6 de mar. de 2004

mañana de marzo
me tropiezo, en lpágina habitual de antonio lobo antunes en el babelia, con un fragmento que no sé como calificar (aunque todo el texto gira alrededor de la muerte, lo hace de una manera extraña, sin patetismo, sin angustia, con algo que se parece a la calma sin serlo del todo, una visión doméstica y comprensiva):

[...]
llega un momento en que la muerte es el agua en el desagüe, el crujido de una cómoda, un adios tras los cristales allá arriba, en la ventana, una especie de noviembre que entristece las tardes, la sonrisa con la que se responde a las preguntas, los extraños, en la cafetería, tan distante, una muchacha que nos atraviesa con la mirada, la vejez que llegó de repente
(-Ya soy viejo, que curioso)
[...]



he mirado hacia fuera y he visto el típico día en el que todavía habla el invierno pero en el que ya se percibe el rumor de fondo que acompaña la llegada de la primavera: el cielo cubierto de grises y azules, una luz pálida sobre la superficie de las cosas, la calefacción que ya empieza a sobrar, desperezarse por casa con la bata abierta, abrir las ventanas y encontrarse con que el aire casi ha perdido ese frío que le hace a uno andar encogido por la calle para protegerse de mala manera... (de momento, la vida en todas esas cosas, una especie de marzo que alegra las mañanas)



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