papeles para messi
El jugador de fútbol del F.C. Barcelona Lionel Messi ha jurado la constitución española, con lo cual, tras una estancia de dos meses en nuestro país ya tiene la nacionalidad y con ello tiene derecho a acceder al papeleo que hay oculto tras esa punta del iceberg burocrática que conocemos como "una persona normal": Messi puede tener contratos de trabajo, puede pagar sus impuestos, puede ir a la seguridad social si se pone enfermo, puede sacar un pasaporte español con el que viajar por todo el planeta, puede moverse por Europa sin problemas, si lo echan del Barça tendrá derecho a cobrar el seguro de desempleo, puede alquilar un piso legalmente, solicitar una hipoteca, un crédito personal, pedir la tarjete de cliente de Carrefour, apuntarse a los cursos de formación laboral que ofertan los sindicatos, presentar denuncias, votar, etc, etc.
Curiosamente en el país de hoy, en una carta al director, otro argentino afincado en España -Enrique Martínez- desde hace tres años se lamenta de que a él, tras haber solicitado los papeles hace dos años, todavía no le hayan concedido la nacionalidad. De lo mismo habla Boris Matijas en su blog. Mientras, en las afueras de Ceuta y Melilla, cientos de subsaharianos tienden escaleras destartaladas para saltar la valla que separa su infierno de un "algo mejor para vivir". Algunos se rompen los huesos y otros mueren -o son asesinados- en el intento. En la forma de tratar el "asalto" a la sociedad del bienestar que están llevando a cabo estos subsaharianos, y en las maneras de la administración que hace distinciones entre futbolistas y otras personas como Boris o Enrique podemos intuir parte del futuro que se nos viene encima: los occidentales privilegiados asistiendo con la boca abierta y los ojos mirando para otro lado a la sangría humana que sufren los países empobrecidos, mientras los emigrantes no-famosos se dejan la piel en el camino para trabajar en condiciones precarias y sin papeles en todas esas labores que ya no queremos hacer. Nociones como la dignidad o la solidaridad han desaparecido de nuestro mundo, y todos los que han nacido en el lugar equivocado o han sido volteados por la vida están casi completamente abandonados a su suerte.
Ayer en el mismo periódico, en un artículo de opinión de Moisés Naím leo:
Usted no es normal. Si está leyendo estas páginas , seguramente pertenece a la minoría de la humanidad que tiene un empleo estable, adecuado acceso a la seguridad social y que además disfruta de una considerable libertad política. Además, a diferencia de 860 millones de personas, usted sabe leer. Y gasta más de dos euros al día. El porcentaje de la población mundial que combina todos esos atributos es menos del 4% [240 millones de personas sobre 6.000 millones].
Ay.
(Una vez más, me viene a la cabeza un párrafo del libro el respeto: sobre la dignidad del hombre en un mundo de desigualdad de Richard Sennet. Posiblemente el libro al que más vueltas he dado en los últimos tiempos:
La "fatiga de la compasión" representa el agotamiento de nuestras simpatías ante realidades persistentemente dolorosas. Son tantas las exigencias que las víctimas de las torturas, las masas aniquiladas por la peste o la terrible escalada del Holocausto plantean a nuestras emociones, que finalmente dejamos de sentir. Como el fuego, la compasión se extingue.
[...]
La expresión "fatiga de la compasión" incita a formularse un interrogante tal vez más universal: ¿qué volumen de consideración es debida a los demás?
)
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