sociología de las colas, un relato
Estaba en las rebajas, en una de las colas interminables que se forman estos días para ser exactos. Tras unos minutos de espera sin moverme ni un milímetro empecé a observar sin demasiado disimulo a mis compañeros de viaje a la caja registradora. Tras varios instantes de vigilancia concentrada llegué a dos conclusiones: 1) sólo existen dos tipos de hombres: a) los que en las colas miran de reojo el culo de todas las tías que pasan por delante de ellos y b) los que en las colas miran descaradamente el culo de todas las tías que pasan por delante de ellos; 2) sólo hay dos tipos de mujeres: a) las que en las colas miran con satisfacción para los estantes semivacíos y semirevueltos de la tienda, orgullosas de su compra, y b) las que en las colas miran con cierta rabia los estantes semivacíos y semirevueltos de la tienda algo decepcionadas con su compra. Mientras estas agudas reflexiones me distraían de mi compleja tarea de control de la tienda (no voy a decir a qué grupo pertenezco, obviamente), fui consciente del silencio en el que nos hallábamos sumidos. Por los altavoces se escuchaba, débilmente, el teardrop de los massive attack, mientras la alarma saltaba de vez en cuando sin mucho convencimiento. Observé que si cada uno de los habitantes de la cola nos marchásemos con nuestra compra corriendo sin pagar, cogerían a lo sumo a uno o dos de nosotros, pero el resto volveríamos triunfantes para casa con un botín interesante. El silencio me impresionó. Tanta calma. Desde fuera parecíamos un pacífico grupo de gente esperando nuestro turno. Sin embargo, la mitad de los presentes combatían el tedio de la espera con tibias fantasías mientras la otra mitad se entregaba al enjuiciamiento de su compra. Bajo la superficie del aburrimiento, como no, latía un abismo de deseo y frustración. El único problema era que no había correspondencia alguna entre ambos grupos. El deseo derivado del aburrimiento y la frustración consecuencia de la compra. De alguna manera ambas cosas se me aparecieron como accidentes de un algo esencial origen de toda la energía que en estado latente hacía reverberar la tienda. Estaba a punto de llegar al origen de ese algo cuando una voz me devolvió al desierto de lo real, siguiente, por favor.
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