vueltas
De pronto vuelven a empezar el colegio y las lluvias. Un mecanismo de precisión que aporta cierta sensación de orden al transcurrir de las cosas. En el patio de mi colegio, a la espera de que empecemos los de secundaria, los niños de primaria parecen reyes de un mundo recién creado. Los adultos, confundidos con el paisaje -edificios blancos, cielos grises-, tenemos el sentimiento colectivo de pertencer a un algo indefinido en el que se entremezcla la nostalgia con el deseo de mejorar el presente en el que estamos instalados. Comienza el curso una vez más. Es una buena noticia. Significa que volvemos al núcleo duro de lo real. A las batallas insignificantes que tanto nos desgastan. A la euforia de algunos días y al cansancio de los finales de trimestre. A las mañanas de soledad en aulas llenas de adolescentes. A los lentos amaneceres de Noviembre, con el cielo teñido de varias gamas de rojos y la Avenida del Aeropuerto salpicada de autobuses escolares.
Vamos allá.
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