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las 5 condiciones
damas y caballeros, con todos ustedes el penúltimo lars von trier


salgo del cine con la cabeza literalmente hirviendo (lástima no tener a nadie cerca para darle la brasa en esos minutos post-proyección en los que uno puede dar rienda suelta a sus impresiones en caliente: son mis favoritos); por un lado la admiración por la increíble inteligencia que demuestra lars en cada una de sus películas, su afilado ingenio y sus múltiples maneras de reformular los eternos interrogantes del cine como si fueran nuevos; por otro, mi repugnancia por la personalidad del director que deja entrever el filme: manipulador, retorcido, capaz de divertirse manejando a la gente a su gusto bajo -en este caso- la excusa de plantearles un reto, un juego de ingenio o un desafío a sus propias capacidades; de esa colisión entre admiración por la obra y asco por el tipejo que se divierte forzando a su -supuestamente- maestro surge un interrogante: ¿es realmente tan bueno? ¿este hombrecillo obsesionado por los fundamentos e interrogantes del cine que se retrata en la película como un astuto manipulador sin escrúpulos, es tan bueno?

mierda, sí, es tan bueno; mejor que bueno, incluso...

la película es la filmación de un desafío: lars propone a jorgen leth que rehaga su corto de 1967 "el hombre perfecto" (15´) a partir de varias restricciones elegidas arbitrariamente por él; los encuentros entre ambos directores para decidir los términos de cada round sirven para ir dilucidando los motivos que llevan a lars a proponer tal desafío, y es el progresivo desvelamiento de esas razones -junto con la quinta variación del corto- lo que hace que uno vaya odiando poco a poco la figura del director de dogville;

el film de jorgen leth, despiezado e intercalado a lo largo de los 90 minutos con mucha astucia, se presenta como un curioso y potente juego estilístico: un hombre y una mujer, por separado, en un escenario blanco, sin objetos ni decorados ni argumento, "el hombre y la mujer perfectos", retratados en un poderoso blanco y negro bailando, comiendo, poniéndose ropa, cayéndose al suelo, realizando acciones banales mientras una voz en off se interroga sobre las cuestiones centrales de la existencia; un divertimento inquietante y sorprendente, por su curiosa mezcla de frivolidad y vocación trascendente, por su extraña estética en la que los actores dejados a la improvisación sobre escenas mínimas son retratados estilizadamente, como modelos de vogue fotografiados por el difunto avedon; un corto singular y maravillosamente moderno que, después de un vistazo mínimo, se revela como claramente insuperable;

lars propone a jorgen que rehaga el corto en condiciones casi imposibles: desde obligarle a meter 12 fotogramas por plano en una de las variaciones, hasta hacer la escena original de la comida -sofisticada y opulenta y protagonizada por el propio jorgen- en un barrio miserable de bombay rodeado de niños y protitutas famélicos que miran con extrañeza a todo el equipo de rodaje, pasando por la obligación de rodar un cartoon o de rehacer el corto sin restricciones: en todas las decisiones late una arbitrariedad que no se entiende y una crueldad exagerada que el director danés lleva al principio con humor y luego con síntomas de fastidio y cansancio; sin embargo, los tensos encuentros entre ambos y las soluciones que van saliendo sobre la marcha -aunque las variaciones sobre el corto son muy inferiores al original- dotan de un magnetismo y una intensidad tremenda a toda la película: las preguntas básicas sobre el cine, su autoría, el papel del espectador y la función del director, se convierten en telón de fondo de toda la historia, a veces explicitadas por los protagonistas y otras saturando la atmósfera de cada plano con miles de interrogantes;

las cuatro perrerías que le hace lars a jorgen con sus condiciones extravagantes palidecen frente a la última: lars obliga a jorgen a aparecer como autor de un corto no dirigido por él, le obliga a leer un texto que también ha escrito lars sobre el propio lars como si lo escribiera el pobre jorgen (¿dije ya lo retorcido que me pareció?) y en el cual viene a decir que lo único que pretendía con toda esta historia era mostrar lo imposible que es que un director se libere de los rasgos que determinan "su estilo" pese a todas las imposiciones externas que se le puedan poner;

al final todo era una excusa para que lars hablase de sí mismo... un grandísimo discurso cinematográfico que consigue que el espectador ame la obra y odie al artista (aunque ésto último es un efecto secundario que supongo no previsto, aunque, quien sabe...): bravo

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