el turista de masas, impresiones y depresiones (I)
El Ferry de Balearia que va de Palma de Mallorca a Dènia tarda sobre el papel cinco horas en hacer la ruta. En la práctica, por motivos inescrutables que nadie se molesta en explicar al pasaje terminan siendo siete. Este ferry también hace escala en Ibiza, pero nadie te avisa de ello. El que el día elegido para viajar se un viernes convierte este hecho en algo relevante. Lo primero es la música que acompaña todo el viaje. Una exquisita selección de progressive, makina, hardcore y cualquier etiqueta que sirva para dignificar lo que conocemos como chunda-chunda. Lo segundo es el personal que nos acompaña hasta atracar en Ibiza: veinte clones del neng de Castelfa vestidos por pastis y buenri y puestos hasta arriba de una considerable variedad de sustancias estimulantes que empezarían en la lejía de limpiar la casa y terminarían en cosas más típicas como coca, speed o anfetas. El grito de guerra, repetido y coreado varias veces: "putas, porros y fiesta!!!". Animados por el discreto hilo musical, estos extras de las tomas falsas de "el planeta de los simios" toman la única zona exterior del ferry y la convierten en una improvisada pista de baile. Para bajar los efectos del subidón deciden cocerse a base de cubatas y cervezas. El efecto es realmente estimulante para el resto de los pasajeros: se dedican a putear a todo aquel que pasa por delante de ellos, bloquean el paso a cualquiera que lleve escote y consideran que arrinconar contra paredes y esquinas a alguien es una forma molona de ligar. Todo ésto mientras observan desafiantes a los cobardes que, como yo, los miran con todo el desprecio que puede soportar un carácter gallináceo. Dos horas y media después, el ganado desembarca repitiendo a coro su grito de guerra. Imagino Ibiza con cinco mil fulanos semejantes. La utopía hippy de los sesenta, oigo a mis espaldas, terminó en ésto. A ver si termina de veras.
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