tristes tópicos
Ha llovido todo el fin de semana. Con fiereza, haciendo inútiles los paraguas, dejando un resplandor húmedo en el cielo y un ejécito de charcos por aquí abajo. En estas condiciones el sábado nos fuimos a Braga (Portugal) con mis padres, a comer y a dar un paseo. Bajo unas nubes a punto de derrumbarse sobre sí mismas subimos al santuario de Bom Jesús do Monte y al de Sameiro. Quizás la atmósfera tirando a lúgubre distorsionó mis percepciones, pero salí de ambos lugares con una sensación persistente de inquietud. Estatuas siniestras más propias de un cementerio y una inmensa y desolada explanada preparada para grandes acumulaciones de gente, dibujaban un paisaje doliente, teñido de irrealidad, que evocaba cuentos góticos o historias de fantasmas. Las dos iglesias (la de Sameiro surgiendo de entre una extraña e imprevista niebla), neoclásicas y austeras transmitían una suerte de aspereza pétrea que aumentaba la sensación de incomodidad. Desde lo alto de estos dos sitios, la ciudad de Braga parecía un lugar remoto totalmente desconectado de esta otra realidad. Los católicos que acuden a estos sitios en masa deben ser personas muy dolientes, muy retorcidas o una mezcla absurda de ambas cosas. Hice fotos, claro, hasta que me dieron calambres en el dedo. Algunas de ellas las subí a mi cuenta flickr
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