soy una persona, neng
Hoy comencé las clases, de nuevo: el eterno retorno de lo mismo. Después de dos semanas de reuniones frenéticas, por fin ha despegado la nave. Esperemos que el contacto a toda velocidad con la atmósfera adolescente no nos chamusque antes de tiempo. Algunos de los nuevos miran con inquietud el sitio en el que se han metido. Uno de ellos se apodera enseguida del espacio que lo rodea, coloniza sin problemas el territorio de todos y busca con rapidez los sitios seguros, las esquinas en las que no llega la mirada de los guardianes, nosotros, los profesores que saludamos a nuestros alumnos del año anterior, entre risas, como si fuéramos a ponernos a jugar a algo divertido en vez de a comenzar un duelo agotador de voluntades salpicado por un afecto que sólo se revela cuando la cinta transportadora del tiempo nos ha puesto a la distancia suficiente. Hablaba del nuevo. En tres minutos me hago un perfil mental sobre él. Sus gestos, cómo nos mira, cómo escudriña a su alrededor. Ay, la experiencia, que putada, chaval, que te he visto cinco minutos y ya sé de qué vas. Hablo con el jefe de estudios sobre él. Me confirma lo que ya intuyo . Viene a repetir 3º de ESO. En el insituto en el que estuvo le abrieron un expediente. Por vender costo en el colegio. A leguas. Pero siempre creen que no se nota. Que basta con poner cara de buen chico. Si fuera éso. Me viene a la cabeza la noticia de la patera que llamó la atención de la guardia civil costera gritando "qué pasa neeeng". Un columnista en algún periódico dice que ya puestos podrían haber gritado la otra frase del personaje de Buenafuente: "soy una persona, neeeeng". En algún momento, pasando lista en 3º C de la ESO, parándome un poco más de la cuenta en los ojos del nuevo, puedo leer su pensamiento con una claridad asombrosa: "soy una persona, neeeeng".
Viva.
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