lo fácil
Se ha muerto Jesús de Polanco, el dueño del grupo PRISA y lo más parecido a un William Randolph Hearst que hemos tenido por aquí. Lo queramos o no, hay un antes y un después de su grupo empresarial, y, si conseguimos dejar de lado las consideraciones políticas, hay que descubrirse ante la mayoría de sus logros.
Animado por las casi veinte hojas que le dedica el periódico que consiguió echar a andar en los lejanos años setenta, buceo un poco por su vida y milagros, esperando un "algo" que-qué-se-yo que aporte un poco de luz sobre la persona. El intento es vano. Sepultada por la plomiza capa de la corrección, su biografía apresurada deviene en insípida y boba hagiografía. No hay ni una sombra sobre su persona o su obra. Ni una arista. Ni un atisbo de flaqueza, ni una sobria recapitulación de errores, fracasos, torpezas o incoherencias. Sus correligionarios de El País lo convierten en estatua directamente en su afán por santificarlo prematuramente. El hombre que levantó un imperio de comunicación parece haber llevado la vida de un santo, parece haber tenido la clarividencia de un iluminado, parece haber vivido siguiendo una especie de línea perfectamente trazada de la que jamás se hubiera desviado ni un milímetro, desechando todo lo que no fuera crear medios de comunicación, levantar editoriales y hacer dinero. Mucho. Es asombroso que en su empeño por poner su vida en limpio, sus empleados apenas hayan conseguido trasladar al papel algo que suene, al menos lejanamente, a "vida". Si es una venganza sólo puedo felicitarlos. Si no, pues vaya.
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