27 de nov. de 2007

perder el tiempo
Viernes. Última hora de la mañana. Mis alumnos de 4º de ESO llegan tarde porque vienen de un examen de gallego. Con pocas ganas reparto unas hojas de ejercicios. Me siento, mi mesa está pegada a la primera fila. El grupo de delante me empieza a hablar del concurso del país de los estudiantes en el que ya estamos inmersos. Mientras media clase se pelea con los ejercicios, mi oído periférico detecta varias conversaciones en puntos diferentes de la clase. Nada que tenga que ver remotamente con la hoja de problemas. Sigo hablando con el grupo mientras el volumen de fondo crece lenta pero sostenidamente. Me enfrasco en un divertido diálogo sobre los medios de comunicación. Ninguno leía periódicos hasta el concurso, sus comentarios sobre la prensa escrita les vendrían muy bien a los directores de los medios que leemos cotidianamente. Absorbido por la conversación ya no atiendo al barullo que hay en el aula. Ni siquiera oímos la sirena que indica el fin de la mañana. Casi diez minutos tras ella, alguien dice, hostia que ya tocó el timbre, y salen en estampida. A mi alrededor queda un silencio. Uno de los gordos. Que chapucero.

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