17 de xul. de 2005

escribir, sobrevivir
He pasado algunos días de vacaciones absolutas: sol, playa, libros, cómics, etc., entre el aroma persistente de la crema solar y el olor de la parrilla, bañándome a horas absurdas con la playa desierta, leyendo hasta horas prohibidas durante el año laboral hasta perder la noción del tiempo, entregándome al placer elemental de no hacer nada que no me apeteciera hacer. Ha estado bien.

De entre los libros que he leído hay dos que, si la literatura fuera un planeta, diría que están el uno en los antípodas del otro, y, he aquí lo más extraño, para mí contienen un singular mensaje compartido.




El primero es error humano, de chuck palahniuk, un autor al que, casi sin darme cuenta, casi sin quererlo, me he ido entregando con una pasión ascendente. Las tramas de sus libros son totalmente absurdas, metáforas extrañas y retorcidas de los tiempos que vivimos por las que asoman radiografías espeluznantes de nuestro mundo. Su escritura es hipnótica, seductora, absorbente, y transmite una sensación de furiosa angustia que resuena poderosamente en las cavidades de nuestra soledad y nuestro vacío. Error humano recopila varios artículos aparecidos en revistas norteamericanas en los que se alternan el relato bizarro de una sociedad hiperbólica y desmesurada, las entrevistas a celebridades del rock o el cine y descarnados autorretratos de un escritor empeñado en presentarse ante nosotros como alguien corroído por el sinsentido y el absurdo vitales (parte de ellos a raíz del extraño asesinato de su padre en 1999). Son estas pequeñas fotografías de sí mismo lo mejor del libro (miento, las entrevistas a Marilyn Manson y a Juliette Lewis están a la misma altura). Hay en ellas una sinceridad que sobrevive a la impostura inherente a toda obra literaria. Una forma dolorosa de verse a sí mismo que es con la que nos levantamos por las mañanas y nos miramos al espejo interrogándonos sin palabras, esperando respuestas que no existen a preguntas imposibles de formular.

Me voy por las ramas.

La conclusión que sobrevuela estos miniretratos en la última parte del libro es que el autor ha conseguido encontrar algunas migajas de sentido en su vida gracias a la escritura. Que el escribir es su tabla de salvación, su manera de estar en el mundo sin volverse loco de desesperación. En el relato casi California podemos leer cosas como éstas:

Así que es por eso por lo que escribo. Porque la mayoría de las veces la vida no es divertida hasta que uno la revive. La mayoría de las veces no se puede ni aguantar.
[...]
Es por eso por lo que escribo, porque la vida nunca funciona salvo si miras hacia atrás. Y escribir le hace a uno mirar hacia atrás. Porque como es imposible controlar la vida, por lo menos tú puedes controlar tu versión de la misma.

(El otro libro, el de Cercas, no es ni de lejos tan bueno como el de Palahniuk, pero tiene algunas cosas que están bien y llega a conclusiones soprendentemente parecidas. Mañana.)

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