anécdota pre-navideña
ayer, de todas las conversaciones que tuve con los padres, hubo una que me dejó un poco vuelto del revés; a eso de las siete de la tarde entró en mi clase una señora con la que no había hablado hasta ahora en los dos años que llevo con su hijo (siempre había venido el padre); algo en el conjunto de su figura no cuadraba: el abrigo que llevaba, el jersey, la falda, su peinado, la expresión de los ojos: el conjunto transmitía la sensación de una construcción en equilibrio precario, de un castillo de naipes en el que se aprecia un ligero temblor en las cartas de la base, de un puzzle en el que el cambio de un par de piezas produce una extraña inquietud; mientras intercambiabamos el listado de quejas sobre su hijo, las posibilidades para retomar la marcha del curso, las obligaciones mutuas de unos y otros, intuí que la conversación no se iba a quedar simplemente en eso; y, efectivamente, a punto de terminar, sin cambiar el tono de voz, sin dejar de mirarme, separados por una mesa de 60 cm de ancho, me dice: "y, últimamente, hasta se mete conmigo por un asunto que me pasó: estuve de baja por depresión e intenté suicidarme estrellando el coche; pues ahora, cuando le digo algo, utiliza eso contra mí"; tragué saliva y dejé que el silencio posterior congelase nuestros movimientos; después, no recuerdo como terminó la conversación, pero comprendí la impresión inicial; a veces esa primera impresión es la correcta, por desgracia;
Ningún comentario:
Publicar un comentario
Deixa o teu comentario