18 de xan. de 2006

wild life at the supermarket
Estoy en el supermercado en la cola de la charcutería. Me siento como si mi cuerpo fuera un país y éste hubiera sido invadido por los ejércitos del cansancio. A veces me gustaría que algunas partes fueran independientes y no me dolieran, pero no sé cuanto me llevaría negociar el estatuto con alguna de mis muelas, o con el omóplato derecho y con la contractura que me tiene frito cada vez que hago un movimiento brusco con el brazo. Estoy en la cola de la charcutería y a mi lado hay una chica increíblemente guapa con un carrito de bebé. Mientras todos los tíos de la cola la miramos con más o menos discreción ella sólo tiene ojos para su bebé. Hay una descompensación en la balanza de pagos del deseo que se manifiesta siempre de la manera más extraña. A mi lado hay gente. Todos embarcados en sesudas reflexiones como éstas. Una señora parece un país invadido por el ejército de las ojeras. Otro señor parece un país invadido por el ejército del aburrimiento. Somos la ONU del agotamiento, y no nos atrevemos a mirarnos demasiado unos a otros, no vayamos a contagiarnos nuestros malestares. Una chica me devuelve a la realidad, mientras me mira y habla con el empleado: "no, no estoy yo, este señor está antes". Le doy las gracias mientras en las fronteras de mi estado de ánimo se libra una sorda batalla entre la depresión y la (falsa) indignación. Al pasar por caja me siento como si pasara por una aduana. Hay otra chica guapa delante de mí y me doy cuenta de que tengo un día estúpido de esos en los que me gustaría decirle a todas las chicas guapas que me cruzo lo guapas que me parecen. Al menos (algunas) chicas (no necesariamente) guapas han decidido llamarme señor. Eso podría darme pie. Ja. Llego a casa. Me entierro en el sofá bajo una manta de pelo que me ha regalado mi hermano y que promete aniquilar mi vida social. Me doy cuenta de que mi sofá ya a golpe de miércoles tiene bien definida mi silueta en los cojines. Un autorretrato de cuerpo entero en mi sofá. No sé si aplaudir o echarme a llorar. Plas plas.

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