la primavera más otoñal del siglo
Cuando parecía que ya estaba hecho, que venía el sol y que los primeros acercamientos a la playa eran cosa hecha, va y entran cincuenta borrascas juntas y se quedan clavadas en medio de Galicia. Resultado: lleva lloviendo sin parar los últimos quince días (justo desde la foto que hice de los alrededores de mi casa), el aire está excesivamente húmedo, la casa aún necesita que el sistema de calefación le levante el ánimo, por las mañanas salir de cama es complicado, duro y difícil, que diría un jugador de fútbol para referirse a un rival.
En estas condiciones adversas pasé el fin de semana pasado en el monasterio de San Estevo de Ribas de Sil, a unos 30 km de Ourense, pegadito al famoso afluente del Miño. Las carballeiras que lo rodean y los ejércitos de castaños que salpican las faldas de los montes de alrededor todavía siguen en pleno invierno. Hice algunas fotos. El paisaje parecía una prolongación natural de cierto estado de ánimo. Un paso que no se termina de dar pese a la necesidad de hacerlo. Hice algunas fotos, claro.
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