el turista de masas, impresiones y depresiones (II)
Cala Torta es una de las muchas pequeñas calas situadas en la zona noreste de Mallorca. Cala Varques, un poco más hacia el Sur, comparte con ella un acceso complicado, tramos de carretera en un estado desastroso y un marco natural de belleza inusual. Ambas calas formaron parte de nuestro periplo mallorquín. La primera sorprende por sus aguas embravecidas -debe ser la playa más "atlántica" de las islas-, por el perfil geológico de su lado derecho, rocas plegadas como un acordeón y luego retorcidas como una bayeta al ser escurrida y por las hendiduras como cuchilladas que la erosión ha dejado sobre la arrasada planicie rocosa de su izquierda. Pese a la dificultad de llegar hasta ella hay un chiringo en este miniparaíso y un socorrista que tiene desplegada una inmensa bandera roja y que, nada más llegar, nos advierte, ni se os ocurra bañaros. Cala Varques es todo lo contrario, el lugar más parecido que uno pueda imaginar a la playa de sus sueños. Una cala que aparece de pronto como detenida en el tiempo en medio de un paisaje que invita a dejarlo todo y a quedarse allí a confundirse con una naturaleza desbordante de colores y texturas. El silencio de la playa -las olas son apenas pequeñas palpitaciones de un corazón diminuto- confiere al lugar una dimensión casi sagrada. Bañarse aquí es una pequeña experiencia de plenitud, un vistazo por la rendija a otra vida algo menos mala que la que uno lleva a diario.
Ambas calas, tan opuestas en bastantes cosas, compartían algo: un considerable montículo de basura que te saludaba nada más llegar. Al estar tan a desmano, estos lugares carecen de servicios higiénicos y su limpieza queda en manos de la educación de los visitantes. Es difícil explicar la violenta vergüenza que uno experimenta al llegar y encontrarse estos pequeños vertederos obra de aquellos que pasaron antes que tú por allí. Soy incapaz de entender que alguien necesite más de hora y media para llegar a una playa y que luego deje su bolsa de mierda junto a las otras en vez de cargar con ella de vuelta. El infierno somos los turistas.
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