reflexiones irrelevantes acerca de cuestiones secundarias sobre la belleza
En el país del sábado viene una foto de propaganda de una oferta que tienen de dvds. Parece ser que la película de la semana es Cayo Largo, y el fotograma elegido para anunciada muestra a un atormentado Humphrey Bogart junto a una jovencísima e irresistible Lauren Bacall. La mirada de él es la de alguien que parece a punto de tirarse de un barranco abajo con tal de darle una dirección clara a su vida. La de ella es la de alguien que está lista para devorar algo: el mundo, la vida, todo. Pienso en esa foto por la mañana haciendo la compra cuando delante de mí pasa un chica de unos veintipocos, guapa si uno se fija el tiempo justo, la mirada de alguien que está esperando algo, pienso un poco y me sorprendo porque me recuerda a Scarlett Johansson.
Le doy alguna vuelta más y llego a la conclusión de que encarnan mis dos ideales de belleza femenina. En una de ellas se encuentra el irresistible atractivo de quien ha depositado su mirada sobre el mundo buscando algo concreto. En la otra, el magnetismo secreto de quien está esperando que la mirada exacta se deposite sobre ella. Fuerza y debilidad, decisión e inseguridad, voluntad y lasitud.
La chica que está delante de mí paga su compra y ni siquiera me mira.
El mundo es injusto. Feo. Y yo, además de todo lo anterior, gilipollas.
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