5 de xuño de 2005

una polémica
A través de Magda Bandera descubro este post (¡del 19 de diciembre de 2004!) de Allan Psicobyte, un divertido alegato indirecto a favor del matrimonio entre homosexuales.

[...]
Estoy completamente a favor del permitir el matrimonio entre católicos.

Me parece una injusticia y un error tratar de impedírselo.

El catolicismo no es una enfermedad. Los católicos, pese a que a muchos no les gusten o les parezcan extraños, son personas normales y deben poseer los mismos derechos que los demás, como si fueran, por ejemplo, informáticos u homosexuales.

Soy consciente de que muchos comportamientos y rasgos de caracter de las personas católicas, como su actitud casi enfermiza hacia el sexo, pueden parecernos extraños a los demás. Sé que incluso, a veces, podrían esgrimirse argumentos de salubridad pública, como su peligroso y deliberado rechazo a los preservativos. Sé también que muchas de sus costumbres, como la exhibición pública de imágenes de torturados, pueden incomodar a algunos.

Pero esto, además de ser más una imagen mediática que una realidad, no es razón para impedirles el ejercicio del matrimonio.
[..]

Entre la interminable lista de comentarios católicos indignados a dicho post aparece un fragmento realmente gracioso:

Auguré que habría un momento las drag queens del orgullo gay nos iban a parecer algo serio, mientras que nos tomaríamos la religión a broma. Ese día ha llegado.

(Ojalá el autor de este comentario tuviera razón y la frase no fuera una mera lamentación retórica. Ojalá el mundo se tomara la religión a broma. Y a las drag queens en serio.)

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