fin de temporada
Hoy sí. El verano se ha terminado definitiva y abruptamente. Voy al colegio envuelto en uno de los familiares cúmulos de niebla que se extienden por toda esta parte de la ciudad. Figuras fantasmales por el patio y pasos apagados sobre superficies húmedas. Desde el coche, el paisaje difuminado casi es soportable, no como habitualmente. En la cafetería, bajo la luz demacrada de un fluorescente, mis compañeros y yo hacemos un conjunto algo desvaído, un grupo de gente fatigada por anticipado del que todo el mundo parece a punto de irse. Volviendo a casa, levantada ya la niebla matinal, el cielo sigue de color gris claro y los colores del paisaje han muerto todos de golpe. La ropa que dejé a secar la noche anterior sigue húmeda, y al tocar las toallas todavía mojadas siento una descarga eléctrica de tristeza de poco voltaje, una pena menor, la de los días de sol y playa que ya son, otro año más, un puñado de recuerdos diminutos.
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