el abrazo de fin de año
El viernes fue el último día del trimestre. Tuvimos la típica reunión maratoniana con una legión de padres que aguantaban estoicamente ante las puertas de nuestras clases a que les tocase el turno. Todo dentro de la normalidad, todo encajado en el engranaje de los actos rituales que enmarcan calmadamente el final del año. Al terminar, a eso de las nueve de la noche, hacemos una minifiesta, el asunto del amigo invisible, unos pinchos, cerveza y champán. Los cristales se empañan por la diferencia térmica dentro-fuera, nos reímos, hacemos bromas blandas, jugamos a ser un pequeño gran grupo de gente que -como mínimo- se lleva bastante bien. Al terminar, como todos los años desde que he entrado en el colegio, salimos al exterior con rapidez y nos abrazamos ritualmente en mitad de la noche de diciembre. Sumergidos en el frío invernal, nos transmitimos unos segundos de calor. Brillamos bajo las estrellas por unos instantes. Nos despedimos llevando el calor de los otros con nosotros. En la soledad del coche, agarrado al volante, pienso "abrazadme", "abrazadme". No me dejeis a solas con todo este frío que me habita.
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