31 de xul. de 2007

relaciones con cámaras fotográficas
Hace un par de días tuve que hacerme unas fotos tipo carnet para un estúpido asunto burocrático. Entré en una tienda en cuya puerta colgaban, al modo de aquellos carteles de "wanted", fotos de parejas recién casadas haciendo el paripé en posturas extraordinarias ante paisajes indescriptibles. Algunas de las fotos estaban decoloradas por la acción de los rayos de sol. Uno de los novios agarraba un bastón con empuñadura en forma de águila plateada mientras la novia se agarraba a él como si fuera una extensión del bastón. Dentro, los síntomas de un negocio en proceso de descomposición, las señales inequívocas del fracaso empresarial en forma de capas de polvo en las estanterías y de objetos anteriores a 1997 diseminados aleatoriamente. Me atendió una chica con inequívoca expresión de aburrimiento. Me senté en una esquina escasamente iluminada y me apuntó con una cámara digital de presupuesto aún más escaso. No encendió ninguna luz ni me puso un espejo delante ni quitó una especie de pantalla que había en el suelo y que se cruzaba entre ella y yo. Disparó tres veces. Ví chispitas blancas durante un rato cayendo entre el mundo y mis ojos. Cuando me dio las fotos vi en ellas a alguien que me recordaba a otra persona. Las mejillas tenían una tonalidad que tiraba hacia el verde, los ojos estaban muy abiertos, como si buscaran algo en medio de un sitio invadido de oscuridad, las comisuras de los labios dejaban intuir una expresión poco amigable, un gesto de desconfianza e inseguridad que modelaba el aspecto general de toda la cara. Miré fijamente a la chica. Mis ojos decían claramente: "míreme bien y mire estas fotos: ¿en serio quiere que me crea que soy yo?". Sostuve mi incredulidad frente a su aburrimiento durante esos famosos segundos eternos, convencido de que repetiríamos la sesión.

- Son cuatro euros.

Pagué. Me fui con una sensación. Ahora no recuerdo cuál.

23 de xul. de 2007

lo más fácil




-Cosas que pensé al ver esta viñeta:
1) Buf, qué malo
2) Manel Fontdevila, espabila hombre
3) Nunca me han gustado nada los dibujos de Guillermo
4) Que bien hice al dejar de comprar el jueves hace ya diez o doce años

La decisión judicial de secuestrar este número de la revista ha tenido el efecto de conseguir que un chiste malo parezca algo serio y, de paso, que la justicia parezca un chiste (malo).

Enhorabuena a los autores de semejante estupidez.
lo fácil
Se ha muerto Jesús de Polanco, el dueño del grupo PRISA y lo más parecido a un William Randolph Hearst que hemos tenido por aquí. Lo queramos o no, hay un antes y un después de su grupo empresarial, y, si conseguimos dejar de lado las consideraciones políticas, hay que descubrirse ante la mayoría de sus logros.

Animado por las casi veinte hojas que le dedica el periódico que consiguió echar a andar en los lejanos años setenta, buceo un poco por su vida y milagros, esperando un "algo" que-qué-se-yo que aporte un poco de luz sobre la persona. El intento es vano. Sepultada por la plomiza capa de la corrección, su biografía apresurada deviene en insípida y boba hagiografía. No hay ni una sombra sobre su persona o su obra. Ni una arista. Ni un atisbo de flaqueza, ni una sobria recapitulación de errores, fracasos, torpezas o incoherencias. Sus correligionarios de El País lo convierten en estatua directamente en su afán por santificarlo prematuramente. El hombre que levantó un imperio de comunicación parece haber llevado la vida de un santo, parece haber tenido la clarividencia de un iluminado, parece haber vivido siguiendo una especie de línea perfectamente trazada de la que jamás se hubiera desviado ni un milímetro, desechando todo lo que no fuera crear medios de comunicación, levantar editoriales y hacer dinero. Mucho. Es asombroso que en su empeño por poner su vida en limpio, sus empleados apenas hayan conseguido trasladar al papel algo que suene, al menos lejanamente, a "vida". Si es una venganza sólo puedo felicitarlos. Si no, pues vaya.

