Las mañanas son fragmentos de qué
Desde el ventanal de mi clase se ve un trozo de monte. Básicamente un pinar alfombrado por helechos amarilleados por el Otoño. A veces, sobre las ramas de los pinos, hasta he visto ardillas deslizándose con ligereza y mirando hacia mi aula, un reflejo inesperado de la propia curiosidad. Hoy ha llovido con violencia sobre el colegio. Una cortina de agua barría el ventanal, el pinar y los helechos. Cuando paró me asomé discretamente y había como un resplandor dorado sobre el que parecía flotar un olor intenso a tierra húmeda. En el silencio de la última hora de la mañana, zizagueando entre el rasgueo de los bolígrafos sobre el papel, flotaban destellos de algo pequeño. Un grupo de adolescentes silenciosos. Una ventana abierta a la belleza funeraria del otoño. Dos más dos.
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