamente. El indigno final de la novela viene siendo una especie de factura por la colisión entre lo descrito en sus páginas y los deseos del narrador por hacer realidad los sueños de su protagonista. Y es una pena, porque el libro es ágil, brillante durante muchas de sus páginas, y en general resulta una interesante combinación de farsa y tragedia en muchos de sus tramos, un acercamiento frenético a una cultura hipertensa y acelerada, centrifugada por múltiples fuerzas que trabajan en sentidos opuestos. No sé si recomendar su lectura o no: demasiado denso para quien busque una lectura ligera, y demasiado facilón para quien aspire a la literatura con mayúsculas, para su desgracia se queda un poco a medias de todo.

Maldición. Parece que no, pero sí me ha gustado.

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