22 de xul. de 2007

melodrama y verano
Vía Dot y su selecta página de videoclips me encuentro con una de mis canciones favoritas de todos los tiempos. Peinados imposibles, caras muy compungidas, extrañas secuencias entre extrañas estatuas: es duro vivir en el interior de un melodrama, pero algunos querríamos estar ahí, entre fotogramas y violines, en 1966:



21 de xul. de 2007

ésto es lo que hay
Pasan quince días como una corriente de aire a través de una puerta: de pronto sólo oyes el golpe de ésta al cerrarse. No sé. Me he acostado tarde, he visto series de televisión a altas horas de la madrugada, he visto un par de películas sacadas de las cloacas de la cinematografía hollywoodiense, he leído algunos libros, he estado despierto mirando durante minutos interminables la lluvia del mes de julio contra las ventanas, he dormitado al sol, he comido en la playa, me he bañado dos veces y media, he cocinado algunas veces para otros y otras lo han hecho para algunos entre los que estaba yo, me he reído con la luz apagada a altas horas de la mañana, he tenido dos pesadillas, hemos encontrado tres gatos recién nacidos, he comprobado que me hago mayor en detalles insignificantes que no detallaré aquí, he deambulado descalzo por la casa alguna mañana preguntándome cosas que ahora no soy capaz de recordar, a veces me ha costado dormirme. Todo ha pasado muy deprisa. No sé que significa esta velocidad de las cosas que me pasan. Tengo un miedo pequeño que tenía a raya, pero lo oigo creciendo calmosamente, alimentándose de días que vuelan, de noches con los ojos abiertos a oscuras en algún lugar de mi cama. Miento.

3 de xul. de 2007

zizek, again
Mientras me peleo en un duro cuerpo a cuerpo con Órganos sin cuerpo. Sobre Deleuze y consecuencias disfruto con la entrevista que aparece en la revista Minerva al filósofo esloveno. En ella aparecen varias reflexiones sobre democracia, pospolítica y revolución que hacen que recuerde una discusión anterior con Cossimo:

Sí, creo que el verdadero problema hoy sigue siendo el capitalismo como tal. No es que lo odie. Seamos francos: si uno es de izquierdas y honesto, ha de reconocer, aún siendo un poco patético, que nunca en la historia ha habido tanta gente viviendo una vida tan relativamente buena y segura como la que se vive hoy día por término medio en Europa Occidental. Hay que ser justos hasta con el diablo. Todo lo que estoy diciendo es que el capitalismo está generando antagonismos que van a explotar. De modo que, volviendo a lo que dije antes, hemos de retrotraernos al pasado para ver qué salió bien [durante la revolución rusa] y qué mal, y estar alerta para afrontar problemas similares. Acepto la famosa formulación de Walter Benjamin de que lo que tenemos que hacer no es seguir subidos en el tren de la historia, sino más bien ponerle frenos. El tren es el capitalismo.

2 de xul. de 2007

aurélia aurita, fresa y chocolate




Aurélia Aurita es una veinteañera francesa que, hasta el momento de publicar este cómic era una casi desconocida en el mundillo del cómic. En estas páginas narra, de manera desprejuicida e incluso un punto naive su relación pasional con el también autor de cómics Frederic Boilet (uno de los cabecillas de ese movimiento que se llama nouveau manga). La considerable diferencia de edad -veinte años- no es impedimento para que Aurélia viaje de Paris a Tokyo para conocer a Frederic tras un intensa relación epistolar fruto de un conocimiento casual. Una vez allí, sumergidos en un torrente de actividad sexual que no les deja tiempo para nada más, Aurélia reflexiona sobre el torbellino en el que está involucrada. En una viñeta se repite a sí misma como si fuera un mantra: "Soy feliz. Tengo miedo. Soy feliz. Tengo miedo". Todo el tebeo va de ésto. La pasión como plenitud, la conciencia de su excepcionalidad, la posibilidad de su acabamiento, la necesidad de que las cosas no terminen. El dibujo confiere a la historia la extraña cualidad de parecer casi un cuento para niños. Es una sexualidad optimista, vital, un huracán pasional en el que lo físico establece un vínculo de una fortaleza excepcional. En algunas ocasiones la cosa roza lo cursi, pero en general, un oportuno sentido del humor o pequeñas observaciones sobre la naturaleza de los amantes salvan con delicadeza situaciones que bordean lo catastrófico. Un buen cómic para empezar el verano.