La editorial libros del asteroide añade a su exquisito catálogo este título de John Steinbeck, recopilación de los artículos que escribió en 1936 para el periódico San Francisco News y que fueron la semilla de la que después surgiría Las uvas de la ira.
El magnífico prólogo del escritor Eduardo Jordá contiene un buen puñado de jugosas informaciones. Una que desconocía completamente era la amistad profunda entre el protagonista de la película Las uvas de la ira -Henry Fonda- y el escritor californiano. Otra, cuando Steinbeck murió en 1968, fue el actor el que leyó en su entierro el "Réquiem" de Stevenson:
Bajo el vasto y estrellado cielo
cavad la fosa y dejadme descansar.
Alegre viví y alegremente muero.
Sólo deseo pediros algo:
Que sean estos los versos que en mi tumba grabéis:
"Aquí yace, donde amó vivir,
el marino ha vuelto a casa
y el cazador volvió de la colina".
A su vez, cuando Henry Fonda falleció en 1982, en su entierro y por deseo suyo, fue leído el discurso final que recita Tom Joad en Las uvas de la ira.
La militancia izquierdista de Steinbeck constituye el esqueleto de esta serie de artículos. Su estilo, preciso, exacto, iluminador, da forma a su piel. Su profunda indignación con las condiciones de vida de los emigrantes del Sur encargados de recoger las cosechas californianas le lleva hasta sus campamentos para denunciar el trato esclavista y las condiciones inhumanas en las que ejercen su trabajo. Su análisis demoledor de la sociedad que permite tales prácticas no ha perdido ni un ápice de relevancia, de verdad, de actualidad.
El libro va acompañado de algunas de las más célebres fotografías de Dorothea Lange sobre los campamentos, los emigrantes y sus lamentables condiciones de vida.
En esta serie de artículos la palabra "dignidad" se ha empleado varias veces. No se ha utilizado como sinónimo de "vanidad"; con esta palabra hemos querido referirnos a la responsabilidad del hombre para con su comunidad. Un hombre a quien llevan de un lado para otro como si fuera una bestia, rodeado de guardias armados, hambriento y obligado a vivir entre la suciedad pierde su dignidad, ésto es, pierde el lugar que legítimamente le corresponde en la sociedad y, por consiguiente, su ética social.
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