ciudad caníbal
llevo el coche a la revisión de los 100.000 km (2,5 veces la vuelta al mundo siguiendo la línea del ecuador), a un taller en la avenida ramón nieto al que voy desde que hace un par de años me lo recomendó mi amigo m; tras dejar el vehículo, decido ir andando hasta el centro para hacer un par de recados típicos de alguien ocioso como yo que ve los días como autopistas inmensas que pueden llevar a cualquier lado; el paseo por la avenida de ramón nieto me permite observar el cambio salvaje que está experimentando la ciudad: las pequeñas casitas al lado de la carretera van siendo sustituidas por edificios de cuatro o seis alturas, las fincas descuidadas y llenas de maleza van siendo rellenadas por manzanas de edificios horribles con fachadas de colores que no termino de comprender; el extrarradio de la ciudad va convirtiéndose a gran velocidad en zona urbana, los propietarios de las casas de los años 50 y 60 venden sus propiedades avejentadas, posiblemente mal aisladas, para comprar alguno de los pisos de nueva construcción; el paisaje va mutando de manera acelerada y no puedo evitar preguntarme qué se debe sentir al ver como tiran la vieja casa de tus padres, de tus abuelos de tu infancia y en su lugar crece un sarpullido de bloques que va recubriendo los paisajes en los que te has dejado los años de la infancia, la adolescencia o la juventud...
si este proceso levanta una pequeña melancolía equivalente a una brisa al borde del mar en un día caluroso, cuando uno pasa por delante de la antigua fábrica de vajillas álvarez lo que siente es el huracán de la indignación envolviendo su cuerpo: tras su liquidación definitiva para construir en su inmensa parcela una macrourbanización, la gente se ha lanzado al asalto, y, de llevarse los restos de platos, vasos, tazas y bandejas se ha pasado a coger los antiguos hornos, el mobiliario de oficina, los portales de acero y hasta los muros que rodean la finca... en breve he de hacer unas fotos del lugar porque al verlo delante de mí, toda la extensión de la fábrica devorada por restos de basura, afeada por los cristales rotos de las ventanas y despojada de la dignidad que al menos da el tiempo a las ruinas, me he acordado de unas fotos que vi sobre chernobil hace poco en internet, sólo que aquí no ha sido la radiación procedente de un accidente termonuclear la responsable de la desolación que ehuda el paisaje sino la rapiña de cientos de vecinos lanzados al saqueo de una propiedad abandonada: el género humano exhibiendo lo peor de sí mismo siempre que tiene la oportunidad de ello...
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