la era del apocalipsis
Desde siempre me han gustado los relatos sobre el apocalipsis. Libros, cine, cómics, esas cosas que, tras el disfrute enésimo fin del mundo, siempre te dejan con ganas de más. Accidentes nucleares, guerras mundiales, plagas venidas del espacio exterior, virus más peligrosos que un político en plena precampaña electoral, etc etc. Sin embargo, a base de extenderse como argumento secundario de relatos centrados en otras temáticas, el género se ha ido devaluando a gran velocidad. Lo normal es encontrarse de media unas cincuenta veces diarias -dependiendo de los medios que uno frecuente- historias detalladas del apocalipsis que está por venir. De entre mis fuentes favoritas destacaría: las páginas de economía de los periódicos, las secciones de sucesos de los informativos en los telediarios, las noticias sobre el exterior en cualquier medio y, mi preferido absoluto, la sección de política nacional en los medios digitales de derechas en internet. Las variedades de fin del mundo que manejan son tantas y tan amplias que desbordan con mucho la imaginación de cualquier escritor de ciencia ficción: terrorismo, delincuencia, inmigración, sanidad, política territorial, memoria histórica, derechos civiles, educación, religión, desempleo y un interminable etcétera de motivos configuran un discurso en el cual sólo hay una idea dominante: todo es terrible, y será infinitamente más terrible aún si nosotros (quiero decir, ello) no alcanzamos (alcanzan) el poder. Como por ahora da la impresión de que no lo van a lograr (crucemos los dedos), nos esperan, previsiblemente, otros cuatro años anunciando el fin del mundo. Siento un placer insano al intentar aventurar los nuevos argumentos de sus futuros vaticinios. ¿Qué nuevas proclamas nos aguardan tras haber agotado todas las variantes posibles del apocalipsis en sólo cuatro años? Por favor, que llegue ya el 9 de marzo, que seguro que a partir del día 10 empieza la fiesta!!!
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