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balance del año 2003
en le monde diplomatique de enero, estas líneas del catedrático de filosofía del derecho javier de lucas sobre los ocho años de aznaridad:
[...] se ha impuesto una grave degradación de la democracia, de la política, una versión maniquea y simplista, fundamentalista y reaccionaria, que apela sobre todo a los dogmas de la certeza y la eficacia como razones política supremas y reniega de la política en su viejo sentido democrático, como arte de negociación y deliberación, de participación de todos en la construcción del espacio público y la toma de decisiones.

[...] Todo lo que no sea repetir con entusiasmo el ¡sí señor! es deslealtad constitucional, complicidad con los enemigos de la democracia y la Constitución, que [Aznar] entiende como propiedad en régimen de monopolio y utiliza como arma arrojadiza.

[...] al aznarismo le molesta la crítica, la libertad, aquello que los griegos denominaron isegoría. Y ello explica la ola de modificaciones legislativas y este afán penalizador que restringe derechos y libertades públicas, no sólo a los extranjeros sospechosos sino a los propios ciudadnos. Un sarpullido reaccionario que acaba por redescubrir los delitos de opinión y por utilizar la cárcel para apartar del escenario político al adversario.


[y mientras, en mi ciudad, vigo, dos partidos de izquierdas (supuestamente, porque uno ya no sabe que pensar), acaban de entregar la alcaldía a la candidata del pp a causa de su ceguera política, confundiendo respectivamente el uno al otro con el rival común... que no digamos que no tenemos lo que nos merecemos]

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